
“Estábamos en guerra con un dictador; ahora estamos luchando contra un dictador apoyado por un traidor”. Así definió, en un brillante discurso, Claude Malhuret, un senador francés hasta entonces poco conocido, el desafío de nuestra época. Tenía razón. Ahora sabemos que Estados Unidos y, por tanto, el mundo han cambiado para peor. Pero esto ya no debe sorprendernos. La duda más bien es sobre cómo puede y va a responder Europa.
En la década de 1970 tuve la buena suerte de vivir y trabajar en Washington. Era la época de Watergate. Observé con admiración las audiencias del Congreso sobre las malas acciones del presidente Richard Nixon. Rápido se hizo evidente que los miembros de ambos partidos se tomaban en serio y literalmente su obligación de proteger la Constitución. Nixon estaba a punto de ser sometido a un proceso de destitución y condenado. Cuando se le advirtió de esto, renunció.
Comparemos esto con el segundo juicio político de Donald Trump en febrero de 2021 por el delito mucho mayor de incitar a una insurrección con el objetivo de anular los resultados de las elecciones presidenciales de 2020. Es imposible que alguien en su sano juicio dude de su culpabilidad. Pero solo siete senadores republicanos votaron a favor de la condena. No fue suficiente. Al dejarlo libre, el Congreso mató la constitución. Lo que ha sucedido desde ese momento era previsible y se podía pronosticar.
Desde la década de 1970, EU ha sufrido un colapso moral del que es poco probable que se recupere. Lo vemos a diario en lo que se le permite hacer a esta administración con los compromisos de Estados Unidos, con los aliados, con los débiles, con la prensa y con la ley. Mi colega John Burn-Murdoch también ha demostrado que las actitudes de MAGA son cercanas a las de los rusos de hoy: el poder no se cederá fácilmente.
Esta es una catástrofe histórica. Pero si EU ya no es un partidario y defensor de la democracia liberal, la única fuerza fuerte para llenar el vacío es Europa. Si los europeos quieren tener éxito en esta difícil tarea deben empezar por proteger su hogar. Su capacidad para hacerlo dependerá a su vez de recursos, tiempo, voluntad y cohesión.
Sin duda Europa puede aumentar su gasto en defensa. Si bien ha habido un aumento en la proporción del PIB destinado a defensa durante la última década en los 10 países más poblados de la Unión Europea, más Reino Unido y EU, Polonia es el único que gasta más que Estados Unidos, en relación con el PIB. Por fortuna, las proporciones de déficit fiscal y deuda neta en relación con el PIB de la UE27 son mucho menores que las de EU.
Además, el poder adquisitivo del PIB de la Unión Europea y Reino Unido juntos es mayor que el de EU y eclipsa al de Rusia. En resumen, económicamente, Europa tiene los recursos, aunque necesitará las reformas recomendadas por Mario Draghi el año pasado si quiere ponerse al día tecnológicamente.
Sin embargo, este potencial económico no se puede convertir en independencia estratégica de EU de la noche a la mañana. Como demuestra el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con sede en Londres, el armamento europeo depende demasiado de los productos y la tecnología estadunidenses para que eso sea posible. Necesitará un segundo ingrediente, más escaso: el tiempo. Esto crea una vulnerabilidad que se puso de manifiesto en el temido impacto del cese del apoyo militar estadunidense a Ucrania. Europa tendrá dificultades para suministrar lo que llegue a faltar.
El tercer ingrediente es la voluntad. Los europeos tienen que querer defender los tan cacareados “valores europeos” de la libertad personal y la democracia liberal. Hacerlo será costoso e incluso peligroso. En Europa también existen elementos de derecha con opiniones similares a las de los republicanos de MAGA, aunque no sean tan dominantes en el lado conservador de la política como en EU. Pero algunos países (Hungría, Eslovaquia y tal vez Austria) tendrán gobiernos a favor de Putin. En el pasado, Marine Le Pen, en Francia, ha hecho más que coquetear con estar a favor de Putin. También es aterrador el ascenso de las extremas derecha e izquierda en Alemania. En resumen, Europa tiene quintas columnas casi en todas partes.
Al mismo tiempo, algunos líderes y países europeos importantes, Alemania sobre todo, están mostrando cierta voluntad. En particular, Friedrich Merz, que se espera sea el próximo canciller alemán, y sus potenciales socios de coalición acordaron enmendar el “freno de la deuda” y gastar cientos de miles de millones de euros en infraestructura y defensa. Merz también dijo que Alemania hará “lo que sea necesario” para defenderse de “las amenazas a la libertad y la paz” en Europa. Pero ¿lo hará? La respuesta a esa pregunta no está clara.
Por último está el ingrediente esencial de la cohesión. A diferencia de EU, China o Rusia, Europa no es un Estado. De hecho, contrariamente a la histeria de los partidarios del brexit, está lejos de serlo. Su capacidad se ve obstaculizada por el doble hecho de que carece de una política y de finanzas compartidas. Es mejor verlos como un club que necesita un alto grado de unanimidad para actuar de manera eficaz y legítima en materia de política exterior y defensa. Los europeos se aprovecharon de EU porque era lo natural para cada uno de ellos. Lo mismo se aplica si Estados Unidos los abandona. Muchos miembros se inclinarán a dejar la carga a unas cuantas grandes potencias. Pero incluso coordinar las políticas y las fuerzas armadas de Alemania, Francia y Reino Unido será difícil, porque eso lo hará un comité de iguales, sin un líder.
En resumen, tenemos una fuerza irresistible y un objetivo inamovible: la falta de confiabilidad de Trump es la fuerza y las dificultades para conseguir que Europa movilice su voluntad son inamovibles. Además, hay que superar esto último rápidamente. Hasta que eso ocurra, Europa seguirá dependiendo en gran medida de un EU poco confiable para su seguridad.
Si Europa no se moviliza rápido en su propia defensa, la democracia liberal puede hundirse. Hoy se siente un poco como en 1930. Esta vez, por desgracia, EU parece que está en el lado equivocado.