En algún momento en 2025, una nave espacial europea extenderá cuatro brazos robóticos alrededor de una pieza de basura de metal de 100 kilogramos en órbita a una altitud de 800 kilómetros. Luego, envueltos por el abrazo de la muerte, la nave y su objetivo —una etapa redundante de un cohete— se enviarán de regreso hacia la Tierra, para que se queme sin causar daños en la atmósfera superior.
La misión ClearSpace de 100 millones de euros será la primera demostración a gran escala que hace una agencia espacial de tecnología para hacer frente a la amenaza de los desechos orbitales. Es una medida con mucho tiempo de retraso en contra de una amenaza cada vez mayor para los satélites de los que depende la vida moderna, comunicaciones y radiodifusión, señales de navegación, clima y monitoreo ambiental.
Según la Agencia Espacial Europea, la Tierra está rodeada por más de 3 mil satélites abandonados, otros 34 mil objetos de más de 10 centímetros y millones de pequeños fragmentos que viajan lo suficientemente rápido como para dañar las naves espaciales. Al menos un satélite de telecomunicaciones activo ya fue destruido en una colisión y expertos temen una serie de fallos catastróficos a medida que se lancen miles de satélites más en la década de 2020.
Esta acumulación de basura extiende a la órbita la “tragedia de los comunes” que ya provocó tanta contaminación. Cualquiera puede beneficiarse de la explotación del espacio, pero nadie tiene incentivos para tenerlo limpio.
Las soluciones van a depender de que se elaboren normas internacionales para obligar a los operadores de satélites a eliminar las naves espaciales redundantes de las peligrosas órbitas zombis, mientras se inventa una nueva tecnología para eliminar la basura que ya existe.
El Tratado del Espacio Exterior de 1967, la base del derecho espacial internacional, se elaboró cuando pocos anticipaban cuántos satélites se iban a lanzar en las siguientes décadas. Es impreciso acerca de la responsabilidad de la basura casi hasta el punto de ser inútil. Hay pocas posibilidades de enmendar el tratado en el futuro próximo, pero se han elaborado varios códigos voluntarios para operadores de satélites, como las directrices para la reducción de desechos espaciales de la ONU de 2007, que deben reforzarse y aplicarse a través de los gobiernos nacionales y los organismos industriales.
La máxima prioridad es que cada satélite incluya un mecanismo incorporado para salir de órbita que lo impulse a quemarse de manera segura al final de su vida útil. De lo contrario, el operador debe contratar a otra persona para derribar su satélite. Algunas compañías privadas están desarrollando sus propias tecnologías para atender el mercado de eliminación de desechos que esperan que surjan más adelante en la década de 2020. Aunque el agarre robótico como ClearSpace de la ESA parece la tecnología de limpieza más popular, también están en la contienda otros como arponear la basura y la captura con una red. Independientemente de cómo se haga, la inversión a gran escala en la eliminación y prevención de basura espacial por parte de los sectores público y privado será esencial si queremos evitar colisiones catastróficas en el espacio en las décadas por venir.
Remedio
Las soluciones van a depender de que se elaboren normas internacionales para obligar a los operadores de satélites a eliminar las naves espaciales redundantes de las peligrosas órbitas zombis, mientras se inventa una nueva tecnología para eliminar la basura que ya existe.