En el calor de un verano sofocante, a nadie se le ocurre refrescarse en una tina de agua caliente. Pero en partes de Florida, esa ha sido precisamente la sensación al entrar al mar.
A principios de la semana, las temperaturas en la superficie del Atlántico alcanzaron los 38.4 grados Celsius (101.2 Fahrenheit) en bahía Manatee, en el extremo sur del estado, según el Servicio Meteorológico Nacional.
“Era como si no existiera diferencia entre la humedad del aire y entrar al agua”, dijo Chelsea Ward, residente de Fort Myers, Florida.
Las temperaturas superiores a los 35 grados son impresionantes incluso en Florida, donde los ciudadanos están habituados al calor y donde muchos jubilados buscan refugio del frío invierno del norte. Una tormenta el miércoles trajo un poco de alivio al bajar las temperaturas a 29°C.
Es natural que los seres humanos busquen refrescarse en el agua. Cada verano, millones toman sus trajes de baño para pasar un día en la playa, refrescarse y olvidar por unas horas el trabajo y las preocupaciones cotidianas. Las piscinas ofrecen el mismo alivio y además son un lugar de reunión de amistades. Pero cuando las temperaturas son demasiado elevadas, se pierde en parte ese atractivo.
Cuando hace calor, el cuerpo se refresca mediante el sudor, que se evapora y libera calor. Una zambullida en el mar suele ser tan refrescante porque transfiere calor del cuerpo al agua. Pero al aumentar la temperatura del agua, la transferencia de calor se vuelve menos eficiente, dijo Michael Mullins, médico de emergencias en el hospital Barnes-Jewish de St. Louis.
Una tina caliente —o un lugar del mar donde la temperatura del agua supera la corporal— invierte la transferencia de calor, del agua al cuerpo. Esto no es agradable en una jornada húmeda y candente en Florida.
“Es la misma sensación”, dijo Mullins, “que nadar en un plato de sopa”.
Científicos buscan rescatar corales de los arrecifes
Frente a las costas del archipiélago de los Cayos, decenas de científicos trabajan contra reloj para rescatar los corales de los arrecifes, en peligro de muerte por el fuerte aumento de la temperatura del océano.
El objetivo es ponerlos a salvo en varios laboratorios de la región, donde se conservan en tanques con agua salada a una temperatura ideal para ellos.
Estos animales pueden vivir en aguas de entre 21 y 28.8ºC, explica Alex Neufeld, coordinador tecnológico de la ONG Coral Restoration Fundation.
Pero si el mar está demasiado caliente, los corales expulsan las zooxantelas, unas algas que viven en sus tejidos y les proporcionan alimento y energía, además de su color. Cuando eso ocurre, los corales se vuelven blancos, un síntoma de que su vida corre peligro si no cambian pronto sus condiciones.
En el estrecho de Florida, las temperaturas del agua llevan días superando los 32ºC y el lunes alcanzaron incluso los 38.38 ºC en la bahía de Manatee, un récord.
"El agua caliente no es buena para ningún organismo marino, ya sean corales, peces, langostas", dice Neufeld. "Así que corremos el riesgo de ver muertes masivas de peces, tortugas marinas, cosas por el estilo".
La magnitud del blanqueamiento de corales y el hecho de que haya ocurrido tan pronto en el año, con gran parte del verano aún por llegar, son los mayores motivos de preocupación para los científicos.
"Es el peor episodio de blanqueamiento de corales que he visto", añade Neufeld. "Y creo que mucha gente estará de acuerdo en que tiene el potencial de ser el peor que los Cayos hayan experimentado jamás".
El arrecife de Florida, uno de los más grandes del mundo, se extiende unos 580 kilómetros desde las islas Dry Tortugas, 110 kilómetros al oeste de los Cayos, hasta la ensenada de St. Lucie, casi 200 kilómetros al norte de Miami.
Su rol medioambiental es crucial ya que, además de ser el hábitat de numerosos animales marinos, forma una de las principales barreras de protección ante los huracanes y las marejadas ciclónicas.
Un impacto económico
Brian Branigan es un testigo diario de la degradación de esa barrera de arrecifes. Este capitán de 65 años es dueño de un negocio de alquiler de barcos en Big Pine Key, uno de los Cayos de Florida.
"Lo que ha pasado en las últimas dos semanas es terrible, impactante. Quería llorar cuando estaba en el agua buceando", dice, mientras pilota una lancha motora hasta el arrecife Looe, a unos 10 kilómetros de la costa.
Ahí, a escasos metros de la superficie del mar, barracudas, peces loro y cirujano nadan en el lugar del desastre. A su lado los corales del arrecife, habitualmente coloridos, son ahora una enorme mancha blanca.
Branigan, que aprendió a bucear en esta misma costa hace 48 años, espera que la temperatura del agua baje pronto. En su caso, la preocupación no se debe solo al medioambiente, sino también a su negocio.
Empresas como la suya, que lleva a turistas a pescar o a bucear, dependen en gran medida de la supervivencia de los arrecifes coralinos.
"Estamos preocupados por el impacto personal y financiero. Estoy seguro de que esto tendrá alguna consecuencia negativa, incluso catastrófica", lamenta Branigan.
Según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, los arrecifes coralinos de Florida generan 2 mil millones de dólares en ingresos locales y 70 mil 400 empleos a tiempo completo y parcial.
Brad Roberts es uno de esos turistas claves para la región. Esta semana ha viajado con su familia desde Fort Myers, en la costa oeste de Florida, hasta Islamorada, en los Cayos, para pescar langostas.
"Lo que está pasando es muy triste de ver", lamenta este empleado de aseguradora de 48 años. "Mucha de la gente de aquí vive de los arrecifes. Y no creo que la gente quiera venir a ver un montón de corales muertos".
"Los capitanes tienen cada vez más problemas para llevar a sus clientes hasta los peces que vienen a buscar", añade. "Y si vienes aquí y tienes cuatro viajes de pesca malos y sólo uno bueno, probablemente querrás gastar tus dólares de turista en otro lugar".
EHR