En Caracas no hay guerra... aunque hay quienes la buscan

Crónica

Venezuela se percata de lo que pasa. El olfato que el Caribe les da para saborear la alegría también los hace estar alertas o por lo menos expresar una preocupación que suena unánime: “Por lo que pueda pasar”.

El gobierno chavista y la oposición organizaron manifestaciones para este sábado. (AFP)
Adriana Esthela Flores
Caracas / Enviada /

Desde que vuelas a Venezuela comienza la cosa. En Panamá, el vuelo programado para las nueve y cincuenta y cinco de la noche del 26 de enero se aplazó hasta después de la una de la mañana. Al camarógrafo Fabián Reyna y a mí, un trabajador de la aerolínea nos entregó un vale de comida que decía abreviado “Afectado situación política”. Ya éramos víctimas sin tocar Venezuela.

“Somos valientes”, me dijo Lucía, una caraqueña que visitó México solo como turista y, pese a la resistencia de su familia, regresaba a su convulsa Venezuela donde, en los últimos veinte años de la Revolución Bolivariana, se anuncian estallidos y estallidos que no llegan y, de tanto anunciarse, pareciera que realmente están allí latiendo sin que nadie se dé cuenta.

Pero Venezuela se percata de lo que pasa. El olfato que el Caribe les da para saborear la alegría también los hace estar alertas o por lo menos expresar una preocupación que suena unánime: “Por lo que pueda pasar”.

¿Y qué podría pasar? Una intervención militar, una invasión, una guerra civil oxigenada por mensajes como el de Colombia, país en el que podría abrirse el corredor humanitario que impulsa el autoproclamado presidente Juan Guaidó, a pesar de que Naciones Unidas solo reconoce el gobierno de Nicolás Maduro.

“A esta dictadura le quedan muy pocas horas”, dijo el presidente colombiano Iván Duque. Y para echar más leña al fuego, el vicepresidente de EU, Mike Pence, advirtió: “El tiempo del diálogo se acabó”.

Pero esa guerra es en redes y en tv internacional. En varios puntos de la pasionaria Caracas —de la que se enamoró el Nobel Gabriel García Márquez— impera el reino de la cotidianidad: la preocupación por el precio del pan, a cuánto amaneció hoy el dólar paralelo, qué hacer para el día de la Candelaria, el fin de la Navidad.

“Diga que aquí no hay guerra, que aquí está todo tranquilo”, me pide Socorro, sentada en una banca de la Plaza Bolívar junto a sus dos nietos, preocupados por tener comida suficiente para mantener a su nueva mascota, un pollo.

El conflicto diplomático está en discursos por internet o memes donde aparece una mujer con la bandera de Venezuela (la de siete estrellas, la opositora) dándole la bienvenida a un buque estadunidense “salvador”.

“Temo por lo que pueda pasar. Los venezolanos no sabemos lo que es una guerra pero si hay una intervención para sacar a esos bichos del poder, hay que aceptar”, dice Antonio, trabajador de un bar y quien se considera de izquierda.

César, un taxista, también apoya la intervención militar para sacar del gobierno a Maduro y su gabinete.

¿Y si hay una guerra civil?, le cuestiono. “Hay que hacer sacrificios”, dice con seguridad.

Le pregunté a la diputada Adriana Pichardo, de la Asamblea Nacional en desacato, si la negativa al diálogo de Guaidó abona a un escenario de violencia. Lo descartó.

¿Ustedes tampoco aceptan este diálogo propuesto por México y Uruguay? “En este momento no, hasta que no estén las condiciones claras respecto a la ruta. Se espera un reconocimiento que no podemos dar porque no lo tienen por el pueblo”, dijo.

Parece que la diputada no toma en cuenta que el chavismo va más allá de Maduro. Y más en este contexto de asedio, como nos expresó Fermín, un panadero.

“Nos encontramos en guerra no convencional donde todos los factores económicos se han unido con el imperio para matar al pueblo de hambre”.

Y siguen conviviendo, venezolano con venezolano, opositor con chavista, neutrales, moderados. Acá no hay ánimos caldeados ni afán de guerra, aunque desde el extranjero, hay personajes e intereses que la buscan.

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