El dos veces presidente Alan García era uno de los estadistas más hábiles de Perú. A los 69 años se vio acorralado por las ramificaciones de una red de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht y se suicidó.
García falleció ayer en un hospital de Lima tras dispararse un tiro en la cabeza cuando la policía iba a detenerle.
El cerco de las pesquisas de Odebrecht comenzó a estrecharse sobre García a finales del año pasado, cuando fracasó en su intento de conseguir asilo en Uruguay para eludir la investigación de la fiscalía por supuesta corrupción.
Fue la primera vez en una prolífica carrera política de cuatro décadas que el líder socialdemócrata peruano enfrentaba aprietos judiciales.
La presión de la fiscalía lo mostró varias veces desencajado ante los periodistas, a los que retó a demostrar sus supuestos delitos.
“Encuentren algo”, dijo en noviembre. “¡Demuéstrenlo pues imbéciles!”, lanzó desafiante entonces.
Nacido en Lima el 23 de mayo de 1949, su vida familiar fue azarosa. Padre de seis hijos de tres relaciones diferentes, también tenía un nieto. Estuvo residiendo hasta el año pasado entre Lima y Madrid, donde vivía su actual pareja con su hijo menor.
A pesar de la impopularidad que arrastró luego del desastre económico de su primer gobierno (1985-1990), ganó la presidencia nuevamente en 2006 al frente del socialdemócrata APRA, el partido más antiguo y sólido de Perú.
En 2006, su reelección se pudo explicar porque tuvo como rival en segunda vuelta al militar nacionalista Ollanta Humala, identificado con el entonces gobernante venezolano Hugo Chávez.
“Solo Dios y los imbéciles no cambian”, señaló Alan García para reforzar su mea culpa y su metamorfosis al dejar de ser promotor de la intervención estatal en la economía y abrazar el libre mercado.
Su primera gestión había dejado una nación en una profunda crisis económica y moral. Su política económica estuvo marcada por un severo control del tipo de cambio, la estatización de la banca y una inflación anual de más de siete mil 600 por ciento en 1990.
Además, la violencia terrorista del grupo maoísta Sendero Luminoso alcanzó sus picos durante su primer gobierno, que fue acusado tanto de ineficiencia como de excesos en la lucha antisubversiva, incluso con la formación de escuadrones de la muerte.
Pero estas acusaciones, al igual que los cargos de corrupción que quiso atribuirle el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), quedaron en nada.
Perseguido por Fujimori en 1992, huyó a Colombia y Francia. En 2001 regresó a Perú, cuando todas las acusaciones en su contra habían prescrito.
En su segunda presidencia, de 2006 a 2011, se adaptó a la vigente economía neoliberal de la que había renegado en su primer gobierno y logró borrar los malos recuerdos que dejó.
Las encuestas mostraban en los últimos meses que García era el político más impopular de Perú, con un rechazo de 80 por ciento.