Cómo competir con los minoristas de la moda rápida

Mientras que a los consumidores estadunidenses les gusta lo barato, aunque venga de China, a los políticos les preocupa el impacto en la industria y el empleo nacionales

Los estadunidenses prefieren comprar prendas en plataformas como Amazon, Shein y Temu. SHUTTERSTOCK
Rana Foroohar
Nueva York /

El programa de comedia de la televisión estadunidense Saturday Night Live (SNL) presentó un sketch donde ridiculizaba a una compañía de moda rápida llamada “Xiemu” que vende camisetas sin mangas por 3.99 dólares y que, sorprendentemente, afirma que están hechas con “un mínimo de plomo” y sin “trabajo forzado”. La estrella de Hollywood Jake Gyllenhaal interpretó a un comprador estadunidense que desconfía de lo que le venden pero, cuando se ve obligado a cuadrar los principios con los precios bajos, alegremente se decide por lo segundo.

El sketch llega al corazón del acuerdo comercial mundial. Los países ricos envían puestos de trabajo a lugares con menores costos laborales y estándares ambientales, y a cambio obtienen productos más baratos. Si eso implica contaminación o trabajo infantil, “¡no te preocupes!”, como reza la sátira de SNL. En general no lo hacemos. A pesar de todo lo que se habla de reindustrialización y de la compra local, los consumidores estadunidenses aún adquieren la moda rápida en plataformas como Amazon, así como en sus pares chinos Shein y Temu. La inflación ha exacerbado la tendencia.

Pero mientras a los consumidores les gustan las cosas baratas, a los políticos les preocupa el impacto en la industria y el empleo nacionales. Esa es una de las razones por las que Shein pretende salir a bolsa en Londres en lugar de Nueva York. La amenaza de más sanciones y aranceles contra China se ha convertido en un importante desincentivo para permanecer en EU.

¿Se puede tener asequibilidad y moralidad al mismo tiempo? ¿Qué pasará si la demanda de los consumidores pudiera cerrar esa brecha? Es una pregunta que se hacen tanto las empresas como los responsables políticos estadunidenses interesados en cadenas de suministro locales más resilientes.

Consideremos una colaboración de nuevo producto entre el minorista más grande del país por ventas, Walmart, y American Giant, que fabrica una línea de ropa deportiva de alta calidad en EU.

Las camisetas de AG cuestan 45 dólares, pero el 4 de julio Walmart comenzará a vender una camiseta AG de algodón por 12.98 dólares, apenas unos cuantos dólares más que la camiseta de mezcla de poliéster más barata que vende. El precio mucho más bajo requirió sacrificar cierto márgen, pero aun así ofrece un producto muy rentable tanto para el fabricante como para el minorista, según AG. Esto fue posible gracias a la enorme escala de Walmart, que no compra miles, sino cientos de miles de productos al año, durante varios años.

Este proyecto forma parte de un compromiso de 600 mil millones de dólares por parte del gigante minorista para comprar productos fabricados, cultivados o ensamblados en EU, que comenzó en 2013. Se trata de una definición amplia: ensamblar algo localmente es bastante diferente a fabricarlo de principio a fin en EU (la empresa no quiso publicar el volumen de productos ciento por ciento fabricados en Estados Unidos, algo que puede ser minúsculo).

Dado que 86 por ciento de los clientes de Walmart quiere más productos de este tipo, existe un argumento comercial para ello. “Cuanto más cerca esté del cliente, mejor será en términos de velocidad de comercialización y, en el caso de productos agrícolas, frescura”, señala Walmart. La empresa, por ejemplo, ha realizado una gran inversión en agricultura vertical hiperlocal. Colocar los productos donde están los clientes reduce los costos de transporte y las emisiones. Más allá de eso, las empresas estadunidenses ven con claridad la señal política en la pared. Sea quien sea elegido en noviembre, habrá un impulso continuo del sector público para la reindustrialización.

Además de ofrecer escala, Walmart, que dirige un campo de entrenamiento de la cadena de suministro para nuevos socios, trabajó con los proveedores de AG para elevar a productividad para que también permitiera bajar precios. “Hay mucho escepticismo sobre si se puede reindustrializar y construir más cadenas de suministro a escala en EU”, dice el director ejecutivo de American Giant, Bayard Winthrop. “Lo que acaba con eso es una orden de compra”.

Los textiles son una industria de bajo margen y en las últimas dos décadas la mayor parte de la producción se trasladó a China. Pero, en cierto modo, eso convierte a la industria en un caso de estudio perfecto sobre lo que es posible en términos de deslocalización. La respuesta: más de lo que se piensa. Durante la pandemia observé cómo los fabricantes estadunidenses de textiles bajaban el precio de una mascarilla hecha en EU de 50 centavos a entre 25 y 30 centavos gracias a una fuerte señal de demanda por parte del gobierno. Por desgracia, esa señal desapareció después de que los cabilderos la rebajaran a nivel estatal.

Desde entonces cerraron 17 fábricas textiles en EU, según el National Council of Textile Organizations. Sin más compras nacionales, no pueden competir con los minoristas de moda rápida capaces de aprovechar las lagunas jurídicas de minimis para pequeños envíos internacionales de paquetes de menos de 800 dólares. Estas lagunas jurídicas también abren la posibilidad de que productos fabricados con trabajo forzado o sustancias prohibidas ingresen a EU.

El presidente puede cerrarlas, pero para que la industria textil (o cualquier industria de EU) sea competitiva a largo plazo, hace falta algo más que aranceles u órdenes ejecutivas. “Se trata es de incentivar la demanda”, dice Christopher Gopal, miembro de la Defense Business Board, que colabora con el Departamento de Defensa para estudiar cómo se puede aprovechar la demanda de los consumidores para hacer competitivas de nuevo industrias más estratégicas, por ejemplo, la de semiconductores o la de tecnologías limpias.

Los funcionarios de comercio estadunidenses desde hace mucho se quejan de la facilidad con la que los países con mano de obra barata pueden obtener acceso al mercado de consumo más grande del mundo sin dar mucho a cambio. La presión para aprovechar al consumidor estadunidense para apoyar la reindustrialización plantea una pregunta interesante: ¿los consumidores estadunidenses pagarán unos cuantos dólares más para apoyar los empleos locales? La forma de la economía de EU puede depender de la respuesta.


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