Acostumbrado a las grandes remontadas, el presidente del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, evalúa si tiene una vez más chances de sobreponerse a un contexto adverso, que se precipitó con la apertura de una investigación sobre su esposa por presunta corrupción.
"Aprendí a esforzarme hasta que el árbitro pita el final del encuentro", aseguró el jefe del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), gran aficionado al básquet, en una autobiografía titulada "Manual de resistencia".
El plazo se lo fijó él mismo, al anunciar por sorpresa que el lunes dirá si debe "continuar al frente del gobierno o renunciar a este alto honor".
Con una sonrisa seductora, afable y telegénico, el mandatario -apodado El Guapo al comienzo de su carrera- es un habitual de los giros de guion, que le han permitido darle la vuelta a situaciones difíciles en más de una ocasión.
Nacido el 29 de febrero de 1972 en Madrid de una madre funcionaria y un padre empresario, cursó Economía en Madrid y Bruselas. Concluyó sus estudios con un controvertido doctorado en una universidad privada madrileña, acusado de haber plagiado su tesis, algo que él desmiente.
Militante del PSOE desde la adolescencia, un Sánchez por entonces casi desconocido se convirtió en su secretario general en 2014 tras las primeras primarias celebradas en esta formación centenaria.
Dos años más tarde, sin embargo, recibiría un duro revés cuando, tras cosechar los peores resultados electorales de la historia del partido, fue defenestrado del liderazgo socialista por una rebelión interna.
Pero gracias al apoyo de los militantes, volvió por la puerta grande siete meses después, tras haber hecho campaña en su automóvil por toda España con un puñado de fieles para seducir a los socialistas de base, que lo reconducirían al frente del partido.
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Golpe de efecto
Esta tenacidad lo llevaría al poder en junio de 2018 tras un nuevo golpe de efecto. Aglutinando a toda la izquierda, junto a los independentistas vascos y catalanes, consiguió derribar con una moción de censura al conservador Mariano Rajoy, debilitado por un escándalo de corrupción, y convertirse en presidente del gobierno.
La falta de una mayoría estable le acabó obligando a convocar dos elecciones legislativas consecutivas en 2019, en las que venció. Finalmente, decidió formar un gobierno de coalición con sus antiguos enemigos íntimos de la izquierda radical de Podemos, con los que logró mantenerse en el poder.
Pese a gobernar en minoría, durante su mandato consiguió impulsar un vasto abanico de reformas, como la subida de casi un 50% del salario mínimo, una reforma del mercado laboral y las pensiones o la ley que rehabilita la memoria de las víctimas de la Guerra Civil (1936-1939) y de la dictadura de Francisco Franco (1939-1975).
Dado por muerto políticamente tras una debacle de la izquierda en las elecciones locales del 28 de mayo, Sánchez, uno de los pocos socialistas al frente de un gobierno europeo, se arriesgó y convocó inmediatamente elecciones generales en las que llegó de segundo, detrás de su rival conservador, Alberto Núñez Feijóo.
Pero multiplicó las conversaciones para formar una mayoría tras el fracaso del líder de la derecha en su intento de ser investido presidente del gobierno.
Y finalmente este ex miembro del gabinete del alto representante de la ONU en Bosnia, visto como hábil y pragmático, logró ser reelegido en noviembre por el Parlamento a cambio de importantes concesiones a partidos regionales.
La principal de ellas fue impulsar una ley de amnistía para los independentistas procesados por la justicia, principalmente por su implicación en la tentativa de secesión de Cataluña en 2017, a la que se oponía en el pasado.
MO