En las últimas dos décadas, a medida que la población mundial de multimillonarios se multiplicó por más de cinco y las fortunas más grandes se dispararon para superar 100,000 millones de dólares (mdd), comencé a darle seguimiento a la riqueza.
La creciente desigualdad se convierte cada vez más en un problema político, amenazando con provocar reacciones negativas populares contra el capitalismo mismo. La pandemia reforzó esta tendencia. A medida que se propagó el covid-19, los bancos centrales de todo el mundo invirtieron 9 billones de dólares para mantener a flote la economía.
Gran parte de ese estímulo se destinó a los mercados financieros, y de allí al patrimonio neto de los superricos. La riqueza total de los multimillonarios subió de 5 a 13 billones de dólares durante la pandemia, el aumento más dramático registrado en la historia de la lista anual de multimillonarios que recopila la revista Forbes.
En la lista de 2021, que se extiende hasta el 6 de abril, sus números subieron casi en 700 para un registro total de más de 2,700. Los 10 principales ganadores en EU y China registraron un impresionante incremento en sus fortunas en un año: de 25,000 mdd a más de 150,000 mdd tan solo para el fundador de Tesla, Elon Musk.
Estas cifras ya alimentan la ira de destacados senadores progresistas de Estados Unidos, como Elizabeth Warren y Bernie Sanders, quienes piden aplicarle grandes impuestos a los multimillonarios.
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Las elites buenas y malas
Ya en 2020 la ira en contra de la nueva élite de superricos estaba creciendo. Desde entonces, perfeccioné mi interpretación de los datos de los multimillonarios de la revista Forbes en un sistema para anticipar qué naciones están en mayor riesgo de una revuelta contra la riqueza.
Para identificar las élites multimillonarias nacionales, calculo la riqueza como una proporción del Producto Interno Bruto (PIB). Para identificar las élites arraigadas y basadas en las familias, cuento la parte de la riqueza que proviene de las fortunas heredadas.
Lo más importante es que distingo entre las élites multimillonarias “buenas” de las “malas”, calculando la parte de su riqueza que proviene de industrias generalmente productivas y limpias —en particular tecnología y fabricación— en contraposición a industrias como los bienes raíces o el petróleo.
En general, esas industrias son menos productivas, más propensas a la corrupción y gozan de menos buena voluntad y, por lo tanto, es más probable que esos campos inciten a la reacción populista.
La clase de multimillonarios estadounidense parecía sorprendentemente bien equilibrada a principios de la década de 2010, dada la reputación de EU como el hogar del capitalismo.
La riqueza de los multimillonarios alcanzó un total de 10% del PIB en ese momento, lo que estaba en línea con el promedio de los países ricos. Para 2015, el panorama cambió. La riqueza de los multimillonarios había aumentado a 15% del PIB.
Las ganancias del mercado de valores de 2020 fluyeron en gran medida a las compañías de tecnología y a sus fundadores. Los superricos “buenos” todavía gobiernan la clase. Pero la magnitud de la riqueza de los multimillonarios estadounidenses se disparó en un año a casi 20% del PIB.
Pandemia millonaria
Mi análisis se centra en diez de las principales economías emergentes y diez de las desarrolladas, donde la clase multimillonaria estadounidense es ahora la segunda más abultada entre sus pares. El primer lugar lo ocupa Suecia.
En los últimos cinco años, los multimillonarios suecos aumentó de 26 a 41, 10 de ellos aparecieron el año pasado, cuando su riqueza se disparó de 20% a casi 30% como porcentaje del PIB. Una tendencia similar se está desarrollando en Francia, donde la riqueza se había incrementado constantemente al 11% del PIB cuando golpeó la pandemia, y saltó al 17% el año pasado.
En Reino Unido, por el contrario, la riqueza de los multimillonarios se mantuvo relativamente sin cambios, aumentando ligeramente hasta 7% del PIB. De manera similar, China ya no es tan estatista. Su explosión demográfica de multimillonarios no solo eclipsó a todos los demás en 2020, sino que juntos agregaron casi 1 billón de dólares a sus fortunas colectivas, que casi se duplicaron como proporción del PIB al 15%.
En China, como en EU, la mayoría de los nuevos multimillonarios surgen de industrias dinámicas y altamente productivas, encabezadas principalmente por las empresas de tecnología y fabricación. Antes de la década de 2010, Beijing parecía estar imponiendo una regla no escrita de que ninguna fortuna debería superar los 10,000 mdd.
A medida que las grandes compañías de internet despegaron, el patrimonio neto de sus fundadores se disparó y superó los 10,000 mdd por primera vez en 2014.
Apenas siete años después, hay más de 50 decamultimillonarios chinos. En sus recientes esfuerzos por frenar a los principales magnates de internet, como Jack Ma de Ant Group (patrimonio neto de 48,000 mdd), Beijing parece estar reafirmando el control.
Pero dado que el objetivo de China de reemplazar a EU como la principal economía del mundo depende de su destreza tecnológica, puede ser reacio a presionar demasiado.
Los nuevos Rockefeller
La relación de EU con los multimillonarios no es menos compleja. EU rara vez se ha inclinado a fijar la mirada sobre aquellos que realizan sus sueños. Solo en periodos de extrema desigualdad, como la era del barón ladrón de principios del siglo XX, magnates como John D.
Rockefeller fueron considerados enemigos públicos. A pesar de que se habla de una nueva era dorada, hasta hace poco los magnates eran más propensos a ser celebrados que a ser despreciados. Fue de gran ayuda que muchos fueran emprendedores, filántropos o, como Bill Gates y Warren Buffett, ambas cosas.
En términos generales, las fuentes de riqueza de los multimillona- rios de Estados Unidos todavía parecen menos cuestionables que las de sus pares. También vale la pena considerar en contexto la escala de la riqueza estadounidense. Como el hombre más rico del mundo, los 177,000 mdd de Jeff Bezos pueden parecer alucinantes. Pero con un 0.8% del PIB, está lejos de la riqueza de Rockefeller, que en su punto máximo ascendió a 1.6% del PIB.
Sin embargo, hay muchos Rockefeller reales en otros países. Los primeros en la lista son el rey de la moda Amancio Ortega de España, el titán de las telecomunicaciones Carlos Slim de México y Bernard Arnault de Francia; cada uno tiene una fortuna equivalente a más del 5% del PIB de su país de origen.
Aún así, la escala de las fortunas megamultimillonarias, y su constante crecimiento, está provocando la ira política en toda la clase, sin importar sus logros o contribuciones a la sociedad.
Desde hace mucho tiempo Rusia ocupa un lugar especial en mis listas, como la capital mundial de los multimillonarios “malos”. Recientemente perdió ese lugar ante México, pero con solo 13 miembros, la élite multimillonaria mexicana es pequeña.
Un aumento repentino en 2020 llevó la participación de la riqueza de los multimillonarios “malos” de México hasta 75%, dejando a Rusia en el segundo lugar entre las grandes naciones en desarrollo, con 60%, o tres veces el promedio de las naciones emergentes.
Hasta ahora, las autoridades de Moscú han podido sofocar el enconado descontento, pero no se puede decir lo mismo en México. La ira por la desigualdad ayudó a que el presidente Andrés Manuel López Obrador asumiera el cargo, y el deterioro de las puntuaciones de las fuentes y los orígenes familiares de su riqueza multimillonaria podría aumentar la presión.
La pandemia aceleró muchas tendencias económicas y sociales que ya estaban en marcha. Las clases de multimillonarios crecieron a un ritmo récord, aumentando la amenaza de reacciones negativas contra la riqueza.
En los países ricos, estas agitaciones se centran hasta ahora casi por completo en recuperar la riqueza a través de los impuestos, sin abordar el motor fundamental del mercado: el dinero fácil que sale de los bancos centrales.
Lo que suceda a continuación en términos de la actitud del público hacia la creación de riqueza depende en parte de cómo evolucione el auge a partir de aquí.
Los buenos tiempos para los superricos “buenos” pueden estar ayudando a mantener bajo control la ira por la desigualdad de riqueza. Pero las listas de multimillonarios deben observarse en busca de señales de advertencia.