¿Cuál debe ser el objetivo de los bancos centrales? Desde principios de la década de 1990, la respuesta ha sido cada vez más la “inflación de los precios al consumidor”, pero esto nunca ha sido cuestionado. En la actualidad, hay cuatro posiciones alternativas. Una piensa que los bancos centrales deben apuntar a los precios de los activos. Otra piensa que deben apuntar a una tasa de interés “justa”. Otra, que deben apuntar a la actividad real. La última piensa que debe ser hacia a algún otro objetivo nominal, como el nivel de precios o el producto interior bruto nominal. Estos son debates importantes, pero la realidad permanece: la banca central es arte, no ciencia. El arte debe guiarse por objetivos sensibles unidos a una conciencia profunda de la incertidumbre.
Desde principios de la década de 1990, la opinión dominante entre los bancos centrales y los economistas es que el mejor objetivo es la inflación. El pionero de este enfoque fue Nueva Zelanda en 1990 y le siguieron Canadá y Reino Unido. La Reserva Federal de Estados Unidos siguió en 2012. El Banco Central Europeo también tiene un objetivo de inflación, aunque su meta es un techo de 2 por ciento y no es simétrico. Según Paul Fisher, de la Warwick Business School, 67 bancos centrales tenían objetivos de inflación en 2018.
La lógica de tener como objetivo la inflación tiene tres componentes. El primero es que un instrumento (en este caso la política monetaria) solo puede apuntar a un objetivo. El segundo es que un banco central solo puede fijar la mira en un objetivo nominal de algún tipo. El tercero es que la inflación es un objetivo comprensible y políticamente aceptable.
Un subconjunto de las personas que piensan que los bancos centrales deben apuntar a los precios de los activos está de acuerdo en que solo debe haber un objetivo, pero quieren que apunten al precio de una materia prima, por lo general oro. Tal vez, en algún momento, quieran que miren al bitcoin como el máximo activo de reserva. La objeción a un patrón oro es que elimina la discreción, lo que ha demostrado ser intolerable. Hoy en día, la visión de los “defensores del oro” se ha convertido en una curiosidad.
En la actualidad, existe una visión más generalizada de que los bancos centrales deben apuntar al crecimiento de la deuda o una variedad de precios de activos, como los de las casas o las acciones. El gobierno de Nueva Zelanda, por ejemplo, acaba de decirle a su banco central que establezca como objetivo los precios de la vivienda. Quienes piensan esto a menudo afirman que los aumentos explosivos en los precios de los activos alimentan la desigualdad y crean inestabilidad macroeconómica.
Hay al menos cuatro objeciones a apuntar a los precios de los activos. Primero, dado que los precios de los activos son volátiles, fijar la mira en ellos hará que la política monetaria sea muy volátil y generará inestabilidad. Segundo, nadie sabe cuál debe ser el valor “correcto” de las acciones, el precio de la vivienda o el nivel de endeudamiento. Tercero, los bancos deben tener en cuenta los precios de los activos y el crecimiento de la deuda al evaluar el estado de la economía. Por último, los bancos deben utilizar herramientas regulatorias.
El argumento más grotesco es sobre la desigualdad de la riqueza. Es absurdo defender una política monetaria más estricta y un mayor desempleo con el fin de reducir la desigualdad de la riqueza. En 2020, la riqueza en el percentil 20 de la distribución del ingreso de EU fue de 6 mil 400 dólares y en el percentil 40 fue de 67 mil 500 dólares. El 0.1 por ciento superior comenzó en cerca de 43 millones de dólares. ¿Qué diferencia supondrá para los que no tienen casi nada si los últimos se duplicaran? Si la gente quiere menos desigualdad de riqueza, debe abogar por impuestos sobre la riqueza y la herencia.
Una opinión que no es ajena a la anterior es que el banco central debe fijarse como objetivo una tasa de interés real positiva. La creencia implícita es que sabemos cuál debe ser la tasa de interés real y que el banco central ha sido responsable de establecerla tan baja durante tanto tiempo. Tampoco está justificado. La tasa adecuada depende de las condiciones de toda la economía, en especial el ahorro y la inversión. Además, el banco debe establecer una tasa que sea consistente con un equilibrio macroeconómico. Por tanto, las realidades subyacentes determinan en última instancia lo que puede hacer.
Usar la política monetaria para fijar la mira en los precios de los activos, en lugar de solo tomarlos en cuenta, es una locura. Sin embargo, no es absurdo considerar una actividad real. De hecho, la Fed ya tiene el mandato de considerar el desempleo. Por fortuna, establecer la meta de inflación es consistente con hacer de la actividad real el objetivo final. Mientras más débil sea la relación entre la inflación y el desempleo, más debe ser el objetivo del banco el máximo empleo, sujeto a la restricción de la inflación. La Fed incluso cambió a centrarse en la inflación. La fijación de objetivos a nivel de precios o del PIB nominal puede reforzar ese objetivo.
Es probable que la política monetaria necesaria para generar el máximo empleo y una inflación estable sea consistente con todo tipo de actividad alocada en el sistema financiero. Quizá estamos viendo mucho de eso ahora, pero ningún banco central cuerdo crearía recesiones para salvar las finanzas de sí mismo. Más bien, debe salvar a la economía de las finanzas mediante una regulación estricta, en especial del apalancamiento.
Del mismo modo, es posible que una crisis excepcional, como la pandemia, genere errores de política, incluida una inflación alta. Andy Haldane, economista jefe del Banco de Inglaterra, enfatizó este riesgo en un discurso reciente que invita a la reflexión.
Los bancos centrales deben estar siempre alerta, pero nadie debe imaginarse que existe un régimen alterno que resolverá todas las dificultades. Los bancos centrales cometerán errores, pero deben evitar las complicaciones.
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Se mantienen los precios en la UE
La tasa de inflación en la Eurozona se mantuvo estable en febrero, en +0.9%, el mismo nivel registrado en enero, de acuerdo con la primera estimación de la oficina europea de estadísticas Eurostat, divulgada ayer. En la Eurozona la inflación se había situado en enero en terreno positivo luego de cinco meses consecutivos de resultados negativos, como consecuencia de las medidas de restricción adoptadas ante la pandemia de covid-19. Los cinco meses consecutivos de índice inflacionario en terreno negativo hicieron encenderse intensas luces de alerta por el enorme impacto de las medidas de contención sobre la demanda, en un 'enfriamiento' generalizado de la economía en la Eurozona.