Jhon Jairo, el indígena que protege a los monos huérfanos de la caza en el Amazonas

Jhon Jairo Vasquez es el administrador de Maikuchiga, un albergue que ayudó a crear hace 14 años para "rehabilitar" y reintroducir a los monos huérfanos por la caza furtiva, para volverlos a introducir en el Amazonas.

Los monos son una de las especies más amenazadas por su caza. (AFP)
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Amazonas, Colombia /

Un disparo de escopeta remece el árbol. La madre y su bebé caen agarrados. Con ella se hará un festín y la cría, con suerte, llegará al regazo de Jhon Jairo Vasquez, el padre de los monos huérfanos por la cacería en el Amazonas colombiano.

Líder indígena de la comunidad Mocagua, asentada en los márgenes del río Amazonas, en el extremo sur del país, Jhon Jairo se mueve por entre la selva inundable con un morral que lo hace ver como una mamá canguro.

El Amazonas es una de las zonas más afectadas por la tala de árboles y la caza de animales. (AFP)

Dentro va Maruja, una hembra lagothrix lagotricha o mono churuco que, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, está en situación "vulnerable", el paso previo a su clasificación como especie en peligro de extinción.

Pelambre gris, cráneo redondo, cola prensil y unos ojos grandes y asustadizos: Maruja tiene tres meses y hace dos que no se despega de Jhon Jairo.

Los monos representan una muestra de la biodiversidad que posee el Amazonas. (AFP)
"Una familia indígena se había comido a la mamá", comenta este vicecuraca (cabildo) de la aldea Mocagua con 777 habitantes.

De 38 años, este tikuna es el alma de Maikuchiga, un albergue de madera rodeado de verde que ayudó a crear hace 14 años para "rehabilitar" y reintroducir al bosque a los monos huérfanos que reciben.

El Amazonas comprende principalmente a Brasil, pero alcanza su extensión en Colombia, Venezuela, Perú y Ecuador. (AFP)

En este punto del Amazonas, donde se fusionan Colombia, Perú y Brasil en una frontera verde y porosa, Mocagua (que significa escopeta en lengua tikuna) y Maikuchiga (que significa historia de micos) también entrelazaron sus caminos.

La historia de crueldad suele comenzar con un disparo, cuando indígenas cazadores dirigen sus escopetas calibre 16 hacia árboles de 25 metros de altura.

En Colombia, la región del Amazonas está comprendida principalmente por grupos indígenas. (AFP)
"La mamá no va a entregar a su bebé, tienen que cazarla y al instante la cría cae pegada a la mamá. Algunos perdigones, plomos, alcanzan a fracturar o matar (al hijo)", sostiene el líder tikuna.

La carne de ella irá a parar a algún fogón y la selva habrá perdido a esta suerte de sembrador silvestre. En sus extensos recorridos, por entre las copas frondosas, los monos churucos van expulsando las semillas que comen sin triturar, ayudando a regenerar los bosques.

La caza de monos no ha dejado de detenerse en la zona amazónica. (AFP)

Los pequeños que sobreviven a la caza son vendidos como mascotas cuando no exhibidos a los turistas en las comunidades de la triple frontera. O con fortuna serán recuperados por Corpoamazonía, la entidad oficial que sirve de enlace con Maikuchiga.

Según Luis Fernando Cuevas, directivo de la entidad, desde 2018 han recibido 22 primates. Se habla de "entregas voluntarias" porque quienes las hacen, al advertir la presencia de oficiales, alegan que se encontraron casualmente a los animales para eludir investigaciones sobre eventual tráfico o tenencia ilícita, explica.

Con la deforestación del Amazonas, los monos tienden a migrara para resguardarse de las llamas y la falta de vegetación. (AFP)

Desde 2006, Jhon Jairo se lanzó a la "dura" tarea de convencer a los suyos del daño de la "cacería excesiva", que no solo satisface apetitos y rituales, sino, sobre todo, al mercado ilegal de fauna silvestre. Renuentes al principio, los tikunas probaron el ecoturismo, frenado por la pandemia, y les gustó.

Hoy son cazadores "rehabilitados" que devinieron en guías ambientales que "protegen su fauna para el futuro", se enorgullece su líder. Mocagua habló fuerte a quienes, en conexión con los traficantes, insistían en la cacería: "O sigues este proceso [de cambio] o te tienes que ir del resguardo".

Las comunidades indígenas en el sur de Colombia dependen principalmente del ecoturusmo. (AFP)

Pero a Maikuchiga siguieron llegando huérfanos peludos y maltrechos de otros puntos del Amazonas. En estos años ya "van unos 800 monos rehabilitados", calcula Jhon Jairo, quien actualmente se ocupa de Maruja y cinco primates más:

Helena y Abril, de la misma especie de la pequeña; Papinanci, un mono nocturno (Aotus), y Mochis y su hijo Po, de la familia de los ardilla (Saimiri sciureus). "Aquí es el lugar donde se les está dando una nueva oportunidad de vida, la de volver a ser micos", afirma el vicecuraca. Pero Maikuchiga se sostiene del turismo y a menos visitantes, menos recursos para los monos.

Sin embargo, ha resultados afectados en sus ingresos debido a la pandemia de covid-19. (AFP)

Apenas amanece, Jhon Jairo se interna en el bosque con Maruja dentro de su morral. Va lanzando chillidos para atraer a los demás monos que cuida. En el segundo piso del albergue, prepara el desayuno para ellos: agua caliente con avena, leche en polvo y vitamina.

Helena, curiosa, se descuelga por los exteriores de la casa de madera. Solo Papinanci está encerrada en un cuarto pequeño con malla exterior.

"Si llega dañado psicológicamente su cuarentena va a ser larga. No pueden ver a un niño, a un hombre, porque lo identifican con el daño. Tiemblan", explica.
El Amazonas es una de las regiones más biodiversas del mundo, sin embargo, está en peligro su conservación vegetal y animal. (AFP)

Cuando "ganen confianza", saldrán de la mano de Jhon Jairo o alguno de sus tres colaboradores. De a poco, los monos reconocerán árboles y se moverán en manada, experiencias que debían transmitirles sus madres.

"Hay otra cosa que deben aprender", enfatiza Jhon Jairo. Y son los "sonidos de los peligros": de la selva y sus predadores. O a conocer que es "dormir fuera en un aguacero", añade.

Su "rehabilitación", sin un tiempo definido, solo termina cuando abandonan Mocagua y sus 4 mil 25 hectáreas de protección.

Se estima que los monos sigan siendo una especie amenazada por los cazadores para consumir su carne. (AFP)

"Nos damos cuenta de que están rehabilitadas cuando desaparecen". Jhon Jairo recuerda que lloró con las primeras ausencias. Todavía se estremece, pero se consuela cuando de otras partes le llegan noticias de manadas que se formaron con los huérfanos de Maikuchiga.

dmr 

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