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El mundo debe aprender a vivir con las máquinas pensantes

La IA es como “un país de genios en un centro de datos”, uno que los chinos pudieron hacer más barato; el desarrollo creará grandes riesgos: ¿cómo controlarán su uso por Estados hostiles y terroristas?

Martin Wolf
Londres /
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Dos temas dominaron la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos la semana pasada: Donald Trump y la inteligencia artificial. De los dos, el último fue el más interesante y casi con toda seguridad el más significativo. Gran parte de la atención en el debate se dedicó a DeepSeek, la sorprendente advenediza empresa china. Sin embargo, hemos aprendido que el conocimiento se difunde: ningún país monopolizará estas tecnologías. Esto sorprendió a los mercados. Con las nuevas herramientas, estas “sorpresas” no son sorprendentes. Pero no cambian la gran pregunta, que es qué significa para todos nosotros el avance de la IA.

Los humanos son sociales e inteligentes. Esta combinación es su killer app (su aplicación es indispensable y superior a todas las demás). Les ha permitido dominar el planeta. La inteligencia humana inventó las tecnologías de uso general que dieron forma al mundo, desde el logro de controlar el fuego hasta la creación de las computadoras. Pero con las computadoras que piensan, esto puede cambiar. Blaise Pascal, matemático y filósofo francés del siglo XVII, dijo que “el hombre no es más que un junco, la cosa más débil de la naturaleza, pero es un junco pensante”. ¿Esa singularidad se está acabando?

En Davos asistí a dos fascinantes debates sobre las recompensas y los riesgos de los avances en inteligencia artificial. Una era una entrevista a sir Demis Hassabis, cofundador de Google DeepMind y cogalardonado del Premio Nobel de Química, que realizó Roula Khalaf, editora de Financial Times. La otra era una entrevista a Dario Amodei, fundador y director ejecutivo de Anthropic y autor de “Machines of Loving Grace”, que realizó Zanny Minton Beddoes, editora de The Economist.

La entrevista con Hassabis subrayó los recientes avances en nuestra capacidad para hacer análisis científicos, sobre todo en biología. Más de 2 millones de investigadores utilizan AlphaFold, dijo, el programa desarrollado por DeepMind. “Plegamos todas las proteínas conocidas por la ciencia, las 200 millones… la regla general es que un estudiante de doctorado necesita todo su doctorado para encontrar la estructura de una proteína. Por tanto, 200 millones habrían requerido mil millones de años de tiempo de doctorado. Y acabamos de darle todo eso al mundo, gratis”. Esto, explicó, es “ciencia a velocidad digital”. La posibilidad que se abre ante nosotros, entonces, es la de una enorme aceleración en el progreso médico. De hecho, podríamos tener los próximos 50 a 100 años de progreso normal en cinco a diez años.

En términos generales, argumentó Amodei, podemos imaginar la inteligencia artificial como “un país de genios en un centro de datos”, uno que los chinos pudieron hacer incluso más barato que antes. Sin embargo, ¿son genios? Mi prueba sería sí, dado el conocimiento de toda la física hasta 1906, pero nada después, la IA sería capaz de producir la teoría general de la relatividad de Einstein.

Parece verosímil que el impacto de tal capacidad de resolución de problemas, ya sea a nivel “genio” o no, debe ser notable. Puede acelerar las mejoras en el conocimiento y el crecimiento de la productividad y la propagación de la prosperidad. Ambas cosas son deseables. En las últimas décadas, el incremento de la “productividad total de los factores” —la mejor medida del progreso técnico— ha sido modesto. Además, una enorme cantidad de personas aún viven en pobreza extrema y, por desgracia, el progreso se ha desacelerado.

Pero también es evidente que el progreso acelerado puede crear dificultades. La estructura del mercado laboral puede cambiar, por ejemplo, con, en este caso, una marcada caída en la demanda de trabajadores cuyo activo sea una inteligencia entrenada, pero en gran medida rutinaria. Los pronósticos de este tipo de efectos varían. Un artículo de 2023 de Erik Brynjolfsson y Gabriel Unger señala que, como ha sucedido a lo largo de la revolución informática, los efectos sobre la productividad pueden ser modestos. Sin embargo, esta vez puede ser diferente, con una productividad que se dispara, pero cambios económicos y sociales correspondientemente grandes y disruptivos. Una vez más, dependiendo de cómo responda la sociedad, una IA exitosa puede conducir a un “tecnofeudalismo” con concentraciones aún mayores de riqueza. La invención de un gran número de nuevos tratamientos puede aumentar los costos de la atención de salud y los de afrontar vidas mucho más prolongadas, incluso si en general son más saludables. ¿Las personas están preparadas para vivir junto a sus tatarabuelos? Cosas aparentemente buenas pueden crear verdaderos desafíos.

El desarrollo de la IA creará grandes riesgos. ¿Cómo se controla su uso por actores deshonestos, incluidos Estados hostiles, terroristas y asesinos en masa? ¿Qué juicios morales se le permite a la IA hacer en la guerra? ¿Cómo se controla su uso en la vigilancia? ¿El “gran hermano” nos estará vigilando por siempre? ¿Qué hacemos con la fabricación de falsificaciones y noticias falsas? ¿Cómo sobrevive la libertad a todas estas amenazas?

Hassabis tiene claro que necesitamos límites efectivos globales sobre el uso de la inteligencia artificial. En una era de cooperación internacional fracturada y de desprecio por la idea de un “orden internacional basado en reglas”, ¿China y EU trabajarán juntos para hacer que la IA sea segura? Parece poco probable, sobre todo porque tienen diferentes puntos de vista sobre cómo se deben utilizar.

En 2015 escribí un artículo escéptico sobre el (modesto) impacto en la productividad de las nuevas tecnologías. Los próximos años pueden demostrar que estoy equivocado. Sin embargo, también señalé que si, en cambio, nos acercábamos a “la singularidad” —la IA que supera a la inteligencia humana— todo debe cambiar.

Una de las grandes ideas de la serie Dune, de Frank Herbert, es que en un pasado lejano (nuestro futuro), la humanidad libró una exitosa batalla contra las máquinas que piensan y los humanos tuvieron que volverse superhumanos. Un personaje explica que “los humanos configuraron esas máquinas para que usurparan nuestro sentido de la belleza, nuestro necesario yo, a partir de la cual emitimos juicios. Naturalmente, las máquinas fueron destruidas”.


Financial Times Limited. Declaimer 2021

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