Tenía tan solo 8 años de edad cuando unos hombres se llevaron a su padre. Nunca más lo volvió a ver. Murió torturado “en la cárcel de los talibanes; los mismos que han matado a mi suegro”, afirma Nasim, quien huyó junto a su esposa, Zainab, de Afganistán poco antes de que se desatara el pánico en el aeropuerto de Kabul tras la retirada de las tropas occidentales.
“Hace tres meses decidimos salir de Afganistán porque recibimos muchos mensajes con amenazas”, cuenta Nasim, sentado en una acera de La Rambla en Barcelona. El joven afgano pertenece a la minoría baluchi chiíta; su lengua materna es el darí, dialecto persa predominante en Afganistán. Bashir, presidente de la Asociación Cultural Afgana en Cataluña, traduce su relato: “no queríamos salir de casa, estábamos escondidos. Teníamos miedo. Yo mismo era objeto de los talibanes, me querían matar.”
En su país natal, la familia de Nasim es conocida por sus cargos políticos, aunque él se dedica a la industria. Hasta hace tres meses, dirigía una empresa constructora en Mazar-i-Sharif, cerca de la frontera con Uzbekistán.
Fue ahí donde le aconsejaron que tuviera precaución, pues “recibimos muchos mensajes que decían que teníamos que dejar nuestras actividades y colaborar con los talibanes. Colaborábamos o teníamos que pagar”. Un precio que para Nasim ya había sobrepasado cualquier valor, primero con la pérdida de su padre y cinco años atrás, la de su hermano que “trabajaba en el consulado de Pakistán y los talibanes lo mataron”.
Nasim y Zainab esperan a su primer hijo, por quien decidieron abandonar su país antes de ser encontrados por los talibanes.
“Nos piden información del gobierno. Tenemos que darles la información de seguridad o lo que sea, y también tenemos que pagarles dinero o pagar rescates” explica el joven ante la mirada de su pareja, que luce un embarazo de 6 meses.
Las mujeres “no podemos salir de casa sin nuestros maridos, sin un hombre. No podemos estudiar. Nos preocupa nuestro futuro”. Confiesa Zainab, estudiante de Magisterio y parte del 37 por ciento de población femenina alfabetizada.
“Los talibanes no dejan a las niñas estudiar más que primaria. Lo básico para que puedan leer y escribir un poquito para que no avancen y no exijan sus derechos. No pueden tener amigas; si se hacen novias de alguien te castigan en público, llaman a todo el mundo. Te castigan en público y luego las matan”, añade Nasim.
Días antes de la toma de Kabul, la pareja, ya amenazada, solicitó un visado de turismo al consulado de España argumentando una visita a un primo que vive en Mallorca. Una vez en suelo español pidieron asilo.
Nasim y Zainab permanecieron detenidos en el aeropuerto de El Prat en Barcelona en espera de la resolución a su solicitud, finalmente favorable debido a la situación del país.
“El gobierno de España me ayudó y por eso estoy vivo” repite Nasim cada que puede, agradecido de respirar cierta paz; la misma que desearía para el resto de sus familiares, aún en Afganistán.
“Ellos están preocupados y tienen que cambiar constantemente de sitio porque los talibanes los están buscando. No nos dicen mucho para que no nos preocupemos, pero sabemos de lo que hablan”, reconoce.
Nasim no ha dejado de tener contacto con su gente, aunque no le dan las noticias que quisiera.
“Una chica que trabajó muchos años en el ministerio de interior, muy joven, trabajadora, hace una semana intentó salir desde el aeropuerto de Afganistán pero no lo logró. Este lunes se ha suicidado. Ha pensado: antes de que el talibán me mate, me mato yo”, aventura Nasim, culminando así su relato.
En 2020, España concedió asilo a 174 afganos. En los últimos días la operación evacuación dirigida por el servicio de seguridad de la Embajada de España en Kabul ha trasladado a la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid) a mil 200 personas de las cuales mil 40 han solicitado asilo. España espera rescatar entre 800 y mil personas más a la espera de datos oficiales de las detonaciones en el aeropuerto este jueves.
dmr