Rodolfo Hernández "El ingeniero", ambos conceptos ya inseparables en el panorama político colombiano, especialmente en una carrera en la que este magnate de la construcción ha abanderado su condición de outsider para tratar de ganar la presidencia y gobernar a golpe de polémicas.
El "Trump tropical colombiano", como algunos se refieren a él, no tenía muchas posibilidades reales, según las primeras proyecciones, de conseguir una victoria en las urnas; era un desconocido para la mayoría de los colombianos, con excepción del departamento de Santander, donde creció e hizo fortuna.
- Te recomendamos "Revolucionario" y progresista: Gustavo Petro, ex guerrillero que busca la presidencia de Colombia Internacional
Pero Hernández, candidato del movimiento Liga de Gobernantes Anticorrupción, creado por él y que no se define políticamente aunque sus propuestas tienden más al populismo, se ha convertido en la sorpresa de la campaña: quedó en segundo lugar de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia, y se enfrentará en la urnas con el izquierdista Gustavo Petro.
Un ingeniero y empresario que entró a la política por casualidad, y ganó notoriedad
Rodolfo Hernández Suárez (26 de mayo de 1945), cuyos padres fueron campesinos y obreros de Piedecuesta (Santander, al noroeste del país) —la tierra que le gratificó con los millones que ahora tiene en su cuenta—, radicó desde pequeño en la localidad de Bucaramanga, donde intentó iniciar su carrera como boxeador.
Para sus 27 años había creado su empresa constructora: HG, que está en el mercado de desarrollo de viviendas de interés social, cuyo negocio logró expandirse a Barranquilla y otras localidades. Está casado con Socorro Oliveros y tiene cuatro hijos: Juliana, desaparecida tras ser secuestrada por la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en 2004, Luis Carlos, Mauricio y Rodolfo José.
Juliana, su hija adoptiva fue secuestrada en 2004 por la guerrilla del ELN, que le exigió dos millones de dólares a cambio de liberarla. El ex alcalde no accedió a pagar y desde entonces está desaparecida. Aún así, en campaña ha dicho que está abierto a firmar la paz con los últimos rebeldes reconocidos en el país. Fiel a su estilo pragmático, quiere abreviar la negociación e incluir directamente al ELN en los acuerdos firmados por las FARC en 2016.
Entró en la política recién en 2016 cuando ganó la alcaldía de Bucaramanga, al noreste del país, en una campaña sin apoyos de políticos tradicionales.
A Bucaramanga llegó al poder desde su casa: compró el apartamento de en frente, donde montó una oficina en la que recibía a todo el mundo. Las excentricidades también le siguieron hasta la Alcaldía, donde cada lunes retransmitía por Facebook sus populares "Hable con el alcalde", que le valieron un par de polémicas.
Pero potenció más su imagen con sus peleas públicas con los ediles de la ciudad, a quienes acusaba repetidamente de ser "ratas" (ladrones) y "corruptos". Incluso llegó a la agresión física a finales de 2018, cuando abofeteó frente a las cámaras al concejal John Claro, quien acusó a uno de sus cuatro hijos, Rodolfo José, de estar involucrado en actos de corrupción.
Por ese ataque fue apartado tres meses del cargo. Hoy uno de eslóganes de campaña invita a "darle una cachetada a la corrupción". Pero el propio ex alcalde está imputado por la fiscalía por favorecer a una empresa vinculada con su hijo Luis Carlos durante su mandato. Como empresario ha sido cercano a la clase política que jura derrotar.
A sus 77 años decidió buscar la presidencia con su propio movimiento, la Liga de Gobernantes Anticorrupción (LIGA), que se cimienta justamente en luchar contra los corruptos, a quienes promete castigar con sanciones ejemplares. Su campaña ha sido austera, como dice sería su gobierno. No celebró actos en plazas públicas y basó gran parte de su estrategia en redes sociales. Su lema es “no robar, no mentir, no traicionar”.
"Si populista es no robar, sí soy populista. Si populista es usar los excedentes presupuestales para ayudarle a los muchachos pobres del ICETEX —la entidad del Estado que concede créditos para estudiar— a que cancelen sus obligaciones, sí soy populista. Si es populista ayudar a los campesinos (...), sí soy populista. A mí eso me tiene sin cuidado", dijo en entrevista a la agencia EFE.
Su campaña, como ya lo fuera la que lo llevó a la alcaldía, se ha basado en un discurso desde el que hace una crítica voraz contra las prácticas corruptas, ampliamente extendidas en Colombia, así como contra los políticos tradicionales, a quienes acusa de todos los males que padece el país.
"Todo tiene que ver con el robo de la plata pública, si se la roban no se puede hacer nada y se acumulan las necesidades que no se resuelven, y derivan en violencia. Y para resolverla se necesita plata, pero no hay plata porque se la roban, es un círculo vicioso que vamos romper", añadió Hernández para la agencia.
Una "lengua afilada" para el establishment en Colombia
Asesorado por el estratega español Víctor López, que llevó a la victoria al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, Hernández siguió este domingo el cómputo de los votos en traje de baño y tomando cerveza en la piscina de su mansión, según un video de su campaña compartido a medios.
"Bebe de todas las cosas, del fastidio con la clase política tradicional, de comunicarse de manera muy sencilla usando lenguaje coloquial [...] y claramente cae en el mundo del populismo", dice Angela Rettberg, politóloga la Universidad de Los Andes.
Durante la campaña que lo catapultó a la política hizo del vocablo "ingeniero" un inseparable de su nombre, precisamente tratando de dar la imagen de que como ya era rico, no necesitaba robar de las arcas públicas para engrosar sus bolsillos. Algo que le funcionó y le ha acompañado en su carrera a la Presidencia.
Pero sin duda, lo que más ha marcado su presencia en el panorama político ha sido su carácter, con tendencia a lo pintoresco y chabacano, y sin ningún miedo a la confrontación, en la que ha trabajado su cualidad de salir siempre indemne.
Apenas conocido el resultado, el autoproclamado "rey de TikTok" en Colombia, que hizo una fuerte campaña en las redes sociales, comenzó a recibir el respaldo de varias figuras de la derecha derrotada en las urnas.
Hernández es un "candidato atractivo" porque tiene ideas novedosas, si se quiere poco ortodoxas, y "las transmite sin filtros, algo que puede conectar con los votantes", explica en una entrevista el analista político Felipe Botero, que añade que no significa que estas sean "plausibles".
El ingeniero llegó a la carrera por la presidencia con algunas polémicas a la espalda, como una entrevista donde aseguró que admiraba a Adolf Hitler o cuando golpeó al concejal opositor de la alcaldía de Bucaramanga, algo que le supuso la suspensión de su cargo.
A pesar de este discurso que ha convertido en bandera, Hernández está envuelto en un caso de corrupción que se remonta a su época como alcalde. La Fiscalía lo acusa de celebrar un contrato de consultoría para la gestión de las basuras de Bucaramanga con presuntas irregularidades, del que no se sabrá si es responsable hasta que se celebre el juicio, programado para después de las elecciones.
"En cinco años y medio me metieron 200 investigaciones con el propósito de sacarme de la Alcaldía porque no los dejaba robar. De esas 200 me han archivado 162. Tenía 17 penales y quedó una por 'interés indebido de contratos a favor de terceros' porque yo me interesé en que una empresa tuviera un contrato en la Alcaldía donde se iba a ganar 30 millones de pesos (unos 7 mil 500 dólares), ni siquiera me investigaron porque pidiera los 30 millones. Estos politiqueros armaron eso para desprestigiarme, pero la gente es tan inteligente que no se lo creyó y mire dónde estoy".
¿Cuáles son las propuestas de Rodolfo Hernández y quiénes votan por él?
El éxito del ingeniero está en las regiones, especialmente en los "santanderes", en referencia a su natal Santander y el vecino departamento de Norte de Santander. A diferencia del resto de candidatos, Hernández no ha girado por el país en mítines en plazas públicas sino en reuniones pequeñas con simpatizantes.
Hernández no quiere definir sus posturas en la derecha o la izquierda y sus anuncios de medidas buscan causar impacto y recabar votos, pero si llega a ser elegido presidente dice que hará donaciones a los más necesitados como lo hizo cuando fue alcalde de Bucaramanga y que suspenderá de manera indefinida la operación y funcionamiento de los vehículos y demás equipos destinados al uso de los senadores y representantes a la Cámara.
También firmaría un decreto para suprimir las consejerías presidenciales, entregando mayores funciones al despacho de la Vicepresidencia de la República. En cuestión de semanas pasó de mostrarse abierto al fracking y las fumigaciones con glifosato para destruir los cultivos de coca, a cerrarle la puerta a ambas políticas. Y nunca explicó por qué cambió de parecer ni asistió a los debates de la semana final de la campaña.
Igualmente rebajaría sustancialmente los gastos en el funcionamiento de la Casa de Nariño, la sede del Ejecutivo, y por eso suspendería la operación y uso de la flota de aviones, helicópteros, vehículos y demás equipos destinados al uso del presidente, vicepresidente y ministros.
Además no volvería a usar la Casa de Huéspedes Ilustres de Cartagena ni la Hacienda de Hato Grande, que está a las afueras de Bogotá y en donde los presidentes se reúnen con sus equipos de gobierno para planear estrategias de todo orden.
Pero no contará con un partido en el Congreso, algo que le podría conllevar dificultades a la hora de gobernar. A pesar de todos los obstáculos que se le presentan, el ingeniero "va con todo" y sigue con una campaña presidencial con fuerte presencia en las redes sociales.
Su personalidad "explosiva y rebelde", a la par que un tanto "autoritaria e intolerante", es lo que "le gusta a la gente", considera Botero. Pero Hernández ha demostrado ser "un poco ingenuo sobre cómo funcionan las instituciones democráticas y esto puede jugar en su contra", ya que "cree que el presidente tiene una capacidad" de tomar decisiones que en realidad no tiene.
El presidenciable colombiano de mayor edad también suele tener cambios súbitos de opinión como el ex presidente estadunidense. Sus salidas en falso poco le importan a un "electorado que le tiene miedo al candidato de izquierda, de que surja el comunismo en Colombia, y que por otro lado también está fastidiado con la derecha", agrega la analista de la Universidad de Los Andes.
Voló bajo los radares de sus rivales hasta la recta final de la primera vuelta, pero ahora Hernández deberá soportar tres semanas de examen a su trayectoria con escándalos de corrupción y declaraciones destempladas, además del peligroso apoyo de los desprestigiados políticos tradicionales.
dr