A finales del siglo XIX, en una cárcel de Durango, una celda guardaba un temible misterio, pues cada preso que eran condenado a ese lugar, no sobrevivía ni una sola noche, apareciendo a la mañana siguiente muertos.
La Celda 27 se convirtió en una de las leyendas más importantes del Estado, pues los sucesos eran inexplicables, hasta el punto de llegar a ser canción.
Según el canal de Youtube de 'Voces Muertas', el lugar era sombrío, oscuro y sin ninguna ventana, y cada preso que eran encerrado en esa celda amanecía muerto, lo que angustió a los carceleros y hasta autoridades.
Los rumores del pueblo contaban que en la celda vivía un espectro, ente o fantasma que por las noches llegaba a robarles el alma, o bien, que a propósito el lugar estaba envenenado para matar a los presos.
Hasta el mismo diablo, aseguran que podría haber visitado a los criminales para castigarlos, sin embargo, nada de esto era comprobado.
En una ocasión, autoridades sembrando más el miedo entre los pobladores para evitar delitos, prometieron darle su libertad al preso que pudiera pasar una noche en la celda.
Fue hasta 1884, que Juan, apodado el 'si miedo', decidió apostar su vida en la celda 27 para recuperar su libertad, sin embargo, su última voluntad fueron unas velas y una caja de cerillos, para descubrir lo que causaba la muerte.
Llegó la noche y Juan fue encerrado en la celda, prendiendo así la primer vela para iluminar, hasta que a media noche, Juan casi dominado por el sueño escuchó pasos en la pared.
El ambiente comenzó a ponerse tenso, cuando Juan sentía miradas que lo acechaban, y solo pensaba en que llegara la mañana y pudiera salir de esa celda.
Cuando la última vela se apagó, Juan logró escuchar de nuevo el primer sonido, por lo que de inmediato prendió un cerillo, y ¡lo vio! No era un fantasma, ni un demonio, era un enorme alacrán.
El animal huía de la luz, por lo que Juan mantuvo siempre prendido un cerillo, y con manos temblorosas, notó que el alacrán había desparecido.
Cuando prendió el último cerillo, alcanzó a ver una sombra, y lo que pudo hacer a oscuras fue arrojar su sombrero sobre eso que vio en movimiento, esperando que fuera el alacrán, y así pasó la noche entera.
A la mañana siguiente, los guardias de la cárcel no lo podían creer. Juan había superado el reto de pasar una noche, convirtiéndose así en leyenda por sobrevivir a la celda 17.
Actualmente el alacrán real está en una exhibición en el Museo Túnel de Minería en la ciudad de Durango, impactando hasta el día de hoy, por su enorme tamaño.
aarp