Alabó a Barack Obama por su gestión del huracán Sandy e insiste en la política social, pero tiene fama de perder los nervios y quedó mellado por la trama del "Bridgegate". El gobernador de Nueva Jersey, el republicano Chris Christie, se lanza a la carrera por la Casa Blanca, pero no en su mejor momento.
Christie representa el carácter que enorgullece a los habitantes de Nueva Jersey: poco sofisticado en sus maneras, brusco a veces pero franco, cercano y fiable. Padre de cuatro hijos en una familia católica, con orígenes humildes en la ciudad de Newark y que lidia abiertamente con el sobrepeso. Una especie de James Gandolfini de la política.
"Soy un conservador. He gobernado este estado como un conservador, y creo que eso ha llevado a que algunos estén en desacuerdo conmigo en este estado. La diferencia es que no he tratado de esconderlo, o enmascararlo como otra cosa", dijo el año pasado, con su fórmula de ir siempre por la verdad por delante.
Nacido el 6 de septiembre de 1962, subió a la escena política casi por sorpresa en 2001, cuando el entonces presidente George W. Bush lo nombró fiscal general de Nueva Jersey, y en 2009 se convirtió en gobernador del estado con un ajustada victoria.
Fue en 2012 cuando llamó la atención del partido con su conferencia en la Convención Nacional Republicana de 2012. Su discurso estuvo atravesado por la política social, casi paternal: habló de la importancia de la jubilación, de la educación y de la pobreza y las reconcilió con cuadrar presupuestos, atraer inversores y potenciar la economía.
Así, frente al perfil polarizador de un Donald Trump o la tradición política que ayuda pero también lastra a Jeb Bush, Christie aporta con su perfil presidenciable rumoreado durante años una cara nueva, un presidente sin delirios de grandeza que escucha a los ciudadanos, con capacidad de adaptación al paso de los tiempos y con flexibilidad respecto a los pilares más radicales de su partido.
Una voz que devuelva el buen funcionamiento y los valores a los votantes republicanos y que atraiga también a los que dudan de la eficiencia económica de la alternativa demócrata.
"Chris podría fácilmente convertirse en nuestro candidato (para las elecciones de 2016), salvar a nuestro partido y ayudarnos a devolver a este país al camino correcto de nuevo. No se puede encontrar a nadie mejor que Christie", dijo de él Mitt Romney en 2013.
Aunque se mostró contrario al matrimonio homosexual, acabó cambiando su opinión en pos del pragmatismo y desde el principio se ha mostrado integrador con la comunidad inmigrante, pues no en vano, Christie tiene orígenes italianos e irlandeses.
"Mi partido, francamente, ha sido culpable en algunos aspectos por hablar de un modo que no suena muy agradable para los nuevos miembros" de la población del país, dijo hace unos días Christie en Washington. Así, en Nueva Jersey, él mismo se encargó de que los indocumentados pudieran estudiar, aunque no les dio acceso a las ayudas económicas.
Pero ante ese perfil de integridad y autenticidad, una mancha quizá imborrable cayó en su expediente cuando en septiembre de 2013 se cerraron sin previo aviso dos carriles del puente George Washington que une Fort Lee (Nueva Jersey) con el Alto Manhattan (Nueva York), lo que provocó una gran congestión de tráfico en el lado de Nueva Jersey durante cuatro días.
Poco después empezaron a surgir acusaciones de que en realidad todo fue producto de una operación orquestada por el entorno del gobernador para "castigar" al alcalde demócrata de Fort Lee, Mark Sokolich, por no haberlo apoyado en su reelección.
Y fue entonces cuando su imagen pasó de ser la del visceral tradicional pero de buen corazón al iracundo vengativo. Christie se declaró "avergonzado y humillado" por la conducta de algunos miembros de su equipo, aunque eran miembros tan de confianza que, aunque no se pudo demostrar su implicación, su reputación quedó más que tocada.
En los meses posteriores, se le pudo ver perdiendo los nervios frente a una víctima del huracán Sandy que le estaba boicoteando una rueda de prensa. "Ten tus quince minutos de fama", le dijo, para añadir: "Siéntate y cállate".
Su campaña intenta cubrir un tupido velo sobre esta faz del político y quiere devolver al mejor Christie, como quedó claro en su discurso: "No tengo ni idea de cómo terminará esta travesía, pero alguien en Estados Unidos como yo tendrá la oportunidad de buscar el puesto más alto en el mundo", aseguró.