Nuestras fortalezas a menudo son nuestras debilidades. Esta es la conclusión general que se extrae de la tan esperada y publicitada biografía de Elon Musk escrita por Walter Isaacson, en la que se analiza por qué el hombre que mucha gente considera el emprendedor más grandioso del mundo es también un libertario narcisista propenso a inmiscuirse en la democracia y la geopolítica, por no hablar del maltrato verbal e hipocresía. (Uno de mis ejemplos favoritos en ese sentido es la capacidad de Musk para considerarse el salvador del clima, incluso cuando envía su avión privado a que cruce el país para recoger a un perro que tiene de mascota).
Como en su biografía anterior de Steve Jobs, Isaacson tiende a ver el mal comportamiento de los titanes de Silicon Valley como parte integral de lo que los grandes hombres deben hacer para cambiar el mundo. Está fascinado por el “genio”, al menos de cierto tipo, ya que ha escrito otros libros importantes sobre Leonardo da Vinci, Albert Einstein, Henry Kissinger y Jennifer Doudna (famosa por Crispr, un método para editar el genoma humano), la única mujer en la lista de biografías. Isaacson comparte la opinión de Jobs de que “las personas que están lo suficientemente locas como para pensar que pueden cambiar el mundo son las que lo hacen”.
En su último trabajo, Isaaacson posiciona a Musk, quien creció en Sudáfrica con un padre emocionalmente abusivo y una madre masoquista, como un tipo traumatizado, con algo de síndrome de Asperger, que convirtió su dolor en impulso emprendedor. Los resultados son notables, desde el lanzamiento de la plataforma de pagos PayPal y la compañía de cohetes SpaceX, el turbo que le metió al impulso del fabricante de automóviles eléctricos Tesla y el relanzamiento de Twitter, ahora conocida como X.
Es una narrativa empresarial conocida, particularmente cuando se trata de tecnólogos de grandes negocios. El hecho de que Musk repita con frecuencia los pecados del padre con parejas, colegas y extraños al azar mientras cambia el mundo se debe al hecho de que lo está cambiando, al menos esa es la opinión del autor. La cita inicial del libro de Musk, extraída de un episodio del programa de comedia Saturday Night Live, lo resume en cierto modo: “A cualquier persona a la que haya ofendido, solo quiero decirle que reinventé los coches eléctricos y estoy enviando gente a Marte en un cohete. ¿Pensaban que yo también iba a ser un tipo normal y tranquilo?
Para ser justos, Isaacson, que dirigió la revista Time y la cadena CNN, así como el Instituto Aspen antes de convertirse en un autor de best sellers, logró hacer algo sorprendente con la biografía de Elon Musk: escribir una lectura rápida de 688 páginas. Esta es una versión larga para la generación TikTok. Es raro el capítulo que tiene más de cinco páginas, e incluso estos —95 en total— están repletos de numerosos subtítulos (“El golpe”, “El roadster”, “El halconero escucha al halconero”) algo que logra que el lector continúe (un clásico truco de revista de noticias).
Después de seguir de cerca al empresario durante dos años, el autor también ofrece al lector muchas curiosidades dignas de las redes sociales de colegas, adversarios, la madre modelo de Musk, Maye, de 75 años (una presencia importante y constante en su vida), sus inversionistas y sus múltiples esposas. y parejas. Estos van desde los hábitos dietéticos de Elon y los preparativos de la Met Gala hasta sus luchas con un niño transgénero que rechazaba tanto a Musk como al capitalismo. Entre sus parejas se encuentra la intérprete de música y artista de performance Grimes, madre de tres de sus diez hijos vivos. Al parecer, Musk se enamoró de ella después de que comparó su poder con el de Gandalf, el mago de la Tierra Media, y posteriormente aprobó su rápida prueba de trivia sobre El Señor de los Anillos.
Pero si bien el libro es tan entretenido como puede serlo cualquier biografía de una celebridad de los negocios, de ninguna manera es un tomo de ideas. Al igual que la amena biografía de Jobs que escribió Isaacson, este ejemplar es una historia entusiasta sobre una personalidad, no una meditación sobre el significado del trabajo de esa personalidad.
En algunas ocasiones, Isaacson hace una pausa para prestar atención a las grandes ideas de negocios, como el uso profético de Elon Musk de la integración vertical en Tesla (un regreso al deseo de Henry Ford de controlar toda la cadena de suministro); sin embargo, no hay ninguna reflexión sobre cómo esto da un vuelco a años de sabiduría en materia de subcontratación, algo que es mucho muy relevante en un mundo desacoplado.
Recibimos muchos elogios sobre la tecnología SpaceX y el papel de Starlink en el restablecimiento de internet en Ucrania; sin embargo, Isaacson también escribe cómo Musk intervino en septiembre de 2022 para cortar el acceso al ejército de Ucrania a la red de satélites cerca del territorio ocupado por las fuerzas rusas.
A pesar de una serie de detalles informativos, me encontré deseando un examen más profundo de las ramificaciones de la controvertida posición de Musk en la privatización del espacio. De esta manera, el trabajo de Isaacson carece de la seriedad económica que tienen otros entusiastas de la tecnología, como el autor y columnista de Wired Steven Levy, quien escribió la historia definitiva sobre el origen de Google, In The Plex.
Walter Isaacson va más allá cuando se trata del extraño desvío de Musk hacia el mundo político de extrema derecha y su impacto en la plataforma de redes sociales X, que compró en 2022, y desde entonces reformó de tal manera que provocó una gran reacción negativa por parte de los usuarios, empleados e inversionistas. Allí está dispuesto a considerar (aunque de nuevo de pasada) que tal vez este multimillonario brillante, pero peligrosamente poco empático no esté tratando de hacer que el mundo sea seguro para la libertad de expresión, sino que esté buscando apropiarse del patio de recreo de nuestra plaza digital con el fin de asegurarse de que no lo acosen en él, como le sucedió en tantos parques infantiles reales cuando era niño.
En la penúltima página, el autor admite que la “audacia y la arrogancia” que llevan a Musk a “intentar hazañas épicas” no lo excusan por ser un cretino. Y, sin embargo, escribe: “Como nos enseña Shakespeare, todos los héroes tienen defectos” y “a veces los grandes innovadores son hombres-niños que buscan riesgos”. Cerré el libro sintiéndome un poco agotada y deseando que el mundo tuviera menos paciencia y espacio para ellos que el que tiene.
MO