Desde una mesa redonda sobre la soledad a una conferencia sobre la empatía, pasando por una sesión diaria de meditación, la élite económica reunida en el foro de Davos busca desesperadamente el secreto de la felicidad.
"Lo siento, está completo", anuncia una azafata a las personas que esperan para entrar en el centro de congresos de Davos para una mesa redonda llamada "La neurociencia de la felicidad" organizada por la universidad de Yale.
El éxito de público se explica quizás por la participación de la profesora Laurie Santos, cuyos cursos sobre psicología y felicidad son, según la prestigiosa universidad estadunidense, los más populares de su historia.
El Foro Económico Mundial, que cada año reúne miles de empresarios y activistas en los Alpes suizos, dedica varias sesiones a la meditación, a la felicidad, al bienestar o a la "plena conciencia".
En los últimos años han venido hasta Davos el monje tibetano Mathieu Ricard, apodado "el hombre más feliz del mundo" tras haberse sometido a un estudio de la universidad de Wisconsin sobre su actividad cerebral.
Ante la puerta cerrada de la conferencia organizada por la universidad de Yale, Enrique Zambrano, presidente de la compañía mexicana Proeza, asegura que quiere ayudar a sus empleados a "desarrollarse como personas, no solo como trabajadores". Los empleados felices "son más productivos", afirma.
Pero desde la exclusiva estación de esquí suiza, Zambrano pide que no se olviden las condiciones de vida básicas. "No se puede ser feliz cuando se tiene hambre".
El salario de la felicidad
El éxito de este tipo de conferencias, en las que los participantes explican sus sentimientos de soledad o su vida familiar, podrían ser un indicio de que, como dice el refrán, el dinero no hace la felicidad, al menos el de las grandes fortunas mundiales.
Un conocido estudio dirigido entre otros por Angus Deaton, premio Nobel de Economía, indica que a partir de un sueldo de 75 mil euros anuales, una cantidad que cubre las necesidades básicas, el "sentimiento de satisfacción" deja de aumentar en paralelo a los ingresos.
Algunas empresas ya empiezan a tener sus propios "directores de felicidad" para intentar lograr que el mundo de los negocios también sea feliz.
Pero según Alain Roumilhac, el presidente de Manpower France, "en una empresa tenemos que ayudar a la gente a resistir a la presión. La felicidad es un asunto privado".
Según él, los "directores de felicidad", que existen sobre todo en Silicon Valley, no tiene que convertirse en algo decorativo.
En vez de ofrecer sesiones de yoga o de futbolín a sus empleados, Roumilhac prefiere tomar medidas concretas para evitar el desgaste profesional, como el teletrabajo, la posibilidad de organizar mejor su tiempo o permitir a los trabajadores "encontrar sentido a lo que hacen", sobre todo a través del trabajo en equipo, dice a la AFP.
Negocio lucrativo
Al psicólogo Edgar Cabanas y a la socióloga Eva Illouz no les sorprende el interés del mundo de los negocios por el desarrollo personal.
"Es una industria mundial, potente y muy lucrativa", que vende libros o sesiones de desarrollo personal, explica a la AFP.
"El mercado tiene un papel decisivo en la manera en que la gente concibe la felicidad hoy en día", aseguran.
Los autores de un ensayo titulado "Happycratie" ("Happycracia") aseguran que detrás de este fenómeno también hay intereses económicos.
"Animan a la gente a ser autónomos, optimistas y flexibles, a tomar riesgos, y a ser personalmente y emocionalmente resistentes frente a las condiciones económicas y profesionales muy precarias y competitivas", aseguran Cabanas y Illouz.
Los universitarios suecos Carl Cederström y Torkild Thamen estudiaron los resultados de una empresa de ropa deportiva que instauró horas de deporte obligatorias y que evaluó la forma física de sus trabajadores.
El resultado fue que las ventas aumentaron un 27 por ciento entre 2013 y 2016. Pero también lo hizo la tasa de trabajadores que abandonaron la empresa, que pasó de 8 por ciento a 25 por ciento entre 2014 y 2016 (fuente: Harvard Business Review, 12 de marzo de 2018).
Pero según Cederström la felicidad es una idea demasiado abstracta.
"Entre las personas privilegiadas hay esta idea muy inocente, muy tentadora, de que la pobreza podría arreglarse con iniciativas de desarrollo personal", dijo a la AFP.
"La felicidad es una idea tan vaga que se presta a ser explotada", asegura.
MCM