El príncipe heredero de Arabia Saudita Mohammed bin Salman le dijo a un asistente en 2017 que usaría “una bala” para Jamal Khashoggi, el periodista asesinado el pasado 2 de octubre.
La amenaza se iba a cumplir si Khashoggi no regresaba al reino y si seguía con sus críticas hacia el gobierno saudita, de acuerdo con actuales y ex funcionarios de EU y extranjeros que tienen conocimiento directo de los informes de inteligencia.
La conversación, interceptada por agencias estadunidenses, es la evidencia más detallada hasta ahora de que el príncipe pensaba asesinar a Khashoggi mucho antes de que un equipo de sauditas lo estrangulara dentro del consulado del reino en Estambul (Turquía) y luego descuartizaran su cuerpo.
El gobierno saudita negó que Mohammed tuviera alguna participación en el asesinato y el presidente Donald Trump demostró públicamente poco interés en tratar de obtener las pruebas para saber quién había sido el responsable.
Ahora, con los demócratas controlando la Cámara de Representantes, los legisladores esperan un impulso para que finalmente se sepa quién estuvo detrás del asesinato.
Aparentemente la conversación fue transcripta y analizada recientemente, como parte de un esfuerzo de las agencias de inteligencia para encontrar la prueba de quién fue el autor del crimen.
Durante los últimos meses, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) ha hecho circular informes entre otras agencias de espionaje, la Casa Blanca y los aliados extranjeros cercanos, acerca de las comunicaciones de Mohammed.
Aquella conversación entre el príncipe heredero y su asistente Turki Aldakhil tuvo lugar en septiembre de 2017, cuando los funcionarios del reino estaban cada vez más alarmados por las críticas de Khashoggi.
Ese mismo mes el periodista comenzó a escribir columnas de opinión para The Washington Post y los altos funcionarios sauditas conversaban sobre cómo cercarlo para que regresara al país.
En la charla el príncipe heredero dice que si no lo pueden persuadir para volver, entonces tendría que ser por la fuerza.
Entonces es cuando menciona que iría tras Khashoggi “con una bala”, de acuerdo con quienes conocían uno de los informes de inteligencia, escrito a comienzos de diciembre.
Días antes de la conversación con Aldakhil, de acuerdo con el mismo informe, el heredero se quejó ante otro asistente, Saud al-Qahtani, porque Khashoggi se había vuelto demasiado influyente.
Expresó que los artículos de Khashoggi y los posteos en Twitter estaban afectando su imagen como reformador progresista, y la crítica era más tajante porque venía de un periodista que alguna vez había respaldado su agenda.
Cuando al-Qahtani dijo que cualquier movimiento contra Khashoggi era riesgoso, su jefe lo reprendió: Arabia Saudita no debía preocuparse por la reacción internacional sobre cómo maneja a sus propios ciudadanos.
Las agencias de inteligencia estadunidenses identificaron a al-Qahtani como el líder de la operación que asesinó a Khashoggi.
Después del crimen de Khashoggi, el reino anunció que al-Qahtani ya no era asesor de la corte real y se inició un proceso penal contra 11 individuos involucrados en la operación.
En esta línea, un funcionario declaró el jueves: “El Reino de Arabia Saudita avanza con su investigación y ya imputó a una cantidad de funcionarios relacionados con el crimen”.
Días después del diálogo sobre la bala, Khashoggi escribió su primera columna para el Post: “Arabia Saudita no siempre fue tan represora. Ahora es insoportable”. Fue un ataque fulminante a las medidas enérgicas del príncipe heredero.
“Dejé mi casa, mi familia y mi empleo y alzo mi voz”, escribió el periodista. “Hacer lo contrario sería traicionar a quienes languidecen en prisión. Puedo hablar cuando tantos no pueden hacerlo”.