Ya a mediados de la década de 1990, era común en el mercado de seguros de Londres argumentar medio en broma que lo que el mercado de reaseguros, infamemente “blando” —barato— necesitaba para escapar de un periodo de baja rentabilidad era un gran desastre, que le haría darse cuenta de que necesitaba cobrar más por la cobertura.
Cuando dos aviones chocaron con las torres gemelas del World Trade Center una década después, esa profecía sonó en mis oídos. Para la industria de seguros tuvo el efecto necesario, aunque el beneficio fue efímero, pues el mercado se convirtió en un imán para nuevos capitales de seguros ávidos de utilidades.
Los bonos para catástrofes, concebidos a raíz del excepcionalmente destructivo huracán Andrew de 1992, se convirtieron en algo generalizado después del 11 de septiembre y los inversores pusieron un muro de nuevo capital.
En este mercado notoriamente cíclico, el exceso de dinero nuevo compitiendo por rendimientos pronto socavó la misma rentabilidad que se veía tan atractiva.
Durante las dos últimas décadas ha habido un mercado parecido al que precedió al 11-S. Y el covid causó sin duda un alto grado de dolor financiero, que empujó a algunos de los grandes nombres de la industria a los números rojos.
Pero el impacto más resonante vino —y vendrá— de una fuente más existencial: la propia capacidad del planeta para sobrevivir ante el cambio climático.
La temporada de renovaciones de reaseguros de enero de este año ha sido una época de auge de los aumentos de precios para las reaseguradoras.
Las primas de ciertas coberturas, como el riesgo de inundación en Alemania o los incendios forestales en Estados Unidos, se dispararon entre 50 y 100 por ciento en enero de este año. Según el Swiss Re Institute, la cifra de catástrofes naturales aseguradas en 2021, de 105 mil mdd, fue la cuarta más importante desde 1970.
La preocupación es si los precios más altos de hoy garantizarán que el sector de los seguros pueda hacer frente a los riesgos cada vez mayores de la crisis climática. Un ataque contra dos rascacielos ya fue bastante difícil de superar; un ataque por parte del clima mundial será bastante más difícil.
srgs