Olaf Scholz asumió oficialmente hoy como canciller de Alemania, dando paso a lo que él mismo se refiere como "nuevo comienzo" para el país, el mismo que Angela Merkel impregnó una hualla en sus 16 años como líder, un hecho no menor para el reciente representante, quien deberá abordar puntos importantes tanto para esa nación, el continente y el mundo.
El nuevo canciller, la apuesta del Partido Socialdemócrata (SPD), deberá tomar el desafío que implica el covid-19, la vacunación contra el virus, la crisis climática, así como la postura de Alemania en otros temas claves.
"Será un nuevo comienzo para nuestro país. Haré todo lo posible para lograrlo", declaró el socialdemócrata de 63 años, justo antes de que Merkel dejara la cancillería, entre aplausos de los empleados.
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Scholz, el líder juvenil de los socialistas que terminó como vocero de Schröder
Scholz, nacido en Osnabrück en 1958 —al norte de Alemania— e hijo de textileros, se había integrado a Partido Socialdemócrata en 1975 cuando apenas era un estudiante de bachillerato, en el que se involucró en las filas juveniles del SPD a los 17 años.
Durante los años de 1980 fungió vicepresidente juvenil del partido, e incluso alcanzando a ser vicepresidente de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas de 1987 a 1989, poco antes de la caída del Muro de Berlín.
Entonces tenía cabello largo y coqueteaba con las ideas más de izquierda del partido. Más bien calvo en la actualidad, se hizo abogado especialista en derecho laboral y en 1998 fue elegido diputado.
Ahí dio su salto al primer plano de la política durante la era del último canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder (1998-2005), ya que durante la década estuvo fungiendo en cargos administrativos dentro del SPD.
Para el año 2000, llegó a ser el presidente del partido en Hamburgo. Entre 2002 y 2004, cuando Schröder no sólo era canciller sino también presidente del Partido Socialdemócrata (SPD), Scholz fue secretario general de la formación política y, como tal, un defensor radical del paquete de reformas conocidas como la Agenda 2010.
La iniciativa de Schröder implicaba recortes sociales y llevó a una escisión dentro del SPD y al surgimiento del partido Die Linke (La Izquierda), en el que los disidentes socialdemócratas se unieron a los pos-comunistas.
Siendo secretario general, Scholz declaró que las diferencias que tenía el SPD con Die Linke eran más grandes que las que tenía con cualquier otro partido. En esos momentos todavía no existía la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).
Además, tenía que explicar todos los días ante las cámaras el detalle de las impopulares reformas liberales de Schröder. Tras una serie de derrotas electorales, Scholz debió ceder en 2004 su puesto de secretario general, antes de volver en 2007 como ministro de Trabajo, ya plenamente en el gobierno de la canciller conservadora Angela Merkel.
Después de las elecciones federales de 2009, cuando el SPD dejó el gobierno, Scholz fue elegido líder adjunto del partido, en sustitución de Frank-Walter Steinmeier —el actual presidente alemán— quien ese entonces fungía como líder de la oposición.
Su pragmatismo como alcalde de Hamburgo y ministro de Merkel
Su carácter pragmático volvió a ponerse de relieve durante su gestión como ministro de Trabajo de la primera gran coalición de Merkel, cuando fue responsable de la ley que establecía un aumento paulatino de la edad de jubilación hasta los 67 años.
Como ministro impulsó la ley que reglamentaba la jornada reducida subvencionada, uno de los instrumentos claves con los que la primera gran coalición evitó que el desempleo se disparara en Alemania durante la crisis económica y financiera internacional de 2008.
Su pasado y su gestión en el ministerio hicieron durante un tiempo que su nombre fuera casi una provocación para el ala izquierdsta del SPD, ya que en su etapa tuvo en su disposición a recurrir al gasto en momentos en que lo considera necesario, sin pensar demasiado en la financiación.
Scholz recobró el protagonismo al ganar las elecciones regionales de Hamburgo en 2011. A nivel local, el ex alcalde casado con una militante del SPD, pudo parecer dispendioso al hacer de la niñez y de la vivienda social las prioridades de su mandato.
Pero, aunque disparó el presupuesto de la ciudad que gobernó entre 2011 y 2018, como ministro se aferró a su credo: "No se da lo que no se tiene".
"Scholz estaba dispuesto a gastar dinero cuando lo consideraba políticamente necesario", explicaba un analista del periódico económico Handelsblatt, Chistoph Kapalschinski, en un artículo titulado "La financiación se arregla después".
Aunque obtuvo su reelección en 2015, dos años más tarde sería fuertmente criticado por su gestión durante las violentas protestas registradas durante la reunión del G20 en 2017.
Con Merkel, que lo apoyó en 2017 cuando enfrentó llamados a renunciar tras las violentas manifestaciones durante la cumbre del G20 en Hamburgo, mantenía una relación de confianza, mismo fue nombrado en 2018 como ministro de Finanzas, sustituyendo al democristiano ortodoxo Wolfgang Schaüble.
El ministro rompió con el tono a menudo tajante y moralizador de su antecesor, especialmente ante países del sur de Europa considerados laxistas, pero no desbarató su rigurosa gestión financiera.
El mismo lema pareció orientar las decisiones que se tomaron frente a la pandemia que llevó a que Alemania relajará el estricto curso de consolidación fiscal que había seguido Schäuble. En la campaña de Scholz la clave está en las inversiones, relacionadas tanto con la reconstrucción económica como con la lucha contra la crisis climática.
Su gestión bajo el gobierno de Merkel le ha permitido crear confianza en muchos sectores que tienden a identificarlo como una apuesta por cierto grado de continuidad.
Su postura centrista lo llevó a quedar marginado por un tiempo en su propio grupo político. En 2019, Scholz se propuso para liderar el partido, pero los militantes escogieron a dos casi desconocidos claramente más a la izquierda.
Pese a su derrota de 2019, el SPD, uno de los partidos más antiguos de Europa, escogió a Scholz como su candidato para septiembre, rechazando las acusaciones de laxismo en la sonada quiebra de la sociedad financiera Wirecard.
Sin embargo, Scholz logró recuperar terreno con la pandemia, cuando no dudó en romper con la ortodoxia presupuestaria. Tras una década de acumular excedentes, Alemania contrajo miles de millones de euros en nuevas deudas desde 2020, en detrimento de sus estrictas reglas constitucionales.
"Todo eso es caro, pero no hacer nada sería aún más caro", insistió Scholz, opuesto a la reducción del impuesto sobre grandes fortunas prometida por los conservadores y favorable a un aumento del salario mínimo.
OMZI/dmr