Suena mi teléfono. La noticia pasó del círculo íntimo al externo; ahora el círculo externo puede compartirla conmigo: Jon Bon Jovi va adelantado a lo programado. Un rato después, el teléfono vuelve a sonar: va aún más adelantado.
Por supuesto que sí. Si la imagen que tienes de una estrella del rock es la de un adolescente inmaduro al que hay que despertar en su hotel, Bon Jovi hará que cambies de opinión.
El líder, conocido por himnos como Livin’ on a Prayer y You Give Love a Bad Name, se compara a sí mismo con un director ejecutivo. Vive con tanta pulcritud que parece que estuviera complaciendo a un inversionista activista.
¿Cual es la trayectoria de Bon Jovi?
Cuando alcanzó la fama en la década de 1980, con sus pantalones de licra y su permanente, se le dio el crédito de darle un toque de atractivo sexual al rock.
Tal vez su logro más perdurable fue la organización. En 1991, el primer representante de la banda sugirió sarcásticamente que si Bon Jovi tenía ideas tan geniales, debería encargarse él mismo.
El cantante aceptó la propuesta y despidió al manager. Ha guiado al grupo a lo largo de cuatro décadas: componiendo discos, llenando estadios y manteniéndose vigentes.
“¡Lo logramos!”, exclama cuando nos encontramos, sumando con alegría este almuerzo a sus logros.
Me regala una sonrisa que me entristece al pensar que no soy su dentista y un apretón de manos que me alegra de no ser su guitarra.
Gira suavemente la muñeca hasta tomar la delantera, literalmente. Durante el resto de la entrevista, es posible que también la tenga figurativamente.
Está en forma y pulcro, su inseparable camiseta lisa, una chamarra de ante ajustada, el pelo largo tan bien peinado como la nieve en un chalet suizo, y un aire de seguridad.
Supongo que podrías tener ese aspecto y no ser famoso, pero no te recomiendo intentarlo. Él lo hace mejor.
A sus 63 años, John Francis Bongiovi Jr. es la prueba de que la fama no tiene por qué hacerte infeliz.
“Me siento muy a gusto conmigo mismo en este momento de mi vida”, dice. “La fama es una mentirosa y una ladrona, y la he visto arruinar a personas…si tu valía se mide por la cantidad de butacas que llenas y la cantidad de discos que vendes, te vas a ir a la cama muy solo, porque a tu almohada le importa un carajo cuántos boletos vendiste”.
Ambos sabemos que ha vendido más de 130 millones de álbumes y 40 millones de boletos para conciertos: estos datos constan en su biografía oficial. Cada uno de los grandes éxitos de Bon Jovi supera los mil millones de reproducciones en Spotify; en mi experiencia, ninguna boda es legalmente válida sin ellos.
“Esto es lo que hago, y lo hago bien, pero no es lo que soy. Hay un montón de cosas más: una familia, negocios, tenis”.
Y política. Bon Jovi ha apoyado a candidatos demócratas desde la década de 1990. Actuó en los mítines finales de Hillary Clinton y Kamala Harris.
Cuando se dice que los demócratas dependen demasiado de celebridades desconectadas de la realidad, en parte se refieren a él.
¿Entendía las críticas? “Estoy de acuerdo. Soy lo suficientemente consciente como para saber esto: mi trabajo en esas campañas no es decirles por quién votar. Mi trabajo es simplemente conseguir que vayan al centro de votación. Lo que suceda cuando ese político les hable es asunto suyo”.
Pero cualquier insinuación de que está desconectado de la realidad le molesta profundamente. Dirige cuatro restaurantes comunitarios en Nueva Jersey.
“Estoy ahí sirviendo la comida y lavando los platos, los siete días de la semana, los 365 días del año. Esto no es un capricho, es un trabajo de tiempo completo. Así que cualquiera que diga que estamos desconectados de la realidad, que se vaya al demonio, que venga a lavar platos. La cocina está abierta esta noche. Nadie puede negar eso”. No se llega tan lejos sin tener carácter detrás de una sonrisa, sin ganas de darle una lección a alguien.
Días antes, Bon Jovi fue solo a una protesta contra Trump, “No Kings”. “Si no podemos ser apolíticos a la hora de alimentar a los hambrientos, dar vivienda a los sin techo y asegurar a los que más lo necesitan, entonces tienes razón: estoy del otro lado. Si vas a profanar la Casa Blanca, sin pedir permiso ni avisar a nadie, sí, tienes razón, estoy del otro lado”.
La política estadunidense exige un lenguaje que sus canciones de rock nunca han tenido. “Está jodida”.
Estamos sentados en lo alto del estadio de Wembley, donde la banda tocará en septiembre de 2026.
Forma parte de su gira Forever Tour, la primera en cuatro años, desde que una de las cuerdas vocales de Bon Jovi se atrofió tanto que un cirujano tuvo que implantarle plástico en la garganta.
“Mi aspiración es volver a cantar, por la resonancia que sé que crea, esa onda sonora”, dice, tocándose la piel del cuello. “Es lo único que anhelo”. La recuperación ha sido dura; espera volver a actuar durante tres horas seguidas.
La empresa de hostelería que ofrece el almuerzo de hoy es Delaware North.El nombre sugiere algún lugar cerca de Nueva Jersey, pero la suite acolchonada no se parece en nada a casa.
“No echo de menos esto, no echo de menos el viaje de vuelta al hotel desde aquí, no echo de menos el catering tras bambalinas, no echo de menos las tonterías, el desfase horario”. Solamente la resonancia con la multitud es “de otro mundo”.
El chef se informó sobre las raíces italianas de Bon Jovi y diseñó un menú fijo repleto de pasta. “¡Huele grandioso!”, exclama la estrella. (“Crecimos comiendo pasta seis días a la semana, así que no como mucha”, confiesa después).
Las reglas estipulan que Financial Times debe pagar los alimentos, pero esta comida forma parte de su acuerdo con el estadio. La única manera de insistir en eso sería probablemente financiar toda la gira del grupo.
Acepto que tengo las mismas probabilidades de pagar la cuenta de Bon Jovi en Wembley que de aparecer en el escenario.
No rechaza la oferta de vino. No tiene por qué hacerlo. Simplemente acerca su copa unos centímetros a su sitio. Sabe que cada uno de sus gestos es observado. “Disculpen que coma, pero me muero de hambre”.
Es una de las pocas estrellas del rock que no ha escrito una autobiografía confesional.
“No lo necesitamos. Además, teníamos un pequeño pacto interno (en la banda) de que no había necesidad de hablar de esas cosas…nadie necesita escuchar a otra estrella de rock cargada de lugares comunes”.
Así que cualquier exceso permanece en gran medida oculto. (A los 23 años, respondió a las acusaciones de ser un mujeriego diciendo: “Corrección: No tengo que perseguirlas. Están ahí. Es una de las recompensas del trabajo”). Pero está casado con su esposa Dorothea desde 1989 y apareció en anuncios antidrogas.
Sus padres fueron marines. Su padre se convirtió en peluquero y su madre en florista, quien más tarde dirigió su club de fans. Bon Jovi tuvo “la angustia mental de la que se quejan todos los niños, pero sí, dos padres que estuvieron casados hasta el final, comida en la mesa, un techo sobre mi cabeza y apoyo”.
Se colaba en bares de Nueva Jersey siendo menor de edad para ver a grupos de rock, y una noche, alrededor de 1980, actuó en el escenario con Bruce Springsteen cuando aún estaba en la preparatoria. Trabajó en un estudio de grabación, aprendiendo de Mick Jagger, David Bowie y otros.
Llegó a la conclusión de que mientras más grande es la estrella, más amable es la persona.
“Llevan suficiente tiempo en esto como para no sentirse intimidados por eso”. ¿Acaso su ídolo, Frank Sinatra, no tenía mal genio? “Lo sé, pero nunca lo conocí”, sonríe.
Bon Jovi, como grupo, triunfó gracias a su ambición y a sus incansables giras. A mediados de la década de 1980, eran el grupo de rock más importante de Estados Unidos (EU). Los críticos eran más difíciles de complacer que el público.
Existía el rumor de que Jann Wenner, cofundador de la revista Rolling Stone, les había impedido entrar en el Salón de la Fama del Rock & Roll. “¿Qué significa Bon Jovi en la historia de la música? Nada”, dijo Wenner. El grupo finalmente fue incluido en 2018.
“Hicimos las paces. Perseveramos. Me consoló darme cuenta, por ejemplo, de que en la película de Queen (Rapsodia Bohemia), cuando pusieron los artículos de Rolling Stone que menospreciaban a Queen y a Bohemian Rhapsody, se equivocaron tantas veces. Pero cuando no sabes que hay otras cosas, eres joven y compites por su atención, eso fue desgarrador”.
¿Sabe en qué puesto se encuentra Livin’ on a Prayer en la última lista de las 500 mejores canciones de Rolling Stone? “¿En ningún sitio?” Puesto 457, detrás de Carly Rae Jepsen. “Está bien. Podría discutir, pero ¿a quién le importa…?”.
Probablemente influyó que Bon Jovi diversificó sus actividades más allá de la música. Rechazó la idea de presentarse como candidato a gobernador del estado, pero financió proyectos de vivienda y alimentación.
“Soy lo suficientemente inteligente como para saber que no lo soy… no sé nada de construir carreteras y puentes, pero sé que hay gente que necesita comer en Nueva Jersey”.
En 2014, intentó comprar un equipo de futbol americano, los Buffalo Bills, pero su consorcio fue blanco de acusaciones de que llevaría el equipo a Canadá, algo que Bon Jovi niega. Michael Caputo, asesor de Donald Trump, otro postor, estaba detrás de la campaña.
“Fue como si me hubiera matado un gran asesino. Llegamos con un cheque de mil millones de dólares. Teníamos más que suficiente para comprar el equipo. (Trump) no había rellenado los papeles. No tenía el dinero. Te lo juro por mi vida porque yo estaba allí”. (Un tercero acabó comprando los Bills).
¿Acaso la industria musical no tiene su cuota de bravucones? “Esto era otro nivel”. ¿Y que esta persona pudiera llegar a ser presidente? “Sin palabras”.
él dice“La fama es una mentirosa y una ladrona,
Y la he visto arruinar a personas… si tu valía se mide por la cantidad de butacas que llenas, te vas a ir a la cama muy solo”.
Bon Jovi se comió dos platos de pasta a toda velocidad. Me cuesta seguirle el ritmo. Soy muy consciente de su fama.
El estrellato implica una agenda siempre apretada, un coche, un avión privado. Nuestra conversación continúa solo cuando él quiere. Si quisiera, podría escabullirse con más facilidad que los espaguetis de mi tenedor. “No tenemos prisa”, me asegura. Pero los espaguetis se me escapan del tenedor.
Bon Jovi ha dado alrededor de 3 mil conciertos, un promedio de tres cada quince días durante 40 años. Su primer concierto en Moscú, en 1989, fue un fracaso, porque los fans rusos no conocían sus canciones ni entendían el estilo de Bon Jovi.
La noche siguiente, se puso un uniforme de soldado ruso y realizó un striptease en el pasillo central. “Sabía cómo ganarme su corazón, sabía cómo ganarme su atención. Ganamos la segunda noche, y en grande”.
En otra ocasión, en Helsinki, se rompió el menisco y un médico le recomendó cancelar la gira. “Dije que no. El hueso de la rodilla no está conectado al hueso del cantante. Tenemos un concierto que dar”. En el escenario, todavía reconoce al “superfan que ha asistido a 30 conciertos”. Su público abarca “dos generaciones, casi tres”.
Ya en 1997, Bon Jovi se quejaba de que era frustrante para el público esperar You Give Love a Bad Name, una canción que entonces tenía 11 años. Sin embargo, en la actualidad disfruta tocando sus éxitos.
Recuerda haber visto a Eric Burdon, de The Animals, tocando versiones reggae de su éxito We Gotta Get Out of This Place durante una época difícil de su carrera. “Su actitud era: ‘Estoy harto de esto, así que me llevo tu dinero y me largo’.
Y yo estaba emocionado, pensando: ‘Dame la versión original porque soy de la nueva generación y quiero escucharla’. Nunca lo olvidé. Si alguna vez quisiera hacer la versión disco de Livin' on a Prayer, la respuesta sería: no la hagas, solo porque la gente quiere escuchar la canción”.
Algunos fans de Bon Jovi esperan un último acto: el regreso del guitarrista y compositor Richie Sambora, quien abandonó la banda en 2013 en medio de su lucha contra la adicción. Bon Jovi es cariñoso pero firme.
“Había un concierto esa noche y no apareció. Renunció…quedaban 80 conciertos más, millones de personas compraron boletos. ¿Y simplemente decides no venir porque ya no estás en esto? Vaya. El espectáculo continuó. Fue la gira más taquillera de la historia”. ¿Y el futuro? “No quiere volver. No veo por qué querría…esto no era algo de los hermanos Gallagher…estar en una banda no es una condena de por vida”.
Bon Jovi se arrepiente de haber ido demasiado de gira en su juventud, lo que le provocó agotamiento. “Taylor Swift y Ed Sheeran…tranquilos, hay muchas más etapas por vivir que podrían ser mejores que el cegador foco de la fama”.
Está dispuesto a decirle lo mismo a su nueva nuera, la actriz Millie Bobby Brown. “Ella trabaja mucho. Soy el fantasma de las Navidades futuras. Seré un buen consejero si alguna vez necesita ese consejo”.
Ya no administra al grupo en el día a día: “El negocio cambió muchísimo”. Pero sigue siendo un operador.
Le pregunto si los creadores de Abba Voyage se han puesto en contacto con él para convertir a Bon Jovi en hologramas.
“Sí, pero quieren ser dueños de la propiedad intelectual”. Muestra el dedo medio. “Esa fue la respuesta”. ¿Y la idea de que sigan tocando para siempre como hologramas? “¡Oh, me gusta! Por eso hubo una reunión. No había postre”.
El gerente trae un tiramisú. Bon Jovi aparta el brownie unos centímetros de su plato, y desaparece de la mesa poco después. Pero yo quiero mi brownie vegano y mi café. “No me estás obligando para nada”, dice. Me pasa una jarra: “¿Quieres leche?”.
Sus problemas de voz lo han vuelto más introspectivo, más católico, menos competitivo.
Tiene una casa en Palm Beach, aunque sabe que Florida y su política no le gustan. “Te quita una ventaja el no tener frío. Me ablanda. Pero me gusta jugar al tenis al aire libre a las 8 de la mañana en diciembre”.
Empezó a jugar tenis a los 59 años. Le ayudó a recuperar la voz porque le enseñó paciencia. Pero noto algo más. Cuando habla de tenis, ya no es el organizador profesional. Es el aficionado apasionado.
“Es mi obsesión. Estoy bien loco. Me apasiona. Casi esperaba que se me pasara un poco”. Con los tenistas profesionales, siente la misma admiración que los demás sienten por él. “¡Soy un fanático!” Tal vez la razón por la que sigue siendo una estrella es que aún es un fan.
Cuando terminamos de comer, vemos al equipo australiano de rugby entrenando junto al campo de Wembley.
Bon Jovi dice que esperaba poder sacarse una foto con ellos. “Nos llevará demasiado tiempo, podríamos haberlo hecho, perdimos la oportunidad”, se lamenta. Me pregunto cómo sabe siquiera qué es el rugby.
Me da otro giro amistoso en la muñeca y se dirige rápidamente a la cancha. Miro la hora y veo que va un poco adelantado. No arruinó la oportunidad. Nunca lo ha hecho.
JLR