DOMINGA.– En 2020 una viróloga china huyó a Estados Unidos, ayudada por aliados del presidente Trump que pretendían promover sus teorías no demostradas sobre los orígenes del covid-19. Su esposo sigue sin poder encontrarla.
Una mañana de abril de 2020, Ranawaka Perera cocinó huevos fritos y tomates para su esposa, Li-Meng Yan. Cuando ella dijo que no tenía hambre, él la presionó para que comiera de todos modos. Últimamente, Yan estaba tan ansiosa que a veces sentía que apenas podía respirar, y Perera estaba preocupado por su salud.
A principios de 2020, todos sus conocidos estaban estresados. Ambos trabajaban en un prestigioso laboratorio de la Universidad de Hong Kong, donde investigaban los virus, incluido un nuevo y alarmante coronavirus que se estaba extendiendo por todo el mundo.
Pero Yan estaba convencida de que la teoría predominante de que el covid-19 había surgido de un mercado de animales vivos de la ciudad de Wuhan era falsa, y que la verdad era mucho más oscura. Creía que el gobierno chino había cultivado a propósito el virus en un laboratorio y lo había liberado para desencadenar una pandemia mortal.
Perera, virólogo con experiencia, no descartó la posibilidad de un accidente de laboratorio. Pero eso habría sido muy distinto a una liberación deliberada, y le dijo a Yan, que era relativamente nueva en el campo, que era demasiado pronto para saber de dónde había salido el virus, si es que alguna vez lo descubrían. Decidió pasar menos tiempo en el laboratorio para poder cuidar a su esposa. Después del desayuno, le dijo que había planeado un viaje a una playa apartada. A Yan le encantaba el mar.
Sus intentos de calmarla fracasaron. Unos días después, Perera volvió del trabajo y descubrió que su esposa había huido de casa. No dejó pistas de adónde había ido, pero había una nota críptica garabateada en su pizarra que hacía referencia a los apodos de cariño que utilizaban el uno para el otro.
“Yoyo ama a Bingo para siempre”, decía.
Pronto, Perera se enteraría de que Yan llevaba algún tiempo en contacto con poderosos aliados del gobierno de Donald Trump, personas que tenían sus propios incentivos para culpar de la pandemia a China.
Un boleto de avión vinculado a Steve Bannon
Su boleto de avión a Estados Unidos había sido pagado por una fundación vinculada al exestratega de Trump, Steve Bannon, y al multimillonario chino exiliado Guo Wengui. Cuando llegó, la alojaron en una serie de “casas seguras” y organizaron que se reuniera con algunos de los principales asesores del presidente.
Más tarde, ese mismo verano, Perera observó atónito cómo Yan se convertía en la oradora del circuito mediático del movimiento MAGA de Estados Unidos, y participó en varias ocasiones en el programa de televisión ‘Fox News’ de Tucker Carlson promoviendo sus teorías sobre el origen de la enfermedad.
“Todo el arco de la historia y la contranarrativa que publicamos sobre la covid se debió en gran parte a Yan”, dijo Bannon en una entrevista reciente. “Se convirtió en una estrella mediática”.
En los años transcurridos desde entonces, ni Perera ni los padres de Yan, con quienes tenía una relación cercana, han podido encontrarla ni comunicarse con ella, aunque lo han intentado de manera desesperada.
Perera consiguió un trabajo en laUniversidad de Pensilvania en 2021 para poder trasladarse a Estados Unidos y buscar más fácilmente a su esposa. Ha viajado por todo el país y ha pedido ayuda no sólo a los hombres que facilitaron su traslado, sino también a policías, agentes del FBI, el Departamento de Estado, poderosos abogados, detectives privados e incluso personas que se dedican a revertir los adoctrinamientos de sectas. Nada ha funcionado.
Eso se debe a que Yan no quiere que la encuentren.
En una serie de entrevistas en video con ‘The New York Times’ desde lugares no revelados, Yan dijo que cree que su familia ha sido forzada por el gobierno chino para traerla de vuelta a China, donde dijo que teme que se tomen represalias en su contra.
Los familiares de Yan niegan rotundamente cualquier relación de ese tipo; de hecho, admiten que es razonable que le preocupe regresar a China después de haber criticado públicamente al gobierno durante tanto tiempo. Pero también creen que cayó bajo otro tipo de control, el ejercido por quienes, según ellos, la explotaron para su propio beneficio político. Dijeron que, por su culpa, Yan ahora está atrapada en Estados Unidos y su feliz matrimonio y su carrera, que alguna vez fue prometedora, han sido destruidos.
Por primera vez, tanto Yan como su esposo han compartido todos los detalles de la historia de su familia. La versión de Perera es la de un cónyuge que se fue al otro lado del mundo para intentar salvar a su esposa; la de Yan es la de una esposa que no quiere ser salvada.
“Solo quiero hablar con ella directamente y asegurarme de que está a salvo”, dijo Perera. “Si está a salvo y no quiere estar conmigo, puedo seguir adelante. Pero no lo haré hasta que sepa exactamente qué ha pasado. Es la persona a la que más quiero”.
Una prometedora carrera de investigación
Yan creció en Qingdao, una ciudad portuaria en el este de China. Como hija única, a menudo era el centro de atención, según dijo su madre, Angel Zhao, quien describió a su hija, a quien sigue llamando Meng-Meng, como una niña atenta, inteligente y obediente. Zhao dijo que ella y su esposo habían tratado de alentar sus pasiones, sin importar que eso significara pasar todo el día leyendo en la biblioteca o nadando en el mar.
Su abuelo, un médico de renombre, inspiró la carrera de Yan. Al principio decidió ser oftalmóloga porque le resultaba demasiado triste tratar a personas con enfermedades terminales. Pero más tarde decidió dedicarse a la investigación y se mudó para realizar un posdoctorado en investigación sobre células madre en la Universidad de Hong Kong.
Allí conoció a Perera, quien es de Sri Lanka. Trabajaba como virólogo en un laboratorio universitario afiliado a la Organización Mundial de la Salud, junto a algunos de los mejores virólogos del mundo. Después de ser amigos durante algunos años, Perera y Yan se casaron en 2014, y poco después ella empezó a trabajar en su departamento.
Perera describió su matrimonio prepandémico como una relación llena de amor y basada en la confianza mutua. Cuando discutían, dijo, solía ser porque Perera, quien a sus 51 años es nueve años mayor que Yan, consideraba que ella era demasiado crédula; Yan le respondía que él era demasiado cínico. Pero las peleas serias eran inusuales. Amigos y compañeros comentaban que, incluso tras años de matrimonio, la pareja todavía se tomaba la mano y se daban muestras de cariño. Los mensajes de WhatsApp que se enviaban el uno al otro, proporcionados por Perera, estaban llenos de emojis con ojos de corazón y caritas que mandan besos. Los mensajes muestran que intentaron tener un hijo poco antes de que Yan se marchara a Estados Unidos.
A finales de 2019, el supervisor de Yan, Leo Poon, la llamó a su despacho para hacerle una pregunta. Quería saber si podía preguntar a sus amigos de la facultad de medicina de China si habían oído algo sobre un nuevo coronavirus, que circulaba por la ciudad de Wuhan, aunque las autoridades afirmaban que no era contagioso.
Yan hizo lo que le pidió y quedó conmocionada por la respuesta.
Un médico le dijo que el virus que ocasiona el covid-19 al parecer sí era transmisible entre humanos. También oyó rumores que implicaban al Instituto de Virología de Wuhan. Yan comunicó la información y quedó consternada cuando Poon no entró en acción. Poon se negó a responder a preguntas concretas sobre el encuentro, pero dijo que no había sido inusual y que no había habido ningún secretismo.
Cuando Yan se quejó con su esposo de que sus supervisores no habían actuado ante sus preocupaciones, él le dijo que tuviera paciencia.
En cambio, mientras el gobierno chino restaba importancia a los peligros del virus y tomaba medidas para silenciar a los médicos, ella se puso en contacto con Wang Dinggang, un exempresario chino que gestionaba desde Estados Unidos un canal de YouTube en el que criticaba regularmente a los dirigentes de Pekín. Su canal era uno de los muchos dirigidos a la diáspora china que, como ha informado el ‘Times’, a menudo estaban plagados de desinformación y contaban con el apoyo de los medios de comunicación conservadores estadounidenses.
Perera dijo que se había dado cuenta de lo asustada y alterada que se ponía su esposa cada vez que hablaba con Wang. Le aconsejó que cortara el contacto con él, y Yan no volvió a mencionarlo. Cuando el invierno se convirtió en primavera, ambos siguieron trabajando duro en el laboratorio.
Perera estaba tan ocupado que no se dio cuenta de lo preocupada que seguía estando su esposa hasta que una mañana, a mediados de abril, Yan recibió muy temprano una llamada mientras la pareja estaba en la cama. Era Wang, quien dijo que se había enterado de que el gobierno chino quería silenciarla.
Cuando colgaron el teléfono, Yan empezó a entrar en pánico. Confesó a su esposo que había seguido hablando con Wang y le rogó que se trasladara con ella a Estados Unidos. Dijo que tenía la impresión de que los poderosos contactos de Wang en ese país podrían ayudar a protegerla y a conseguirles trabajo a ambos.
Perera le dijo a su esposa que estaba dispuesto a mudarse, pero que quería esperar hasta que hubieran conseguido empleos estables en buenas universidades. Cuando Yan insistió en que se marcharan de inmediato, se sintió frustrado y alegó que Wang intentaba manipularla para sus propios fines.
En una declaración escrita, Wang dijo que Yan había venido a Estados Unidos a partir de la evaluación que ella hizo de los riesgos para su seguridad.
“No hubo ‘insistencia’ ni aliciente de ningún tipo”, escribió. “Toda la ayuda que presté fue puramente humanitaria y basada en principios, no en el ‘beneficio político’, que no tiene ninguna relación con mi trabajo”.
En los días posteriores a la llamada, el corazón de Yan no paraba de latir con fuerza. Perera la convenció para que fuera al médico por sus palpitaciones e intentó calmarla y animarla lo mejor que pudo, pero nada parecía funcionar. En general, Yan podía ser emocionalmente volátil. Su apodo era Yoyo porque era “muy fluctuante”, dijo Perera.
Poco después de su discusión, Perera llegó a casa y encontró el último mensaje de la pizarra. Su esposa había desaparecido.
Una estrella en Fox News
En abril, Yan llegó a una ciudad de Nueva York en confinamiento, cuyas calles estaban en silencio salvo por el sonido de las sirenas. Al principio, estuvo en contacto con su esposo y sus padres, y les aseguraba que estaba a salvo y bajo la protección de abogados y funcionarios del gobierno. Cada vez más convencida de que el ejército chino había desarrollado y liberado el virus, animó a Perera para que se le uniera.
Pero él y sus padres le rogaron que lo reconsiderara. “Necesitamos verdaderos expertos que nos ayuden a interpretar esos datos”, le explicó Perera por WhatsApp. “Esto arruinará tu reputación y después nadie te creerá”.
Un día, Yan dijo a sus padres que se estaba preparando algo “muy grande”, recordó Zhao. La siguiente vez que oyó la voz de su hija fue en ‘Fox News’, donde Yan se presentó al mundo.
Perera hizo un viaje corto a Nueva York, pero ya era demasiado tarde. Yan ya no quería verlo. Después de aquel julio, no volvió a hablar con sus padres ni con su esposo. Observaron incrédulos cómo Yan era acogida por los medios de comunicación conservadores y por destacados republicanos como Rudolph Giuliani, quien posó para tomarse fotos con ella en su casa.
Para abril de 2020, y sin aportar ninguna prueba, Trump y sus aliados, muchos de los cuales estaban ansiosos por enfrentarse a China, habían empezado a impulsar la teoría de que el virus que ocasiona el Covid-19 procedía de un laboratorio.
Para ellos, Yan era un regalo del cielo, una científica con credenciales que había trabajado en un laboratorio afiliado a la Organización Mundial de la Salud con algunos de los mejores virólogos del mundo. (Ignoraban el hecho de que ella misma no era uno de ellos).
Cuando Bannon se sintió seguro de que Yan estaba preparada para hacerlo público, ayudó a planificar su aparición en Fox News, dijo. “Hablaba muy claro, sin ninguna intención política”, dijo. “Es un poco nerd”.
Documentos obtenidos por el ‘Times’ muestran que el 31 de julio de 2020, una fundación vinculada a Guo acordó pagarle a Yan 10 mil dólares al mes para apoyarla en una “misión compartida de denunciar la corrupción en el seno del Partido Comunista Chino y en todo el mundo”.
Bannon dijo que también la había puesto en contacto con el mayor número posible de asesores del presidente Trump, en particular con Peter Navarro, confidente de Trump desde hace mucho tiempo y destacado crítico de China que ahora es asesor comercial de la Casa Blanca, y con Steven Hatfill, quien era asesor de la Casa Blanca y que hasta hace poco ocupaba otro alto cargo en el Departamento de Salud y Servicios Humanos. “El equipo de Fauci la descartó, pero nos aseguramos de que la gente de la Casa Blanca supiera exactamente lo que estaba pasando”, dijo Bannon.
Navarro dijo que no podía recordar si había conocido a Yan. Hatfill y Guo no respondieron a las solicitudes de comentarios.
Desde el extranjero, Perera y Zhao intentaron frenéticamente apelar a los hombres que parecían rodear a Yan, pero no obtuvieron respuesta.
En cambio, Bannon, Guo y otros utilizaron sus medios de comunicación para amplificar las afirmaciones de que Perera quería hacerle daño a su esposa.
“A partir de ahora, se olvidará de las lágrimas de sus padres y de las amenazas de su esposo”, dijo Guo a sus seguidores.
Para apoyar su teoría del arma biológica, Yan publicó un artículo en internet en septiembre, en un repositorio de acceso abierto sin revisión de otros expertos. Después participó en el programa de Tucker Carlson en ‘Fox News’ y esgrimió con confianza el informe como prueba de que el covid-19 “no procedía de la naturaleza”.
La comunidad científica dominante atacó rápidamente y a fondo el artículo, que afirmaba que las desconcertantes características del virus sólo podían explicarse si fue diseñado por el ejército chino.
Los investigadores de Johns Hopkins publicaron una refutación punto por punto, en la que indicaban que las principales afirmaciones de Yan eran erróneas y estaban mal interpretadas, y que el informe no aportaba ninguna prueba de sus acusaciones radicales de encubrimiento.
Los exempleadores de Yan en la Universidad de Hong Kong también publicaron una declaración en la que dijeron que era una becaria posdoctoral con experiencia limitada. Para Perera fue doloroso ver cómo se desmantelaba la reputación profesional de su esposa. Años después, aún no se ha atrevido a leer el artículo, pues prefiere conservar el recuerdo de la científica ambiciosa y con talento.
El debate sobre si el virus se originó por un accidente de laboratorio o por una transmisión de animal a humano todavía continúa. Las agencias de inteligencia estadounidenses siguen divididas sobre la cuestión. Pero prácticamente ninguno de los científicos que se inclinan por la teoría de la fuga de laboratorio ha sugerido que el virus se liberara intencionalmente. China, por su parte, ha negado que la covid empezara en Wuhan.
En 2021, Perera se mudó a Estados Unidos para seguir buscando a su esposa, y sigue haciéndolo en la actualidad. Hace solo unos meses, intentó una vez más ponerse en contacto directo con Yan, mediante un correo electrónico que envió a una dirección asociada a ella en internet.
“Me gustaría hablar con Limeng Yan porque algunas personas le contaron mentiras sobre mí para controlarla”, escribió. “Quiero que sepa que no trabajo con NADIE en China/Reino Unido/Estados Unidos que desee hacerle daño de ninguna forma”.
Pero, como antes, no hubo respuesta.
Perera dijo que aceptaba que Yan no quisiera seguir casada con él. Pero no puede descansar sin saber antes que ella está a salvo.
“Quiero que sea libre, porque no creció en una sociedad libre que valore la libertad humana”, dijo. “Podré seguir adelante cuando sepa la verdad de lo que le ocurrió”.
En la clandestinidad
La verdad es que Yan no está perdida. Está escondida. Dijo que había accedido a ser entrevistada para crear conciencia sobre su trabajo, pero que sólo confirmaría que se encontraba en algún lugar de Estados Unidos, porque cree que mucha gente sigue intentando encontrarla. Cuando se enteró de que el ‘Times’ había entrevistado a su esposo y a su madre, se puso furiosa.
“Durante más de cinco años, el PCCh ha utilizado a mis padres y a Mahen como herramientas para llevarme de vuelta, y ha intentado llevar a cabo un ‘crimen perfecto’ para borrar la verdad sobre el virus y evitar la rendición de cuentas”, dijo en una declaración en la que utilizó las siglas del Partido Comunista Chino y el nombre que usa para Perera.
En las entrevistas en video, Yan dijo que el autoritarismo represivo del gobierno chino la había afectado desde una edad temprana. Para ella, el trabajo de investigación en Hong Kong y su matrimonio con un hombre no chino habían representado una vía de escape.
Contó la misma historia que su esposo y su madre sobre su vida hasta la pandemia. Sí, su infancia fue “muy feliz”. Sí, alguna vez pensó que Perera era “su alma gemela”.
Dijo que había dejado la oftalmología porque quería convertirse en una experta en un campo en el que pudiera ayudar a más gente. El codiciado puesto en el laboratorio era un sueño hecho realidad, pero se había hecho añicos cuando su supervisor desestimó sus preocupaciones sobre el virus.
En el primer reportaje de Wang en YouTube, en el que Yan colaboró cuando aún estaba en Hong Kong, este se refirió a ella como “la mayor experta en coronavirus del mundo” y dijo que le había informado que las afirmaciones de China de que no había pruebas de transmisión de persona a persona eran falsas. Al día siguiente de la emisión del reportaje, el gobierno chino admitió que el virus era contagioso, y poco después se decretó el confinamiento en Wuhan.
No había pruebas de que el segmento de YouTube fuera responsable de la admisión del gobierno –otros científicos chinos también habían advertido que el virus podía transmitirse entre humanos–, pero Yan interpretó el momento como un mensaje para hacer más. “Mi único pensamiento fue que si no lo hacía ahora, me arrepentiría toda la vida, y quiero hacer algo para evitar este desastre”, dijo Yan.
La desconfianza de Perera hacia Wang y la negativa de este a huir a Estados Unidos la habían conmocionado, dijo, y había empezado a preguntarse si también su esposo intentaba silenciarla. “Es como si de repente se hubiera convertido en un extraño”, dijo.
Para cuando Perera le cocinó huevos y tomates y le propuso ir a la playa, el pánico se había apoderado de ella. ¿Intentaba envenenarla y secuestrarla? Afirmó que, en ese momento, le dijo a Wang que estaba dispuesta a marcharse. Dijo que él la puso en contacto con Guo y que una fundación vinculada a él le pagó el boleto.
Yan dijo que en aquel entonces no sabía mucho de la postura política de Bannon y de las otras personas que la ayudaron, sólo que le creyeron y le prometieron seguridad. Los incesantes esfuerzos de su familia por encontrarla han reforzado su certeza de que no sería seguro reencontrarse. “Los extraño”, dijo Yan de sus padres, “pero para mí, no sé si podré verlos en mi vida hasta que todo el gobierno sea eliminado”.
La vida en Estados Unidos no ha estado a la altura de las esperanzas que Yan tenía cuando llegó.
Después de que Trump dejara el cargo en 2021, disminuyeron las invitaciones para reunirse con funcionarios de la Casa Blanca. Las apariciones televisivas en horario de máxima audiencia se agotaron. Los donativos de mecenas privados, que al principio habían contribuido a sufragar los gastos, dejaron de llegar.
En julio de 2021, Yan y Wang se distanciaron de Guo, y la fundación que la financiaba suspendió sus pagos. Para entonces, los problemas legales de Guo se habían intensificado, y en julio de 2024 fue condenado en Nueva York por estafar a miles de sus seguidores en internet.
Alguna vez Yan soñó con un trabajo en una universidad estadounidense, quizá incluso con dirigir su propio laboratorio. Pero eso es imposible, dijo, ya que tiene que permanecer oculta. Le gustaría divorciarse, pero incluir su dirección en los registros legales podría revelar su paradero.
Como no puede trabajar, pasa los días ayudando en las emisiones de Wang, al que llama su “mejor amigo”.
“Mi supervivencia básica solo ha sido posible porque Wang me ha proporcionado ayuda humanitaria incondicional”, dijo.
Las pistas de que la vigila el gobierno chino
Sus temores de que el gobierno chino la esté vigilando no son descabellados.
En 2023, ella y Wang dijeron que se encontraban entre las personas descritas como víctimas en una denuncia penal presentada por la fiscalía estadounidense de Nueva York, que acusaba a decenas de miembros de un grupo operativo de élite de la Policía Nacional China de dirigir un plan de represión transnacional contra residentes estadounidenses. Ninguno de los acusados ha respondido a los cargos, que siguen pendientes.
Las represalias pueden haber continuado en el presente. A principios de este año, Google le envió un correo electrónico para decirle que probablemente había sido víctima de un intento de hackeo patrocinado por el Estado para robar su contraseña de correo electrónico.
Estos incidentes han reforzado la certeza de Yan de que está en peligro constante, y su determinación de no volver a hablar con su familia y su esposo.
Todas sus acciones han sido “enteramente el resultado de mis propias decisiones independientes, convicciones personales y juicio profesional”, escribió recientemente en un correo electrónico. “Cualquier intento de calificar erróneamente estas acciones como ‘instruidas’, ‘controladas’ o ‘manipuladas’ por otros no solo es falso desde el punto de vista de los hechos, sino que se hace eco directamente de las prolongadas campañas de desinformación del PCCh contra mí”.
Un portavoz de la embajada china en Washington dijo que no conocía a Yan, pero que los funcionarios chinos se oponían a “cualquiera que politice y utilice como arma el rastreo de orígenes o convertir a otros en chivos expiatorios”.
Perera sigue decidido a proteger a su esposa, aunque solo sea de sí misma.
Para él y para los padres de Yan es difícil comprender por qué abandonó un matrimonio amoroso, una familia unida y una prestigiosa carrera científica. Se preguntan si es posible que tomara una decisión precipitada en un estado de ansiedad y que ahora el orgullo le impida admitir que se equivocó. Y si los años de aislamiento desde que se marchó, rodeada solo de personas que apoyan sus teorías, la han alejado de la realidad.
Pero Yan insistió en que la realidad que ahora habita es la única que desea.
Durante una de las videollamadas, estaba sentada en una silla de oficina frente a un cartel en el que se leía “JOMO: Joy of Missing Out” (en alusión al acrónimo FOMO, que significa en inglés “miedo a perderse algo”, pero este caso no es miedo, sino alegría). Dos cachorros blancos peludos jugaban alrededor de sus piernas. Cuando se le preguntó si echaba de menos su vida antigua, dijo simplemente: “Es mi vida anterior”.
*Lily Kuo colaboró con la reportería. Julie Tate y Amy Chang Chien colaboraron con la investigación.
**Katie J. M. Baker es corresponsal nacional de investigación para el Times.