Wuilly Arteaga tiene sólo 24 años, pero su imagen enfrentándose a las fuerzas de seguridad del gobierno de Nicolás Maduro con un violín dio la vuelta al mundo en 2017. De la noche a la mañana, su rostro se convirtió en uno de los símbolos de las protestas antigubernamentales que entre abril y julio del año pasado sacudieron al país sudamericano, dejando más de 100 muertos.
Ahora, este joven nacido en el seno de una humilde familia de la ciudad venezolana de Valencia rehace su vida en Nueva York. "En Caracas estaba acostumbrado a lo más peligroso, pero esto me gusta, es muy tranquilo. Me ha enseñado a estar un poquito más tranquilo", cuenta Wuilly a dpa de camino a su casa.
Pasear con él por el barrio de Midtown, en el alto Manhattan, es como ir acompañado de un niño que empieza a descubrir el mundo, todo le sorprende, todo le llama la atención. Nada parece estropearle este momento.
Una vez en su casa lo primero que hace Wuilly es pasar sus dedos por el teclado del piano que ocupa gran parte de su salón. Es una adicción, como si necesitara hacerlo nada más entrar. "Me lo dejó un amigo para practicar cuando llegué a Nueva York", cuenta el jóven músico, formado en el conocido Sistema de Orquestas Nacionales Infantiles y Juveniles del que surgió el director de orquesta Gustavo Dudamel.
Al lado del piano, hay dos violines y un cuaderno plagado de notas. Sin duda, esta es la casa de un artista. Su día a día es, cómo dice él, "el de una persona normal". Por las mañanas asiste a clases de inglés para poder mejorar este idioma y tener más oportunidades profesionales en la Gran Manzana; y el resto del día se dedica a lo que más le gusta: la música.
"Yo toco todas las tardes en el metro de Nueva York, y vivo de eso", cuenta Wuilly mientras sigue tocando el piano sin ni quiera mirar de reojo las teclas. Hablar con él con esta música de fondo hace que uno se olvide del bullicio de Nueva York.
Suena su móvil, es un amigo venezolano que ha conocido hace pocos meses y vive en Manhattan también. Le cuenta sus planes para la tarde y asumiendo que Wuilly irá a tocar al metro, se ponen de acuerdo para tomar algo por la noche.
Más tarde llega a la parada de metro de Times Square, y allí, en un rincón ubicado antes de acceder a las vías, la magia de su música cautiva a los viajeros: un grupo de jóvenes baila al ritmo de sus notas, compatriotas venezolanos que lo reconocen y se acercan a felicitarlo. En cuatro horas ha recogido 200 dólares. Ésta es su vida ahora. Atrás han quedado las revueltas en la calle y el luchar sin descanso.
"En Venezuela tenía que tocar en el metro para sobrevivir. Los policías me quitaron el violín y me quedé sin violín y viviendo en la calle. A veces cogíamos comida de la basura", cuenta con la mirada perdida. "Durante las revueltas me dispararon en el rostro, me metieron en la cárcel y me torturaron, y sólo por protestar", agrega. Desgraciadamente, esto es lo que se ha llevado de Venezuela.
Wuilly salió de la cárcel en agosto de 2017, después de permanecer 19 días preso. "No estoy libre porque mi país no está libre", señaló en aquel entonces al portal de noticias "La Patilla". "Salgo a retomar la lucha por la libertad, en la única forma que sé hacerlo, a través de mi música, pero ahora tengo un nuevo compromiso de vida, un compromiso de lucha adicional por la libertad de los presos políticos", agregó.
A Wuilly le cuesta recordar su pasado, y enseguida cambia de tema. "Lo que yo he estado disfrutando en Nueva York es la libertad. Nunca me voy a sentir más libre que ahora", dice. Valiente, luchador y con "mucha calle" a sus espaldas, este joven sólo quiere mirar al futuro. Un futuro que ha conseguido gracias a la Asociación que le ofreció la oportunidad de viajar a Nueva York.
"Me invitaron y decidí venir por 15 días, pero la idea era regresar otra vez. Cuando llegue aquí, muchas amenazas del gobierno comenzaron a intensificarse, eran amenazas de muerte. Así que me dio miedo, y decidí quedarme por un tiempo", dice ahora más tranquilo.
La organización no gubernamental Human Rights Foundation lo invitó a participar en octubre de 2017 en un foro en Nueva York para tocar su violín y hablar sobre la situación en Venezuela. "Wuilly presenta la esencia básicamente de lo que es resistir de manera no violenta frente a la violencia", describe Roberto González, uno de los abogados de esta asociación sin ánimo de lucro.
Durante ese evento, Wuilly tuvo la oportunidad de compartir impresiones acerca de Venezuela con muchos invitados. Entre ellos, una reconocida personalidad del mundo del espectáculo que prefiere mantener su anonimato y que le ofreció a Wuilly la posibilidad de quedarse en esta ciudad.
"Yo quería quedarme, pero no tenía casa y él me dijo que tenía un apartamento y que me podía alojar allí hasta que encontrara algo. Me gusta mucho porque todo el resto de apartamentos en el edificio están alquilados a músicos, me siento como en casa".
Nueva York lo ha recibido con los brazos abiertos y Wuilly está dispuesto a aprovechar lo que esta ciudad tiene para él. Venezuela está presente en todo su discurso, la echa de menos, y a sus amigos y a su familia. Pero de momento no puede volver por incumplir las medidas cautelares, que lo obligan a presentarse regularmente ante tribunales.
Por eso su abogado, cuyos servicios también abona otro benefactor anónimo, trabaja para conseguir una visa que le permita a Wuilly quedarse en este país y empezar una nueva vida.
"Quisiera grabar un disco, quisiera hacer conciertos en escenarios más amplios, pero por ahora le doy gracias a Dios porque tengo uno de los escenarios más queridos del mundo que es el tren de Nueva York, y bueno me siento feliz por eso". Este es el plan, quedarse en Nueva York y seguir luchando con su violín, pero esta vez, por una carrera musical.
jamj