Tras un año y medio de pandemia, el personal sanitario del Hospital del Mar de Barcelona confiaba tener un respiro en este verano que España espera cerrar con el 70 por ciento de su población completamente vacunada, pero el plan no salió como esperaban.
Una explosión de casos entre los jóvenes trajo de vuelta los peores recuerdos a un personal exhausto por este virus que no cede.
"La situación está ahora en un momento crítico, más parecido a la primera ola que ninguna, y estamos sobrepasados", describe Desirée Ruiz, supervisora de enfermería de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de este hospital de imponentes vistas al Mediterráneo.
Hoy es un día de mucho trabajo aquí. La que debía ser una tranquila jornada de agosto es ya la de mayor ocupación de la UCI en meses. Con 30 pacientes críticos ingresados -diez más de su capacidad máxima, porque se ha habilitado otra zona adicional-, esperan que este sea el pico de la quinta ola.
Protegidas con sus batas verdes, gorros y gafas, las enfermeras entran y salen de los boxes donde los pacientes, muchos intubados, batallan contra el virus. El trajín no cubre el sonido de los monitores que recuerdan que allí se está luchando por la vida.
"Nos ha pillado por sorpresa. Sí que esperábamos un repunte (...), pero no lo esperábamos de estas dimensiones", reconoce la doctora Antonia Vázquez, jefa de sección de Medicina Intensiva del centro.
El 48.4 por ciento de las camas de críticos de Cataluña -esta turística región del noreste español convertida en el epicentro de la quinta ola- están ocupadas por más de 600 enfermos de covid, doblando la media nacional (20.78 por ciento). La protección de la vacuna ha evitado, sin embargo, que se disparara la cifra de fallecidos.
Más jóvenes en la UCI
En estos meses interminables el personal sanitario ya ha visto de todo, pero esta ola es diferente.
La irrupción de la contagiosa variante Delta, junto al fin de la obligación de llevar cubrebocas en exteriores, o la reapertura del ocio nocturno, facilitaron que una generación de jóvenes ansiosa por salir -pero aún sin vacunar- se contagiara a un ritmo frenético.
Para detener la escalada, el gobierno catalán reinstauró a mitad de julio el toque de queda nocturno para gran parte de esta región de 7,8 millones de habitantes, limitó las reuniones y el ocio.
Las medidas han bajado los contagios, pero el efecto tarda en llegar a unas UCI donde la media de edad cayó una década.
"En las anteriores olas, las personas menores de 40 habían sido anecdóticas, y ahora tenemos varias", indica la doctora Vázquez, que explica que la media de edad pasó de los 60-65 años a los 50 actuales.
La gran mayoría de los ingresados críticos están sin vacunar completamente, bien por edad o por decisión personal.
Los pacientes covid requieren cuidados constantes, y varios miembros del personal sanitario acuden a mover a un enfermo. Hay quien ha pasado 150 días ingresado aquí y la recuperación después es muy dura. En uno de los boxes cuelga la foto de un bebé recién nacido. A su lado, su madre lucha contra un cuadro grave de coronavirus, tras una cesárea de urgencia. Tiene menos de 30 años.
Pese a que todavía queda lejos el infierno de 69 críticos del peor pico, no es fácil volver atrás.
"En la primera ola nadie se planteó ni por un momento dejar de trabajar, pero cada vez más gente dice 'si pudiera, me iría ahora mismo para no volver'", lamenta la doctora Vázquez. "Todo el mundo está al límite".
Ayuda psicológica
La agresiva quinta ola impactó, además, en plenas vacaciones de verano.
"Pasamos en prácticamente una semana de tener 10 pacientes covid a tener 150. Si a ello le añadimos que estábamos prácticamente entrando ya en junio-julio (...), poder habilitar esas cuatro plantas de hospitalización ha sido complicado", explica el director médico del centro, Miguel Pera.
Tampoco hay personal para contratar, por eso el departamento catalán de Salud llegó a contemplar suprimir vacaciones, una línea roja que ningún hospital ha querido traspasar. Las cirugías no urgentes están suspendidas.
"El personal está agotado, hay personal que necesita ayuda psicológica", relata la enfermera Ruiz.
Así resultaba complicado contener la indignación cuando, tras una dura noche de guardia, se topaban a la salida con los botellones que suelen agitar las playas de Barcelona, justo enfrente del hospital.
A la responsabilidad ciudadana y al buen ritmo de vacunación en España -donde el 59.1 por ciento de la población tiene ya la pauta completa- se aferran ahora las administraciones para evitar revivir lo peor.
"La vacuna ha tenido un efecto protector muy importante, si no la situación hubiera sido muchísimo más difícil y la mortalidad hubiera sido muy elevada", subraya el doctor Pera.
DMZ