Más de 23 mil nicaragüenses han huido a la vecina Costa Rica en los últimos tres meses y medio, escapando del terror impuesto por policías, paramilitares y jueces del gobierno de Daniel Ortega contra todo el que se involucró en las protestas sociales que estallaron el 18 de abril.
Como hace 40 años, cuando el dictador Anastasio Somoza condenó a miles al destierro, los costarricenses reciben ahora a líderes universitarios, maestros, médicos y prominentes defensores de derechos humanos expulsados por la represión. Hasta el famoso folclorista Carlos Mejía Godoy ha vuelto al exilio, ahora con 75 años a cuestas.
Entre los que llegaron en las últimas horas a la pacífica Costa Rica está la comandante Masha, la estudiante de 21 años considerada un símbolo de la resistencia cívica y contra quien la Fiscalía dictó orden de captura pese a estar enferma de cáncer.
Nahomy Urbina se dio a conocer cuando se manifestaba en la ciudad de Jinotepe, al sur de Managua y está acusada de “crimen organizado, terrorismo, robo agravado, secuestro simple, torturas y lesiones graves”. Los mismos o peores delitos imputados a 137 de los más de 400 presos políticos que atiborran las sucias cárceles nicaragüenses.
“No sé qué tiene el gobierno en mi contra, pero no me arrepiento de haber luchado por la libertad de mi pueblo. Sí vale la pena”, le dijo Masha al periodista mexicano Fernando del Rincón, de la cadena CNN en español, cuando aún no pensaba abandonar el país.
Antes de abril, Nahomy era una chica común. “Salía con mis amistades los fines de semana, escuchaba música de banda, iba al mar y a las (fiestas) hípicas”, contó en una entrevista en la que mostró los dos tatuajes en sus brazos. Uno de ellos, el más reciente, dice “Que se rinda tu madre”.
Tras el estallido de la crisis, su imagen se hizo viral luego de ser retratada entre las barricadas, con la bandera de Nicaragua como capa y en sus manos un mortero (bomba casera). Luego se supo que padece cáncer linfático y que recibe tratamiento de quimioterapia.
El rostro de Masha apareció entonces en pañoletas, playeras y volantes convocando a las protestas. Entre sus numerosos fans, el conocido cantautor Luis Enrique Mejía Godoy le compuso una canción con ritmo de “milonga tropical”: “Con un mortero en el hombro/ una bandera y tus alas,/ vas sorteando entre la muerte/ un aguacero de balas”.
No pocas veces sus compañeros la sacaron en brazos en medio de la balacera, al borde del desmayo tras haber pasado horas bajo el sol, respirando el olor de la pólvora o el humo de los neumáticos quemados. Y cuando Ortega logró sofocar las protestas gracias a su poderío armado, Masha debió esconderse para evitar ser secuestrada por los paramilitares, que irrumpieron en su casa donde robaron, golpearon a su madre y amenazaron con matar a su abuela.
En Nicaragua nada ha vuelto a la normalidad. Más de 450 personas han muerto desde abril, 2 mil 800 fueron heridas y miles más permanecerán en el exilio hasta que el conflicto se resuelva. Entre ellas de seguro Masha, que sueña con ser veterinaria y tener una casa muy amplia para criar perros.
La joven ‘Masha’, símbolo de las nuevas protestas en Nicaragua
LA ALDEA
Llamada “comandante”, la alumna es una más de los miles de nicaragüenses víctimas de la represión.
Managua /
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