Casas de empeño. Un “salvavidas” demasiado caro para enfrentar necesidades económicas

Un préstamo de 700 pesos implica pagar casi 900 pesos cuando se acuda a recuperar el bien, pero si no se cuenta con la cantidad completa para entonces le ofrecen la opción de cubrir un refrendo para contar con otro “mes de gracia”

Casas de empeño la ayuda que todos buscan. (Aldo Alejandro Evaristo)
Alejandro Evaristo
Pachuca /

Por los útiles escolares, por la emergencia médica, por los alimentos del día, para completar la quincena… las casas de empeño se han convertido en una opción en esos momentos en que de alguna forma es urgente obtener dinero.

El problema es cuando hay que recuperar la prenda empeñada: un préstamo de 700 pesos implica pagar casi 900 pesos cuando se acuda a recuperar el bien pero, si no se cuenta con la cantidad completa para entonces, estos sitios le ofrecen la opción de pagar un refrendo para contar con otro “mes de gracia”; en el ejemplo, el costo puede ser por 170 pesos.


Como es evidente, está usted obligado a recuperar el bien lo antes posible porque, en el mejor de los casos, puede ser que pague varias veces el valor inicial del préstamo y, por supuesto, siempre está el riesgo de perderlo.

Procedimientos

“Jorge” tiene poco más de 65 años y un problema sobre el que no quiso abundar pero aquí está, haciendo fila justo tras el señor calvo y regordete que espera su turno mientras la señora de la esclava de oro intenta negociar para obtener un poco más.

Trae consigo una pulidora y una sierra eléctricas que son parte de sus herramientas de trabajo, pues se dedica a dar mantenimiento a inmuebles en aspectos como electricidad, plomería, herrería, jardinería y todo tipo de acabados. Por ellas recuerda haber pagado hace unos 18 meses más de 3 mil pesos porque era un set y contaba además con un rotomartillo.

Toca su turno. El joven al otro lado del mostrador le saluda con amabilidad y pregunta si acude a empeñar, comprar o desempeñar algo. Muestra sus herramientas, desenreda los cordones eléctricos y los enchufa en los contactos dispuestos para tal fin. Ambas funcionan correctamente.

Le piden su credencial de elector y preguntan cuánto necesita. Él ofrece el documento y algo comenta al muchacho quien niega con la cabeza. Le pide hablar con el supervisor y él va con una joven de menor edad que acaba de salir de la bodega, intercambian palabras. Vuelve con Jorge.

Le prestaron solo 500 pesos y tiene un mes para recuperarlos pagando poco más de 650 pesos. Necesitaba al menos 800…


El tradicional “monte”

En la mayoría de las casas de empeño, las prendas perdidas a pesar de la “oportunidad” que se brinda al pignorante para refrendar el bien o poder recuperarlo, se ofrecen a la venta al público a un valor apenas por debajo de su costo comercial y el mejor lugar para adquirirlos es sin duda el Nacional Monte de Piedad.

Desde hace algún tiempo endurecieron sus políticas en torno a los bienes que pueden recibir, enciclopedias y bicicletas ya no son aceptadas. Como en cualquier otro lugar, los artículos son valorados y revisados exhaustivamente.

En el Monte de Piedad no hay plazos ni oportunidad para hacer apartados. Si desea adquirir algo debe pagar en el momento. En otros lugares le permiten cubrir un porcentaje de su valor y le dan un plazo de hasta 45 o 60 días para cubrir el costo total, aunque hay algunas sucursales del tradicional donde le dicen que deje la mitad del valor y le dan hasta un mes para regresar por él.

Malas personas

Gonzalo tiene una cámara fotográfica digital, una Canon Eos T3i que le costó 4 mil pesos hace unos 6 años. Él sabe que es un modelo en desuso, descontinuado incluso, pero confía en poder conseguir lo suficiente para comprar los útiles que hacen falta a sus chavales, cree que con 500 o 600 pesos le alcanzará.

Estamos en una tienda de empeño perteneciente a una gran cadena que cuenta con sucursales por toda la ciudad, es muy conocida, una de ellas está justo frente a Plaza Universidad.

En su turno es atendido por un joven. Enciende el equipo, libera la pantalla, quita el lente, lo inspecciona, toma una fotografía dentro del establecimiento y la observa con detenimiento. Deja la cámara sobre el mostrador y empieza a teclear en la computadora. Llama a otra persona con quien intercambia impresiones y regresa con Gonzalo, quien espera paciente.

Le dice que solo puede prestarle 300 pesos, máximo 400. No más. Acepta a regañadientes. “Ni modo, es lo que hay”, dice para sí mientras entrega la credencial.

Cuando salimos comenta que hace meses empeñó una tableta digital pero en esa ocasión le atendió una señora muy grosera y burlona, como de unos 50 años de cabello descolorido. Le ofreció mil pesos por el equipo y él aceptó, luego le preguntó si lo vendería y nuevamente ofreció una negativa, pero luego dudó y preguntó cuánto le ofrecerían en venta. La señora se rió al tiempo que le decía “¿no que no?”.

Ni recuerda cuánto le daba, solo dice que quienes se burlan de las desgracias ajenas son, sin lugar a dudas, malas personas…

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