México cuenta con el primer Centro de Primera Infancia centrado en generar investigación transdisciplinaria y aplicada, divulgación científica, formación y capacitación que incida en la generación de soluciones innovadoras para lograr el desarrollo integral de los menores y, por lo tanto, de una sociedad sostenible.
“La misión es impulsar el bienestar de la primera infancia. Esto lo vamos a hacer a través de investigación transdisciplinaria aplicada, la divulgación de la información, la articulación y formación de actores claves del ecosistema, con el objetivo de crear y fortalecer políticas públicas, programas, soluciones innovadoras escalables y basadas en evidencia”, explicó Adriana Catalina Gidi Vargas, directora asociada del Centro de Primera Infancia del Tecnológico de Monterrey.
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Este primer centro académico se inauguró —oficialmente— el 28 de noviembre del 2023, en alianza con la Fundación Femsa, que ya tenía más de siete años trabajando en estos temas prioritarios sobre el ecosistema y la primera infancia tanto de México como de América Latina.
Y la alianza coincide con las metas establecidas por el mismo Tecnológico de Monterrey —dijo— de promover el florecimiento humano e impulsar el desarrollo y bienestar de la sociedad, así como incentivar la investigación para generar propuestas de políticas públicas.
“En México es el primer centro académico enfocado en la primera infancia, y lo que nos diferencia (de otros centros en América Latina) es que estamos viendo la parte de salud, de educación, de cuidados, de protección de medio ambiente de una manera integral. No lo vemos como áreas separadas, sino que estamos atendiendo a la primera infancia con un abordaje integral de todas las áreas”.
“Nosotros nos basamos en el marco de la UNICEF de la primera infancia de cuidado cariñoso y sensible, que cubre cuatro elementos: salud y nutrición; educación y cuidado; protección y seguridad, y espacios y ambiente”, detalló.
En entrevista conjunta con Manuel Pérez Jiménez, director del Centro de Primera Infancia del Tecnológico de Monterrey, Gidi Vargas, abundó que a través de la investigación traslacional “queremos hacer cambios en los entornos de la primera infancia”.
Lo que se busca es que toda la investigación generada, añadió, no sólo llegue a las publicaciones científicas, sino que “se traduzcan soluciones, del día a día, para los niños de nuestra región. Investigación que se pueda traducir en política pública” y que mida, por ejemplo, a través del tiempo ese desarrollo.
“Lo que queremos es tratar de unir las disciplinas centradas en la primera infancia y que no se pierda de vista que tanto salud como educación, neurodesarrollo, espacios, entorno, cuidados tienen una relevancia integral para poder proveer, durante esos primeros seis años” el bienestar que se requiere en diversos ámbitos, incluyendo, el social y las oportunidades, comentó Pérez Jiménez.
“En el tema de investigación ha habido esfuerzos aislados de diferentes grupos académicos, y lo que nosotros queremos es hacer un enlace para que esa investigación se traduzca en productos y programas que vayan directamente a los niños y niñas, y que no solamente se queden en los productos clásicos de investigación que son las publicaciones y las patentes, sino que sean aplicadas”.
“Eso es la investigación traslacional aplicada, que vaya desde el laboratorio, desde la idea hasta la comunidad o la persona para que puedan transformar ciertas conductas de acompañamiento del infante”.
Pérez Jiménez aclaró que la investigación que desarrollen en el centro en absoluto tendrá un perfil asistencial, su enfoque es impactar directamente a toda la red de encargados del desarrollo y formación, es decir, a todos los que:
“Están en el entorno del ecosistema de la primera infancia para capacitarlos: el maestro, el médico, el ama de casa, los que están en relación directa con los niños para que modifiquen ciertas conductas en esta etapa crucial y que impactará en su desarrollo y en su futuro”.
El centro tiene proyectado, entre sus diversas investigaciones, analizar las experiencias adversas tempranas, es decir, situaciones que desencadenan estrés tóxico y que cuando crecen se refleja en problemas médicos como diabetes, hipertensión, depresión, entre otras afecciones.
“No hay un estudio como tal para ver cuál es la situación en México. Entonces nosotros como centro, el año pasado lanzamos un estudio con una muestra y estamos a nivel nacional representativo, con más de 2 mil familias”.
“Ese es uno de los proyectos y la idea es que luego de obtener resultados para poder emitir algunas recomendaciones de cómo poder mitigar o sobre qué programas deberían de existir para que se pueda ayudar a este tipo de población”.
Otro proyecto se relaciona con la lectura y escritura. Estas herramientas se adquieren de los cuatro a los seis años. El centro cuenta con la colaboración del Banco Interamericano de Desarrollo y otras dependencias en Chiapas para medir el impacto, y efectuar recomendaciones de política pública para atender algunos rezagos.
RM