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La medida obligó a más de 200 supermercados a reducir los precios a los niveles de hace un mes a pesar de la hiperinflación que azota a la nación petrolera.
"¡Tenemos hambre! ¡Queremos comida!", gritaban en coro, mientras golpeaban las puertas de un importante supermercado del el este de Caracas que estuvo cerrado durante horas.
El mandatario venezolano decretó un alza del salario mínimo, aunque a la tasa del mercado paralelo representa sólo dos dólares por mes. La moneda venezolana, el bolívar, se ha debilitado alrededor de un 98 por ciento frente al dólar en el último año.
Los precios de los alimentos básicos aumentan casi a diario en un país donde ya muchos tasan en dólares su mercancía pese a que la población no tiene forma de comprar divisas debido al férreo control de cambio que mantiene el gobierno.
Con una inflación, que según una medición del Congreso controlado por la oposición llegó a cuatro dígitos en 2017, las filas en los supermercados habían disminuido por lo costoso que resultaban el arroz, la harina de maíz, de trigo o los huevos.
El presidente Maduro, electo por un estrecho margen en el 2013 tras la muerte de Hugo Chávez, culpa a la oposición, Estados Unidos y a los empresarios de librar una denominada "guerra económica" contra su Gobierno.
Los críticos, en cambio, afirman que la crisis se debe a estrictos controles de divisas y de precios que están vigentes desde hace más de una década, y a una política económica mal planificada.
La estatal Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde) ordenó a 214 supermercados que pertenecen a 26 cadenas bajar los precios.
Varios venezolanos en las afueras del supermercado del este de la capital dijeron que las decisiones de Maduro son un desastre. Pero aún planeaban aprovechar la rebaja de los precios y conseguir alimentos para sus familias.
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"Mala política. Pero tenemos que comer", dijo bajo un sol abrasador Edgar Romero, un percusionista de 45 años que apoyó a Chávez, pero que está decepcionado con Maduro.