Elon Musk muestra un desprecio casi anárquico por las rígidas normas y regulaciones que atan a otros líderes empresariales de su talla. El jefe de Tesla, que ya se ha enfrentado a los reguladores, se volvió blanco de escrutinio por sus recientes tuits sobre su propuesta de adquisición de Twitter.
Los expertos jurídicos debaten ahora si los tuits de Musk, que siguieron un patrón inusual de divulgaciones a la Comisión de Bolsa y Valores de EU (SEC, por sus siglas en inglés), podrían considerarse una maniobra para hacer que el trato sea más atractivo para él. Para Karen Yeung, profesora de la Universidad de Birmingham, el actual enfoque de la SEC es solo una faceta de un fenómeno preocupante que denomina “encanto digital”.
Es posible que compañías como Uber, Meta y Twitter hagan girar los engranajes de nuestra moderna era digital impulsada por los datos, pero Yeung sostiene que muchos gobiernos y reguladores están muy subordinados a ellas.
Yeung acuñó la expresión “encanto digital” para describir la narrativa de cuento de hadas que suele asociarse a la innovación digital: que los avances tecnológicos resolverán todos los problemas de la sociedad y, al mismo tiempo, crearán una riqueza incalculable y no afectarán a los derechos individuales ni a la privacidad.
El hechizo, dice, se mantiene gracias a tres principios ilusorios: el solucionismo digital, o la creencia de que las tecnologías digitales en red pueden satisfacer inmediatamente cualquier necesidad de la sociedad y resolver cualquier problema, incluso en ausencia de pruebas; la doctrina de la ausencia de efectos perjudiciales, en la que se enfatizan los beneficios y se le resta importancia a las desventajas o incluso se ignoran; y la innovación sin restricciones como un derecho básico. Este último punto anima a la sociedad a cultivar una devoción casi romántica por la idea de genios rebeldes sin las restricciones de los molestos reglamentos.
La ruta es la desregulación con una consideración secundaria de la democracia, la privacidad y la protección de datos. Hay que encontrar un equilibrio crítico entre permitir a los futuros Musk la libertad de superar los límites y comprender que esos límites, y muchas otras regulaciones, existen por una razón.
srgs