El Volcán de Fuego no da tregua. A tres días de su erupción causó otra oleada de pánico.
La mañana transcurría en calma y algunos pobladores tuvieron oportunidad de ingresar a lo que queda de sus casas para sacar las pocas pertenencias que no se dañaron.
“Estoy desde el domingo con lo que traigo puesto, no habíamos podido volver, pero ya me voy a llevar lo que pueda porque está difícil entrar, los guardias no nos están dando permiso”, explicó Herson Montoya mientras llenaba un costal con prendas de toda su familia.
Otros no pudieron pasar. Hay habitantes de la zona que ruegan a las autoridades entrar para buscar a sus familiares, aunque en el fondo saben que la búsqueda puede ser en vano.
Así vive Rosalinda Mireles, con más angustia que esperanza. Su hija de 15 años está desaparecida. La menor la llamó por teléfono justo cuando el material volcánico alcanzó su comunidad.
“Cuando yo llegué a Antigua llamé a mi nena y empezó a gritarme: “¡Mamá, ¿qué hago? No puedo salir, me estoy ahogando!” y ahí se cortó la comunicación y no supe más de ella. Es una tristeza para mí, no aparece mi hija”, se lamentó estremecida.
No es que la autoridad no quiera ayudar, es que el peligro de estar en la zona afectada es mayor. La tierra que cubre las casas y calles tiene debajo material incandescente. Además, en cualquier momento puede ocurrir otra emergencia.
Sobrevivientes
La búsqueda seguirá varios días, aunque las autoridades admitieron que será casi imposible hallar sobrevivientes por la naturaleza de la erupción, que arrasó varios poblados con una avalancha de lodo y ceniza ardiente. “Vamos a seguir hasta que encontremos a la última víctima, aunque no sabemos cuántas hay, pero vamos a revisar el área las veces que sea necesario”, prometió Sergio Cabañas, de la Coordinadora para Desastres (Conred).
Y así ocurrió. Cerca de las dos de la tarde las labores de rescate se detuvieron, las comunidades fueron desalojadas y regresó el temor.
Aunque primero corrió la versión de una nueva explosión, lo que sucedió fue el escurrimiento de material volcánico conocido como lahar, producto de la erupción del domingo.
El aumento de la actividad volcánica causó pánico en la ciudad de Escuintla, cercana al coloso, donde pobladores abordaron sus automóviles para salir del lugar, provocando caos vial.
Aunque los rescatistas tienen toda la disposición de buscar sobrevivientes, saben que la labor será complicada y, si sucede, será un milagro, pues las casas no sólo están sepultadas por arena, sino también por material con cientos de grados de temperatura.
“Aquí está difícil por la sencilla razón de que la gente no salió de sus casas y se quedó prácticamente sepultada bajo toneladas de tierra, va a ser difícil la extracción de esas víctimas”, explicó el bombero Luis Alberto Moreno.
Ante este escenario, los pobladores cercanos al volcán únicamente están pidiendo apoyo para que sus comunidades sean reubicadas. Muchos ya perdieron la esperanza de seguir en el lugar donde han hecho su vida, porque es muy peligroso.
Foto: Jorge Carballo | Milenio
Pero lo peor es que ya no tienen nada que los una a su pueblo, ya sea porque perdieron a sus familias o sus viviendas y no confían en que alguna vez pueda ser reconstruida la pequeña aldea, como ellos le llaman.
“Nosotros estamos aquí todavía porque Dios y su misericordia nos salvó, pero mucha gente se quedó enterrada porque no hubo ninguna alerta. Está perdida mi casa, perdí cinco familiares”, dijo Rogelio Reyes.
Ahora sólo están a la espera de poder recuperar algún cuerpo y despedir a sus seres queridos, “aunque sea en el ataúd”.
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