Todo cabe en un huacal sabiéndolo acomodar. Desde mango y plátano, hasta manzana, sandía y melón. Por eso para los más de mil trabajadores del Mercado de Envases Vacíos –que abarca 1.7 hectáreas al interior de la Central de Abasto de la Ciudad de México–, es importante que estas cajas de madera, plástico y cartón no se desperdicien.
Ubicada en la alcaldía Iztapalapa, la Central de Abasto tiene un tráfico diario que supera las 30 mil toneladas de mercancía, según un estudio de la Comisión para la Cooperación Ambiental. De ahí que resulte vital transportar los productos en recipientes reutilizables que fomenten un modelo de economía circular.
Los hermanos José y José Carmen Camacho comenzaron a reparar y reutilizar envases a finales de los años sesenta en La Merced. Pero tras la inauguración de la Central de Abasto, en 1982, mudaron su proyecto con la esperanza de crecimiento. Así nació el Mercado de Envases Vacíos que, gracias a sus torres de cajas, de 18 metros de altura, recibió el mote de Ciudad Huacal.
“Cuando llegamos esto era un elefante blanco: no había nadie, nada. Por fortuna teníamos contacto con la Jumex, la Herdez, la Pato Pascual y la del Valle, nos daban vales para ir a sacar las cajas, no sabían qué hacer con ellas. Lo que para ellos era desperdicio, para nosotros era negocio”, dice Leonardo Camacho, hijo de uno de los fundadores de Ciudad Huacal.
En Ciudad Huacal, cada uno de sus 356 locales compra y repara mil cajas diarias, señala Leonardo. El precio de cada caja varía según el tipo de producto y la temporada. La que se utiliza para el mango, cuando la fruta está en su apogeo, vale entre cinco o siete pesos, y después baja a tres. “Aquí es oferta-demanda, como si fuera la bolsa de valores, pero en mercancías”.
Francisco Samurái lleva 30 años trabajando en Ciudad Huacal. Le gusta usar un gorro de pescador para su jornada, que va de seis de la mañana a seis de la tarde. “Llegué muy morro aquí y no me he salido, en diez años ya voy a pedir jubilación”, bromea. Ha desempeñado diversos roles, como ‘clavador’, quien reconstruye las cajas, o ‘estibador’, quien las acomoda. En un buen día repara 500 cajas, “si le echas ganas”, lo que le genera un sueldo de casi mil pesos.
El 6 de abril de 2023, en plena Semana Santa, las llamas devoraron al mercado. A las 19:12 horas, Marco Antonio ‘N’ provocó un incendio, presuntamente tras una disputa familiar por la propiedad de una bodega. No hubo víctimas y fue controlado hasta la madrugada del viernes. Los locatarios fueron reubicados temporalmente. Apenas en julio de este año regresaron.
La reconstrucción de Ciudad Huacal se desarrolló con el objetivo de mejorar la seguridad: se construyó una barda perimetral, se colocaron más módulos de hidrantes y extintores, se revisaron las cisternas y se implementaron cursos de Protección Civil. Aunque aún hay temas por resolver, como “reconstruir las bodegas que se tenían y poder techar”, dice Leonardo Camacho.
Marcela Villegas, coordinadora general de la Central de Abasto, reconoce al Mercado de Envases Vacíos como “pionero del reciclaje”, por eso fue vital trabajar en su rehabilitación. “Con el nuevo mercado se cumplen muchas cosas que no se tenían, porque había crecido sin normatividad, incluso otras administraciones construyeron gasolineras alrededor”, señala.
El corazón de la Central de Abasto es de madera, cartón y plástico, y su latir produce un sonido agudo, es el impacto del martillo. Sus venas llegan en diablito, camioneta y otros medios de transporte, no solo a Central, sino a todo México. Por eso Samurái y sus compañeros dicen con orgullo: “No somos pepenadores, somos recicladores”.
Con información de: Yair Hernández
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