El niño/pandillero que intenta recordar un momento de felicidad en su vida y no lo encuentra, no sabe lo que es; el relato de la migrante violada en su tránsito por México, relato que el periodista ha escuchado una y otra vez; testigos, fuentes periodísticas que tienen el tiempo contado y a las cuales no se les puede hacer ninguna promesa.
Seres que aprovechan cualquier circunstancia para obtener ganancias a costa de los demás, dividendos de almas laceradas, sumidas en entornos de miseria y violencia. Secuestros, extorsiones, violaciones, miedo. Eso cuenta Óscar Martínez en su libro Los muertos y el periodista.
En sus libros, el periodista salvadoreño cuenta los múltiples riesgos que ha corrido. Le pregunto si está consciente de que ha puesto en riesgo su vida:
“Yo creo que una carrera periodística se compone de un montón de cosas: es el cúmulo de malas decisiones y buenas decisiones que tomaste. El primer libro que hice que publiqué a los 27 años Los migrantes que no importan después de viajar con migrantes centroamericanos por México, muchas decisiones fueron producto de la inconsciencia y de la aventura, sin cálculo y en un país al que yo respeto mucho porque está regado con sangre de mis colegas. No es la mejor decisión, hay que respetar la manera en que hacés las cosas”.
Los periodistas siempre caminamos entre líneas opacas bien delgadas, bien poco perceptibles, añade.
"En el momento en que patees esa línea, la lectura, la planificación, la determinación pasa a ser estupidez y eso es muy delgado. ¿En qué momento eso ocurre? Cada reportero te lo dirá. Si al final lograste ponerle punto final podés decir cómo lo hiciste. En el periodismo, en el que no va, sólo puede decir que no fue; el que fue puede decir si le sirvió o no, y al final el periodismo te exige”.
Ante los riesgos, señala que “los periodistas tenemos que aprender a protegernos porque está claro que nadie más lo va a hacer”.
Escribe en su libro Los periodistas y los muertos: “Nuestro trabajo no es estar en el lugar indicado a la hora indicada. Ese es el trabajo de los repartidores de pizza o de los trenes. Nuestro trabajo no es decir cosas. Nuestro trabajo son otros verbos: entender, dudar, contar, explicar, desvelar, revelar, afirmar, cuestionar. Ninguno de esos verbos se alcanza sólo con lo que sale de la boca de un policía tras un ‘enfrentamiento’. Pero tantos parecen aceptarlo con tanta normalidad”.
El periodista de El Faro afirma que vivimos una era de caudillos, en todas partes. “Hartos de la política tradicional Latinoamérica empieza a reaccionar buscando mesías que los salven”.
Sobre lo que vivimos en Latinoamérica precisa que muchos países de Latinoamérica no conocemos de paz.
“Ustedes en México no conocen qué es paz ni nosotros en El Salvador. Conocen qué es menos guerra, conocen qué es menos muertos, conocen qué es que algunas zonas dejen de ser rojas, pero paz, cómo se ejecuta eso, no lo conocemos”.
Óscar Martínez dice enfático: “Cómo construir paz es una lección que no sabemos. No ha habido reconciliación, no ha habido procesos de perdón, no ha habido justicia. La lección de nuestra tierra y de nuestros periodos violentos que quedó y en México sigue quedando es: se puede ser impune. Y esa es una lección latinoamericana en los países más violentos de Latinoamérica. La impunidad y el desconocimiento de la paz son dos elementos indispensables para la construcción de la América Latina violenta”.
Respecto a los riesgos de hacer periodismo en El Salvador dice que es muy difícil, “es muy desgastante, la gente del periódico (El Faro) del que yo soy jefe de redacción, a la que admiro, se están dejando el pellejo, su tranquilidad emocional, la paz de sus familias por hacer esto, pero es un compromiso que aprecio. Es decir, nadie de nosotros pensó nunca que esto no iba a ser difícil, nunca pensamos que develar corrupción, violencia, impunidad, crímenes de guerra en una región violenta y con Estados débiles como El Salvador, Guatemala y Honduras iba a ser fácil. La gente aprende a sobrevivir, sobrevivir es un verbo muy latinoamericano”.
“Ya has escrito mucho sobre violencia, ¿no es suficiente?, le pregunto. Me dice: “Si crees que un asesino es alguien que tenía el ADN corrupto y podrido y por eso nació de esa forma no vas a entender la región en la que vives o si pensás que alguien se hace pandillero a los 9 años porque tenía vocación de pandillero y no porque el mundo sólo le ofreció ser nadie toda la vida”.
Óscar Martínez cree que el periodismo puede ser un eslabón de cambio social, sin los otros eslabones es sólo un papel escrito.
Escribe en su libro Los muertos y el periodista: “De pronto los vi tropezándose en la plaza y sentí una tristeza abrupta, como un puñetazo en una fiesta, y todo rasgo de satisfacción se fue. Quise poder protegerlos, quise seguir con ellos, llevarlos al norte, quise emborracharme con ellos y hablar como amigos de lo vivido esos días, sin pensar en ningún porvenir incierto. No hice nada de eso. Mi trabajo había terminado. Yo lo sabía. Yo de ellos ya no quería información, pero para ellos sólo quería bienestar. Ya no me interesaba ser periodista y anhelaba ser amigo. Pero no era amigo, era periodista. Nunca los volví a ver”.
ledz