Potencias mundiales emergentes como India e Indonesia superaron las turbulencias de los últimos años en buena forma y gozan de un amplio reconocimiento por su éxito. Ahora, muchas de las economías con más problemas del mundo emergente también están reformando su camino hacia la recuperación, y los mercados empiezan a recompensarlas por eso.
Entre esos países destacan Turquía, Argentina, Egipto, Nigeria y Kenia, y tienen cierto peso. Estos cinco países reformistas se encuentran entre las 40 economías emergentes más grandes, por lo que su cambio para mejorar también refuerza la recuperación económica mundial.
Golpeados por la alta inflación, la deuda y los déficits, sus arcas de divisas se estaban vaciando cuando las tasas de interés a nivel mundial aumentaron bruscamente en 2022. Sus líderes no lo dicen en voz alta, pero sus planes surgieron directamente de las páginas del viejo y tan difamado consenso de Washington. La disciplina presupuestaria y la atención a las fuerzas del mercado son las únicas opciones políticas que funcionan cuando una nación se queda sin dinero.
Las cinco naciones reformistas todavía son ampliamente subestimadas. Hace apenas un año, tenían déficits por encima de 5 por ciento del Producto Interno Bruto. Sus tasas de inflación eran en promedio de dos dígitos, y más de 200 por ciento en Argentina. Si los apodos de los mercados emergentes todavía estuvieran de moda, a estas economías se les habría etiquetado como “las cinco frágiles” de esta década.
A medida que los capitales huyeron, sus reservas de divisas alcanzaron nuevos mínimos, registrando caídas máximas de un tercio en promedio. Al principio, los gobiernos resistieron estas presiones, tratando de estabilizar las monedas mediante controles. Eso solo empujó a los inversionistas a los mercados negros, donde las cinco monedas cotizaban en promedio 45 por ciento por debajo del tipo de cambio oficial.
Luego llegó el cambio. Los países asediados comenzaron a ceder ante las realidades del mercado, Argentina se convirtió en el reformador más agresivo. En noviembre pasado, se eligió un nuevo presidente: Javier Milei, que prometió utilizar una “motosierra” para acabar con la disfunción de su país.
Devaluó el peso en más de la mitad, redujo los departamentos gubernamentales a la mitad, quedando en nueve, redujo la nómina pública y tomó medidas para eliminar los aviones privados y otros beneficios oficiales, al tiempo que ha vendido cientos de compañías estatales. En enero, el presupuesto registró un superávit en un país que ha manejado déficits durante todos los años desde 1900 con excepción de 10.
Ahora el capital empieza a regresar a los cinco reformistas. Para ellos, la inversión extranjera directa, debilitada en todo el mundo, es inusualmente resiliente. La vida financiera empieza a parecer más normal.
Esto no sella un futuro brillante. Las naciones suelen hacer reformas durante las crisis y luego vuelven a las andadas cuando pasan las tormentas. Salir de este ciclo requiere un liderazgo que reconozca la necesidad de evitar recaídas y se comprometa con la reforma en curso. Es demasiado pronto para decir que alguno de los países en vías de recuperación vaya por ese camino. Pero por ahora se están recuperando, y eso hace que la economía mundial se sienta menos frágil.
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