Mark Zuckerberg siempre mostró un sentido mesiánico de su propio destino. Alguna vez predijo que los gobiernos informados, empujados por una población empoderada por las herramientas de Facebook, defenderían un futuro conectado. “Creemos que en todos los países surgirán líderes que estén a favor del internet y luchen por los derechos de su gente”, declaró en 2012. Estos van a incluir “el derecho a compartir lo que desean y el de tener acceso a toda la información que la gente quiera compartir con ellos”.
Este es el tipo de fantasía que disfrutaría un ejecutivo de 27 años de edad que planeaba una oferta pública inicial de 100,000 millones de dólares (mdd) en 2012. Esta semana, Zuckerberg, en una etapa más madura, se enfrentó a 98 senadores en Washington D.C. No eran el ejército de personas amigables que Facebook había soñado. En lugar de luchar por el derecho a compartir, parecía más motivado por el temor de que, tal vez, su creación se pudo convertir en una amenaza para la privacidad de sus 2,100 millones de usuarios y, tal vez, para la propia democracia.
Zuckerberg se topó con una serie de crisis provocadas por el éxito casi inimaginable de su invento. Comenzó con su resistencia a reconocer las fake news (noticias falsas) que afectaron su red social durante las elecciones de 2016 en EU, a lo que le siguió su falta de voluntad para hacer frente al papel de Facebook en la interferencia rusa.
- Te recomendamos Cambridge Analytica se declara en bancarrota en EU Tecnología
A esto le siguió el escándalo de Cambridge Analytica, otra crisis que abordaron de manera demasiado lenta. Esto planteó preguntas fundamentales sobre si se pueden confiar a Facebook los datos de sus usuarios.
Para atraer la atención política, Zuckerberg, con traje y corbata sobria, cedió ante 10 horas de interrogatorio público de los legisladores en el Capitolio. Pero su aparición ante el Congreso no resolvió la pregunta de si había hecho lo suficiente para poder reiniciar, no solo por su compañía, sino para la trayectoria de su propia vida.
La enorme riqueza generada por el éxito de Facebook condujo a sospechas de que el idealismo de Zuckerberg se ahogó en su propio interés. En realidad, el empresario que abandonó Harvard nunca separó a las dos. Al declarar su misión de “hacer que el mundo esté más conectado”, dejó en claro desde el principio que las utilidades desempeñarían un papel importante tanto para la validación del éxito de su empresa como para lograr su propósito superior, y el combustible para promover su visión.
Los objetivos paralelos de mejorar el mundo y ganar tanto dinero como fuera posible crearon “una contradicción intrínseca” desde el principio, dice David Kirkpatrick, autor de The Facebook Effect (El efecto Facebook). “Fue tanto el dinero que confundió a todos en Facebook respecto de sus responsabilidades”. Si el mismo Zuckerberg fue parte del problema, inevitablemente eso plantea preguntas sobre su futuro. Un inversionista ya lo instó a que deje la presidencia, e incluso se le pidió que renunciara por completo al control de la administración.
Dado su control mayoritario en la votación, “es una persona a la que no pueden destituir”, dice Scott Galloway, un crítico abierto de Facebook. Pero incluso si los accionistas pudieran reemplazar a Zuckerberg, eso sería irrelevante, agrega. El verdadero reto es que la sociedad proponga restricciones. “No es su responsabilidad, es nuestra”, dice Galloway.
Para sus críticos, el gran éxito de Zuckerberg lo desconectó del impacto que tiene en el mundo, y lo puso en una mala posición para arreglar la compañía. “Veo a Zuck y pienso: ‘Wow, tuvieron éxito más allá de sus sueños, son multimillonarios’”, dice Roger McNamee, un inversionista de Silicon Valley que asesoró al fundador de Facebook en los primeros días de la empresa. “Creo que querían ser héroes en su propia película, en lugar de presidir un sistema que socava la democracia y las libertades civiles. Pero, algo sucedió. Tal vez perdieron la capacidad de identificarse con los problemas”.
Para sus partidarios, este es solo un reto más para un ejecutivo que reinicia con éxito Facebook cada vez que se enfrenta a una nueva amenaza. “He visto a Mark enfrentarse a las adversidades muchas veces, y siempre ha sido capaz de impulsar a su equipo y salir fortalecido como líder”, dice Jim Breyer, un capitalista de riesgo que lo apoyó cuando tenía 20 años. “Nunca apostaría en contra de Mark Zuckerberg”.
El intento de esta semana de Zuckerberg de proyectar humildad tuvo un éxito mixto. No se le reconocía por su empatía o muestras de sus emociones, sus disculpas por las filtraciones de datos fueron tardías. Una vaguedad reiterada generó sospechas de que, a pesar de que afirmó que está dispuesto a aceptar nuevas regulaciones, no cedió terreno ante ningún tema importante.
Pero algunos que lo siguen desde hace años dicen que sería un error considerar la visita a Washington nada más como un ejercicio cínico de autoconservación. “Ahora está, de una manera en la que definitivamente no estaba hace un año y medio, tratando de descubrir qué significa ser una compañía con una responsabilidad cívica”, dice Kirkpatrick. Al tener en cuenta lo que está en juego, los políticos y los ciudadanos de muchos países esperan desesperadamente que tenga razón.