Cuando el irlandés Barry Haughian y su esposa española Lola vieron cómo miles de personas huían de sus hogares en Ucrania, y ante la falta de espacio para ayudarlos en su casa de Madrid, decidieron ofrecer su segundo hogar: un castillo del siglo XV en el oeste de Irlanda.
En tan sólo un día, Haughian se montó en un avión rumbo a Polonia, después de haber creado una cuenta de Facebook para ofrecer refugio. 11 ucranianos (un grupo procedente de Dnipro y otro de Zaporiyia, cerca de Mariúpol) volvieron con él al castillo de Ballindooley.
"Estuvimos destrozados emocionalmente durante probablemente más de una semana. No estábamos seguros de lo que hacíamos, y sólo tratábamos de mejorar las cosas para ellos", dijo Haughian, que se aloja en el castillo de cuatro pisos con su esposa y sus dos hijos adolescentes.
"Así que ahora, cada semana mejora (...). Puedes ver cómo se les quita el peso de encima. Hay gente que viene todo el tiempo a tratar de ayudarlos. Es un verdadero 'céad míle fáilte' (cien mil bienvenidas, en gaélico) del pueblo de Irlanda".
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Los 11 refugiados forman parte de los 23 mil ucranianos que han llegado hasta ahora a Irlanda. El gobierno irlandés prevé que esa cifra podría cuadruplicarse hasta un total equivalente al dos por ciento de la población de Irlanda, y que pronto tendrá que alojarlos en centros de conferencias o pabellones deportivos.
Un mes después de su llegada, cinco miembros del grupo han encontrado trabajo en Irlanda. Sus hijos están instalados en la escuela y juegan en la finca de media hectárea con los niños de la zona, cuyas familias ofrecen constantemente desde neveras de repuesto, televisores y bolsas de turba hasta cestas de huevos frescos para Maria Nazarchuk, la entusiasta panadera del grupo.
Esta joven de 20 años, que recuerda el sonido de las bombas y los cohetes antes de emprender el viaje de tres días y 28 horas de espera en la frontera polaca para escapar de la invasión rusa, trabaja en un centro de jardinería cerca del castillo.
Estudiante de contabilidad, viajó con su madre pero dejó atrás a dos hermanos, una hermana y su abuela en la ciudad oriental de Dnipro. Espera continuar sus estudios en la Universidad Nacional de Galway en septiembre.
"Cuando íbamos a ir a otro país, lloré porque fue muy rápido. Planifico mis acciones, lo que hago con los amigos, con la familia, con la universidad, y un día no tengo ningún plan", dijo.
"Los irlandeses son muy amigables, muy amables. Toda la gente quiere ayudarnos. Soy muy feliz aquí. Tengo un buen trabajo, una buena casa. Nunca pensé que algún día viviría en un castillo".
EHR