En un pintoresco pueblo en la frontera entre Canadá y Estados Unidos, excavadoras trabajan bajo un cielo plomizo para devolver a los canadienses el acceso a una biblioteca pública binacional, tras la decisión de la administración Trump de poner fin a su estatus de excepción.
Durante más de un siglo, los canadienses en Stanstead, Quebec, habían podido entrar por la puerta principal de la Biblioteca Pública Haskell, situada en Derby Line, en el estado estadunidense de Vermont, sin pasar por la aduana.
Pero el gobierno de Donald Trump canceló ese ingreso en marzo para garantizar "una seguridad fronteriza al 100 por ciento".
"Es el fin de algo", dice a la AFP la presidenta de la junta directiva de la biblioteca, Sylvie Boudreau, de pie sobre la línea negra que marca la frontera entre ambos países, trazada en el piso del edificio.
"Cuando se hizo el anuncio (...) hubo muchísimo enojo de ambas partes", añade.
El acceso privilegiado de los canadienses a la Biblioteca Pública Haskell ya se había visto afectado por el endurecimiento de los controles fronterizos tras los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos, y casi desapareció debido a las medidas sanitarias durante la pandemia de covid-19.
"Todo cambió con Trump":
Pero la decisión de la administración Trump marca el fin de un acuerdo que simbolizaba la unidad entre Canadá y Estados Unidos en esta pequeña localidad de unos 2 mil 800 habitantes, con grandes casas rodeadas de amplios porches de madera, situada a unos 160 kilómetros al sur de Montreal.
El Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP) ahora prohíbe a los canadienses utilizar los pocos metros de acera en territorio estadunidense que dan acceso a la biblioteca, debido, según indicaron, "a un aumento continuo de la actividad transfronteriza ilícita".
"Siempre unidos"
La medida afectó a los residentes de ambos lados de la frontera.
Jonas Horsky, un francoestadunidense de 41 años que frecuenta la biblioteca de arquitectura victoriana por su contenido bilingüe, se dice "nostálgico".
"Siempre hemos estado unidos, siempre nos hemos visitado, pero ahora llevamos nuestro pasaporte con nosotros. Antes no era así", afirma el hombre vestido de manera informal que llegó en automóvil desde Derby Line.
Para la canadiense Erica Masotto, que trabaja en el Stanstead College, un internado anglófono, es "extraño" tener que entrar por lo que antes era la salida de emergencia de la biblioteca.
"La puerta se siente rara al cruzarla. Es el símbolo de la situación, en realidad", señala. "¿Por qué esta desconfianza de repente?"
"Nunca volverá a ser la misma"
El cambio en la biblioteca se produce en medio de un deterioro más amplio en las relaciones entre Estados Unidos y Canadá.
Al regresar a la Casa Blanca en enero, Trump no solo amenazó con anexionar a su vecino del norte, sino que lanzó una guerra comercial en su contra.
El jueves, decidió de forma abrupta romper las negociaciones comerciales entre los dos países.
El día anterior, el primer ministro canadiense Mark Carney, había advertido: "Nuestra relación con Estados Unidos nunca volverá a ser la misma que antes".
Estas tensiones en las altas esferas políticas tienen un impacto en la vida cotidiana.
La agencia canadiense de estadísticas señaló en junio un "cambio notable" en los hábitos de viaje de los canadienses, con una "disminución marcada" de las visitas a Estados Unidos.
SNGZ