Los bonos verdes se encaminan hacia la normalización. El “greenium” descuento en los rendimientos que los inversores en bonos verdes aceptan en comparación con bonos idénticos no verdes empezó a reducirse. Su desaparición es una señal de la madurez del mercado de deuda sustentable.
La emisión total de deuda verde cayó el año pasado hasta noviembre, desde un punto máximo de 1.5 mil millones de dólares (mmdd) en 2021 hasta alrededor de 1.2 mmdd, de acuerdo con la consultora BNEF. Es el primer año que se registra una caída.
Este descenso se relaciona con un fenómeno más general del mercado de bonos. Nadie ni ecologista ni de otro tipo quería encerrarse en los elevados costos crediticios de 2022.
En mercados clave, los instrumentos de deuda vinculados a la agenda ESG ganaron participación. De hecho, de la deuda emitida por compañías europeas con grado de inversión, 30% era verde en 2022, más del triple que en 2020, de acuerdo con Barclays.
El cambio en la emisión y la participación de mercado llevó a la deuda verde a cotizar muy en línea con sus homólogas. El descuento que obtienen las empresas al emitirla se redujo de un máximo de 15 a 20 puntos base a cifras mínimas de un solo dígito, o incluso cero.
Tiene sentido. El “greenium” nunca fue más que una prima de escasez para un nuevo tipo de deuda que aprovechaba la oleada de dinero verde que los gestores de activos estaban desesperados por desplegar. Los inversores obtienen exactamente el mismo perfil de riesgo que sus primos grises, y ambos reciben un reembolso del mismo fondo corporativo.
Los bonos verdes han sido una fuerza positiva que empuja a las empresas a asignar capital a proyectos sustentables y les da un incentivo adicional para reducir las emisiones de carbono, el plástico o desperdicio de alimentos. El producto convirtió a los tenedores de bonos verdes en una rareza financiera: inversores dispuestos a renunciar a rendimientos.
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A más largo plazo, los bonos dejarán de existir como clase de activo independiente. Toda la deuda emitida por una empresa con sólidas credenciales en materia ESG debería, en teoría, ser “verde”.
Los tenedores originales preocupados por el clima merecen crédito por haber puesto en marcha este mercado.
SGS