Con el primer semestre del año, los bancos vendieron una cantidad récord de deuda hipotecaria ultrasegura, apresurándose a asegurar una fuente de financiamiento barato durante un periodo turbulento para el sector, en el que los bancos se enfrentan a una creciente presión política para ofrecer tasas de interés más altas a los depositantes.
De acuerdo con los datos de S&P Global Rating, se vendieron a los inversionistas más de 175 mil millones de euros (mde) de los llamados bonos garantizados, superando el máximo anterior de 2011.
Los bonos garantizados —un fenómeno en gran parte europeo, pero cada vez más popular entre las entidades de crédito de Australia y Canadá— son una forma de deuda, normalmente con calificación triple A, que no solo está respaldada por el banco que los emite, sino también por un conjunto de activos subyacentes, normalmente hipotecas en el balance del banco. Esa capa adicional de protección los convierte en una forma de préstamo especialmente barata y en un activo extremadamente seguro, aunque de bajo rendimiento, para los inversionistas.
La emisión récord de bonos garantizados de los bancos este año se produjo durante el periodo más tumultuoso del sector bancario desde la gran crisis financiera. Las rápidas salidas de depósitos provocaron el colapso de tres bancos estadunidenses de mediano tamaño en marzo, semanas antes de la caída de Credit Suisse, cuyos bonos adicionales de nivel 1 (AT1) fueron eliminados por los reguladores suizos de forma polémica durante el rescate de emergencia del banco.
“Los bonos garantizados son un producto muy aburrido, pero como son bastante seguros, se consideran un faro de estabilidad, una herramienta de financiamiento para los bancos hecha para los días que se tengan problemas”, menciona Joost Beaumont, analista de ABN Amro.
La avalancha de emisiones también recibió el impulso de la reducción del apoyo de los bancos centrales a los mercados de deuda y al sector bancario durante la pandemia.
Los bancos están ansiosos por sustituir el financiamiento ultrabarato del banco central. La salida del BCE de los mercados de bonos coincidió con una oleada de reembolsos de fondos distribuidos en el marco de su operación de refinanciamiento a plazo más largo con objetivo específico (TLTRO), en la que se prestaron más de 2 mil mde a los bancos con tasas de interés negativas durante la pandemia. Los bancos de la zona euro habían reembolsado la mitad de esa cifra a mediados de junio, financiando en parte los pagos mediante bonos garantizados.
A pesar de la reputación de seguridad de los bonos, el estado de los activos inmobiliarios que los respaldan pasó a encabezar la lista de preocupaciones de los inversionistas en los últimos meses, ya que el aumento de las tasas de interés empieza a pesar en las valuaciones de bienes raíces.
Según Joost Beaumont, de ABN Amro, los problemas en el sector inmobiliario “están en el radar de los inversionistas”. Pero la naturaleza “dinámica” de los conjuntos de activos de los bonos garantizados, que pueden reponerse constantemente a medida que las propiedades de bajo rendimiento pierden valor, significa que “sería necesario llegar a escenarios de tipo del fin del mundo para que algo salga mal”.
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