La política industrial vuelve a estar de moda en Estados Unidos (EU), a gran escala. Se abrieron las solicitudes para que las empresas obtengan una parte de los 39 mil mdd que la Ley de Ciencia y Chips de EU, con un presupuesto de 280 mil mdd, destinó el año pasado para crear una capacidad de fabricación de semiconductores avanzados. El proyecto de los chips es emblemático para el enfoque de la administración de Joe Biden. Pero la Casa Blanca lo está cargando de objetivos políticos adicionales que ponen en peligro el éxito del proyecto.
Una regla de la política industrial es utilizarla con moderación. Los gobiernos de las economías avanzadas no tienen por qué intervenir de forma generalizada para apoyar a los “ganadores”. Alcanzar los objetivos de seguridad nacional es un ámbito en el que a veces puede justificarse una estrategia dirigida por el Estado, y la Casa Blanca tiene argumentos defendibles para afirmar que es vital reducir la dependencia de los microchips fabricados en el extranjero.
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La participación de EU en la capacidad mundial de fabricación de microchips cayó de 37 por ciento en 1990 al 12 por ciento en la actualidad. Algo importante es que Taiwán, a través de TSMC, produce más de 90 por ciento de los chips de vanguardia del mundo. Una acción china contra Taiwán podría paralizar partes de la industria de EU.
Una segunda regla es fijar objetivos precisos y cumplirlos. El plan tiene el objetivo de ampliar la fabricación de chips lógicos avanzados que EU no produce, creando al menos dos “clusters” que incluyan un ecosistema de proveedores e instalaciones de investigación y desarrollo. Pero la administración agregó una lista de condiciones para las empresas que reciban financiamiento.
Dado que la fabricación de chips se trasladó al extranjero, en parte porque la producción estadounidense es muy costosa, la Casa Blanca debería intentar aliviar los costos y las cargas regulatorias, no aumentarlas.
De hecho, la Casa Blanca tiene que ser más clara sobre si su objetivo es la autosuficiencia en chips o impulsar la resiliencia mediante el “friendshoring” (deslocalizar o trasladar la producción a países aliados o amigos) de las cadenas de suministro. Esto último es preferible, aunque los clientes prefieran chips exclusivamente estadunidenses, y algunos de los amigos deben estar fuera de la distancia del alcance de China. La alianza “Chip 4” que EU promueve con Corea del Sur, Japón y Taiwán ha avanzado poco. Pero sin una cuidadosa coordinación con los aliados estadunidenses, una guerra de subsidios podría tener como resultado que nadie quede como ganador.
srgs