En 2014 el actuario Jorge Cueto decidió usar su experiencia en prisión para intentar transformar las condiciones de vida en las que, de acuerdo con el Censo Nacional de Gobierno, Seguridad Pública y Sistema Penitenciario Estatales mexicano, a 2017 se encontraban cerca de 181 mil 999 personas.
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“Estuve en un penal en México durante un año sujeto a proceso. En ese tiempo que estuve recluido tuve la oportunidad de conocer la situación de las cárceles en el país y saber la situación de esas personas”, afirmó a MILENIO el directivo.
Según el fundador de Prison Art, su estancia en prisión lo dejó ver las condiciones en las que una persona que ha pasado por una estancia penal se enfrenta para reinsertarse laboralmente, muchas de ellas al mes de haber salido de prisión volvían a cometer algún acto delictivo que los llevaban de nuevo a la cárcel.
“Una sociedad mexicana lastimada, robada y violentada no iba a querer apoyar a ese tipo de gente, por lo que buscamos hacerlo autosustentable. Decidimos hacer una línea de productos no solo hechos en la cárcel, sino que tuvieran mucha calidad, con buenos materiales. Prison Art surgió con la idea de enfrentar al crimen organizado y para tratar de darles un futuro más inspirador”, afirmó en entrevista.
“Lo que queríamos era que se pudiera vender a buen precio y que fuera suficientemente atractivo para que la gente no lo comprara solo por lástima, sino por el producto y generar la conciencia en la sociedad de que estas personas pueden hacer artículos de buena calidad”, afirmó.
De acuerdo con Cueto, de las 200 personas con las que están trabajando, 89 por ciento no ha reincidido. En el país se estima que 60 por ciento de los delincuentes sí lo hacen.
En Prison Art, 160 personas están recluidas y 40 en libertad. Los participantes una vez fuera de prisión tienen la posibilidad de incorporarse a la empresa. Una persona dedicada a la fabricación de productos puede ganar entre 6 mil y 9 mil pesos; un maestro, entre 12 mil y 16 mil.
“La idea es que en cuatro años podamos llegar a tener mil 400 personas en el proceso de capacitación”, afirmó el directivo de la empresa que actualmente tiene 14 tiendas en el país y en Europa, y cuenta con distribuidores en Suiza, Alemania, Polonia, Austria y Canadá.
Según el libro Modelando el Emprendimiento Social en México, esta actividad comenzó a darse en el país en la década de los 80, a la par de la apertura comercial.
Su autor, José Antonio Dávila, considera que el sector del país está buscando construir organizaciones que generen valor monetario pero también un impacto social, al enfrentarse a retos ambientales y sociales que los ayuden a ser un aporte para ésta.
Más opciones
Dentro de estas propuestas también está La Cana, proyecto que busca brindar a las mujeres en situación de cárcel capacitación técnica en tejido y bordado para la creación de peluches para con ello tener un ingreso y apoyo para buscar su reinserción social.
Daniela Acira, fundadora de la empresa, dijo que fomentar entre las mujeres privadas de la libertad una disciplina de trabajo es la mejor manera no solo de que se mantengan ocupadas mientras cumplen su condena, sino de que realmente logren superarse al aprender un oficio al que se pueden dedicar al salir de prisión.
“Buscamos que estas mujeres eviten volver a delinquir por necesidad, brindándoles una fuente de ingreso que les permita ser autosuficientes, y por tanto, reducir el índice de reincidencia en nuestro país”, señaló.
“Po nuestra parte, lo que hacemos es identificar a estos emprendedores que están innovando con modelos de negocio y los apoyamos para que puedan crecer más rápido”, explicó.
Las empresas mencionadas fueron parte del programa Uleash, una propuesta de acompañamiento a startups de emprendimiento social en la que participaron el Ipade, New Ventures y la a Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.
En el mismo tenor, Reinserta cuenta con un programa de intervención para niños, jóvenes en conflicto con la ley y maternidad dentro de la prisión.
MRA