A dos semanas de que los líderes mundiales se reúnan para debatir la crisis climática, un informe divulgado la semana pasada revela que la quema de combustibles fósiles agravó los 10 eventos de clima extremo más mortíferos de las dos últimas décadas.
Más de medio millón de personas en todo el mundo han perdido la vida en esos desastres desde 2004.
“Muchas personas ahora comprenden que el cambio climático ya está haciendo más peligrosa la vida”, comentó Friederike Otto, profesora de Imperial College London y cofundadora del grupo World Weather Attribution, que publicó el informe. “Lo que todavía no ha sucedido es que el conocimiento se traduzca en acciones a una escala suficiente”.
Aunque abundan las pruebas de que el calentamiento global pone en peligro la vida humana, en el mundo todavía se queman combustibles fósiles: en 2023, el año más caliente registrado, las emisiones de gases de efecto invernadero también alcanzaron una cifra récord.
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Hay mucho en juego en la respuesta que dé el mundo en noviembre, con unas elecciones cruciales en Estados Unidos y una cumbre anual del clima entre líderes mundiales, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (conocida como COP29 por sus siglas en inglés), que se celebrará en Azerbaiyán. Los países en desarrollo, que han sufrido en gran medida los efectos de los desastres climáticos, ejercen presión para que los países ricos cumplan sus promesas de reducir las emisiones y financiar proyectos de adaptación climática.
“Estados Unidos (y, en realidad, todo el mundo) está frente a una disyuntiva muy clara en el camino”, opinó Michael Gerrard, profesor de legislación ambiental en la facultad de derecho de la Universidad de Columbia.
Elecciones cruciales
La próxima semana, Estados Unidos, el mayor emisor per cápita de gases de efecto invernadero del mundo, emitirá un voto para decidir su futuro climático. Una presidencia con Kamala Harris al frente podría continuar el trabajo iniciado por la administración de Joe Biden en la transición a energías renovables, sobre todo mediante créditos fiscales y una mayor fabricación estadunidense con tecnologías de energía limpia.
Si Donald Trump regresara a la Presidencia, podría posponer normas ambientales, incluidas aquellas diseñadas para limitar los gases de efecto invernadero, y proseguir con el desarrollo de combustibles fósiles. También podría retirarse de convenios internacionales suscritos para combatir el cambio climático, como hizo en su primer mandato como presidente.
“Será extremadamente difícil para el mundo combatir la crisis climática si Trump es presidente de Estados Unidos”, afirmó Lena Moffitt, directora ejecutiva de la organización sin fines de lucro dedicada al clima Evergreen Action.
Una semana después del día de las elecciones, líderes de todo el mundo se reunirán en la COP29. En Azerbaiyán, un diminuto Estado petrolero que comparte fronteras con Rusia e Irán, intentarán acordar estrategias para reducir lo más rápido posible las emisiones globales y que las temperaturas se mantengan menos de 1.5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales.
Por desgracia, el planeta ya se ha calentado 1.3 grados Celsius desde que los países ricos comenzaron a quemar combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas a gran escala. En las condiciones actuales, el mundo bien podría llegar a calentarse 3 grados para finales de este siglo, según Otto y otros climatólogos.
El año pasado, los asistentes a la cumbre se comprometieron a hacer la transición para dejar de utilizar combustibles fósiles, pero ese pacto incluyó condiciones considerables. Otto indicó que espera que la conferencia de este año cree un programa más estricto para esa transición que les exija cuentas a los países.
Pocos recursos
El grupo de naciones también estableció un fondo de daños para ayudar a los países más pobres con un historial de emisiones bajas a adaptarse al cambio climático. El fondo, al que se comprometieron alrededor de 700 millones de dólares, es ínfimo en comparación con los cientos de miles de millones de dólares en daños relacionados con el clima que los países en desarrollo podrían causar para 2030.
“Es una cantidad insultante y ridículamente pequeña para ayudar a los países más vulnerables a lidiar con los daños y las pérdidas”, señaló Otto. “Es necesario que sea muchas órdenes de magnitud mayor”.
El nuevo estudio demostró que el saldo de muertos por los sucesos de clima extremo en general es más elevado en los países más pobres. Los investigadores sacaron la lista de episodios climáticos de la base de datos internacional sobre catástrofes EM-DAT, e incluyeron tres ciclones tropicales, cuatro ondas de calor, dos inundaciones y una sequía. Señalaron que el saldo mortal elevado era “un cálculo muy muy bajo”, pues no incluye millones de muertes relacionadas con el calor que quizá no se reportaron.
Europa sufrió ondas de calor bien documentadas en 2015, 2022 y 2023 que causaron casi 94 mil muertes. Otro informe dado a conocer esta semana identificó una relación entre más de la mitad de las 68 mil muertes causadas por una onda de calor en Europa en 2022 y el cambio climático inducido por los seres humanos.
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Pero los países pobres sufrieron más por el clima extremo. En Somalia, una sequía de 2011 agravada por las crecientes temperaturas que consumieron el vapor de agua de las plantas produjo 258 mil muertes; en Birmania, se formó en 2008 el ciclón Nargis sobre aguas oceánicas calientes y es probable que el viento haya tenido una velocidad mayor y la precipitación haya sido más intensa debido al cambio climático. Este desastre causó la muerte de más de 138 mil personas.
Los estudios de atribución climática ya tienen 20 años de antigüedad y los investigadores han publicado más de 500. El primero se publicó en 2004, según la red internacional de científicos World Weather Attribution; ese trabajo mostró que las probabilidades del verano de 2003 en Europa, el más caliente que ha vivido ese continente desde 1500, se duplicaron debido al cambio climático.
Para realizar esas evaluaciones, los científicos relacionan las observaciones del clima con modelos climáticos y trabajan con agencias meteorológicas y expertos locales.
Los estudios de atribución pueden contribuir a generar conciencia sobre el cambio climático, pero los investigadores tienen dificultades para conseguir financiamiento, según explicó Michael Wehner, científico especializado en matemáticas aplicadas del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley.
“Contamos con la tecnología y tenemos la metodología y las máquinas, los datos y los expertos”, afirmó Wehner. “Pero hay que pagarles para que hagan esto, y nadie lo hace”.
En su informe, World Weather Attribution resaltó la necesidad de proteger a las personas vulnerables, mejorar los sistemas de alarma temprana y fortalecer infraestructura como las viviendas para que resistan las inundaciones, antes de que el mundo llegue a su límite de resiliencia.