Hasta ahora nadie ha volado en helicóptero privado hasta acá, pero se espera que arriben pronto. Bernard Arnault, el quinto hombre más rico del mundo, director ejecutivo del emporio Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), compró una hacienda en Yucatán con 220 hectáreas de terreno, un pozo sagrado, un cenote, una reserva natural y una ruina maya que se cree fue un observatorio astronómico. El plan es que se convierta en un hotel con 35 suites, turismo de lujo en medio de la selva de la península.
Fundada en el siglo XVII, la hacienda Katanchel se ubica en el municipio de Tixkokob, a 20 minutos de Mérida. Para llegar hay que atravesar un camino blanco. En la tradición maya se les dice sacbé y están hechos de un material calcáreo. La propiedad está flanqueada por árboles, henequenes, bardas tradicionales de piedra que delimitan terrenos en venta. Una parvada de hocofaisanes –una especie en peligro de extinción– cruza la carretera y se pierde en el monte.
Katanchel en maya significa “Arco del cielo”. Por el momento reina la quietud, sacudida por torbellinos de polvo. Al llegar nos asomamos al interior de una caseta vacía. Avanzamos unos metros y encontramos una reja. La hacienda color rojo se ve imponente con un logo al centro emulando la letra K. Lo poco que alcanzamos a ver nos hace suponer que estamos frente a un proyecto de élite. La soga que tiraremos para llamar por la campana y las polos azules que visten quienes custodian la entrada presagian distinción. Los sonidos de las radios de comunicación advierten sigilo, discreción.
La mayor muestra de secrecía de Katanchel es no dar ninguna declaración, porque la escueta información ya se conoce: la ha adquirido Bernald Arnault, uno de los cinco hombres más ricos del mundo, por debajo de Elon Musk y Jeff Bezos. El nuevo propietario es el gran rival de negocios de Francois-Henri Pinault, esposo de Salma Hayek, dueño de Balenciaga y Bottega Veneta.
Desde el norte de Francia y en territorio textil
La cadena Belmond oficializó el anuncio de la compra en diciembre de 2023. Su dueño, Bernard Arnault, nació en 1949 en Roubaix, un municipio al norte de Francia marcado por la producción textil, como el de las haciendas de Yucatán. Arnault se involucró joven en el negocio inmobiliario tras concluir la Universidad Politécnica. A sus 22 años convenció a su papá de vender la empresa familiar dedicada a la construcción para montar un negocio inmobiliario, Ferinel, y entonces Arnault empezó a subir escalafones.
Con el cargo de director general, se mudó a Estados Unidos, fundó más empresas y adquirió otras. Uno de sus mayores logros fue la adquisición de Christian Dior y luego, durante el crack de la bolsa de 1987, las acciones de LVMH, el emporio del hiperlujo del que se volvería dueño. El resto es historia: desde 2013 integra la lista de los hombres con mayor capital económico del mundo.
¿Cómo logró acumular una fortuna estimada en más de 189 mil millones de dólares? Arnault ha dicho que un elemento clave son los hábitos, los rituales: despertar temprano, hacer yoga, estiramientos, buena alimentación, plantearse una reflexión sobre el día y tener claras las estrategias de negocios, entre otros aspectos claves.
A la multinacional de productos Louis Vuitton, al que pertenecen el champán Moët & Chandon que los jóvenes yucatecos prefieren en los antros como símbolo de riqueza, y el cognac Hennessy, agregó Tiffany & Co en 2021 y la cadena de hoteles Belmond en 2019 por la cantidad de 3.2 mil millones de dólares.
De hacienda ganadera a hotel eco-luxury
Durante más de veinte años la hacienda fue dirigida por Mónica Hernández y Aníbal López, una pareja que la llevó “al siguiente nivel” de acuerdo con el diario The New York Times que, en 2001, la catalogó como uno de los mil sitios que debes visitar antes de morir. Pero antes de volverse un exclusivo hotel eco-luxury, ya era una hacienda ganadera. Sus anteriores dueños la compraron en los años noventa e iniciaron un proceso de remodelación que incluyó la reforestación de 175 mil árboles y la reconstrucción de la casa principal, la cual se ha vuelto un “santuario”.
Según Wikibrief, que retoma investigaciones académicas, se presume la creación de una reserva natural. La página oficial del gobierno de Yucatán consigna que la hacienda Katanchel colinda con 10 mil hectáreas ejidales y que en ella prevalecen los colores rojo oscuro con bordes blancos y acabados en madera azul oscuro, un estilo tradicional en las haciendas yucatecas. Los edificios se comunican a través de caminos blancos, delimitados con piedras en los bordes. Entonces, contaba con 40 habitaciones, la capacidad para alojar al menos 80 huéspedes, y la esencia de una casona del siglo XIX.
Una solicitud remitida al Instituto Nacional de Antropología e Historia apunta que es probable que sí existan estructuras prehispánicas al interior, ya que el municipio de Tixkokob está catalogado como un sitio arqueológico rango IV, aunque no se hayan realizado labores de prospección.
A casi cuatro metros de nosotros hay una campana gigante. Nos miramos hasta que uno jala la cuerda con demasiada fuerza. El estruendo se parece al de un gong. Tocamos hasta que surgen los sonidos de las radios y de los motores de motocicletas. ¿Se puede así pedir permiso para entrar al proyecto secreto del propietario de Louis Vuitton?
De inmediato comienzan a sonar numerosas radios: “Copiado”, “Negativo”, dicen con un acento foráneo. Incluso en el estado más seguro del país, el hotel de uno de los hombres más ricos del mundo invierte en la que es quizá la mayor muestra de lujo: la seguridad. La misma por la que miles de personas de otros estados deciden venirse a vivir a Yucatán. Como el de otras haciendas, el mercado de Katanchel es reducido pero dispuesto a pagar precios onerosos por una buena privacidad.
Cuatro guardias nos dicen que en todo el año que llevan trabajando aquí no han recibido a un solo huésped. Aun así portan las polos azules con el logo de la hacienda. ¿Qué tipo de delicias ocultan durante la remodelación de Katanchel? La imaginación puede irse en cualquier sentido.
Cuando pedimos hacer un pequeño recorrido para esta crónica, nos mencionan que semanas antes también los visitaron de la Secretaría de Turismo, a quienes tampoco dejaron entrar. Confiesan que se les coló una pareja que iba con la idea de realizar una boda, y el papá de una quinceañera que quería tomarse unas fotos ahí. Los guardias parecen cuidar una de las joyas más preciadas del estado, pero será hasta 2027 cuando el mundo pueda saber más del secreto mejor guardado de Bernard Arnault en Yucatán.
Tener un terreno junto a Katanchel
Hasta 2022 costaba 4 mil 500 pesos la noche, un precio módico en relación con otros hoteles de la zona. Incluía tres suites, piscinas particulares al interior de los cuartos –presuntamente llenas de agua de manantial, decía el artículo del New York Times–, duchas al ras del suelo con azulejos, champús y jabones biodegradables a base de papaya, pisos de madera, sillas de modelos copiados de Indonesia y bases de mesas hechas en San Miguel de Allende.
En una reseña de la página de viajes Tripadvisor, Mónica Hernández, entonces dueña, precisó que entre los lujos de la hacienda se contaba con sábanas de 600 hilos, colchas portuguesas, toallas italianas “tamaño sábana”, jabones artesanales hechos a base de miel y frutas de la región, repelente de insectos de pepita de calabaza, manteles de linos irlandeses, servilletas de lino, cubiertos antiguos estilo Sheffield, vasos de cristal soplado y una selección exquisita de vinos franceses.
La idea era recrear la experiencia de vivir en una hacienda yucateca, con todos los lujos que vivieron los hacendados durante el boom del henequén. Se mantienen los molinos de viento para bombear agua de pozo y las rieles donde antes se transportaba la fibra. Los habitantes se subían a un carrito tirado por mulas. Había zonas dentro de la hacienda consideradas, explícitamente, silvestres.
Ahora, en 2024, Katanchel pertenece a la cadena de hoteles Belmond, propiedad del empresario. De acuerdo con la revista Chic, se volverá uno de los destinos “más exclusivos de México” y se propone un plan de restauración para su apertura. Se construirán 35 suites y aprovecharán las 220 hectáreas de terreno. Será el cuarto hotel de Belmond en México, detrás de Casa de Sierra Nevada y Maroma en la Riviera Maya y Milaroca, en Riviera Nayarit. Real Estate asegura que Katanchel comprueba “los estándares de lujo y servicio por los cuales Belmond es conocido a nivel mundial”.
Robb Report, en un breve artículo, señala que la hacienda “promete seguir su principio de preservar y celebrar el patrimonio histórico y cultural del destino, al tiempo que ofrece a sus huéspedes experiencias exclusivas”. Las altas expectativas sobre el futuro de la hacienda se repiten en cada una de las notas publicadas en el último año.
En Un santuario en Yucatán, uno de los pocos textos amplios que existen sobre Katanchel –escrito por Jill Knight Weinberger– se habla a detalle de la remodelación de la hacienda en 2001. Un brinco en el tiempo, escribe. Las casas de los peones se volvieron habitaciones de lujo y las de los hacendados, en suites. Las viejas torres de observación se volvieron atalayas para tomar fotografías panorámicas. Las salas de máquinas, donde se producía el henequén, en salón de antigüedades y de obras de arte, donde los huéspedes bebían una copa luego de la cena preparada por un chef de primera.
Las cenas por persona rondaban los 60 dólares (poco más de mil pesos mexicanos) e incluían lubina en salsa de tamarindo, pechuga de pollo en salsa de semillas de calabaza, entre otros manjares. Para maridar había la antes mencionada selección de vinos franceses y cerveza artesanal yucateca.
Jill Knight narra una conversación con los dueños anteriores. Escribió que su plan original no era abrir un hotel de lujo, sino establecer una plantación de maderas duras tropicales, como cedro, caoba y palo de rosa. Poco después, en 1996, surgió el proyecto del hotel de élite, ecológico, un acto innovador en la península y altamente rentable. En ese sentido, los propietarios aseguraron que no se utilizan químicos para tratar el agua y el suelo, y las plantas autóctonas de Katanchel se alimentan de compostaje.
Hoy más que nunca la distinción tiene la tendencia de presentarse de manera ecológicamente responsable. Un claro ejemplo es el de los autos Tesla de otro de los hombres más ricos del mundo. Sus clientes, movidos quizá por la novedad y la moda, pagan para dejar de utilizar autos contaminantes. La hacienda Katanchel, si se lo propone, también puede ser un ejemplo de lujo comprometido con el cuidado del planeta.
Ganarse la lotería con un lote de inversión
De regreso al encuentro con los guardias de Katanchel, nos cuentan que otras personas han intentado entrar para curiosear. Según el agente inmobiliario Felipe Rosales, del Grupo Pagés Rosales, factores como la cultura, la comida, la inversión extranjera y la sensación de seguridad influyen en que Yucatán se esté convirtiendo en un lugar para invertir, y que inversiones como la de Bernard Arnault atraerán a otros más a la región.
Rosales comenta que Yucatán es el tercer lugar nacional en captación de inversión extranjera directa con 5 mil 400 millones de pesos, en el primer trimestre de 2023. Lo anterior ha generado una mayor demanda de vivienda. Un boom económico. Según el agente, se están gestando proyectos de turismo de alta gama como Katanchel. Poseer un terrenito junto a la hacienda de uno de los hombres más ricos del mundo debe sentirse como ganar la lotería.
AMP