Cuando era niño, Antonio visitaba la granja lechera de su padre varias veces a la semana y ayudaba a alimentar a las vacas y sembrar maíz. Su familia, en su mayoría agricultores de pequeños pueblos del estado de Jalisco, se sorprendió pero lo apoyó cuando se formó para convertirse en médico.
Pero en 2018, el auge del tequila en Estados Unidos (EU) le presentó a Antonio, que solicitó que no usemos su nombre real, la oportunidad de volver a los campos y conectar con su padre. Con el precio del agave, el ingrediente clave del tequila, alcanzando niveles récord, todos los que tenían un pedazo de tierra se apresuraron a plantar el cultivo o a vender su tierra a otros interesados en hacerlo. Cuando alcanzó un máximo de alrededor de 30 pesos por kilogramo, médicos, dentistas y muchos otros se abalanzaron sobre el negocio.
El número de productores de agave registrados se disparó de 3 mil 180 en 2014 a 41 mil en 2023. Durante varios años, la región estuvo llena de una sensación de posibilidad, incluso entre aquellos que no tenían tierras para cultivar. Las empresas de inversión oportunistas crearon sitios web de operaciones similares a criptomonedas para alentar a los tapatíos a hacer apuestas a que el precio del agave seguiría aumentando.
Antonio, de 44 años, y sus socios gastaron 2 millones de pesos durante los siguientes años en alquilar tierras, comprar plantas de agave y pagar su mantenimiento. Mantuvo su práctica médica, pero iba tan seguido a sus plantaciones, que usaba como inversión y como escape. Si hubiera elegido otro cultivo --maíz, por ejemplo-- ahora estaría esperando su séptima cosecha. Pero el agave es una planta diseñada para sobrevivir en entornos desérticos. Guarda su energía con cuidado y tarda hasta siete años en alcanzar la madurez.
Un par de años después de plantar sus cultivos, Antonio aseguró un contrato con un productor de tequila que le prometía comprar sus plantas. El acuerdo le dio la confianza para plantar más, pero no incluía ningún tipo de protección de precios. En 2022, cuando sus primeras cosechas todavía estaban a un par de años de madurar, empezó a escuchar que se hablaba de la caída de precios. En dos años, el precio spot (precio al contado) se había desplomado a entre 1 y 3 pesos por kilogramo. “Empezamos a plantar muy emocionados, haciendo la inversión cuando las cosas iban bien sin saber realmente que todo es cíclico”, dice.
Historias como la de Antonio ahora se han cristalizado en la tradición de la industria del tequila: los desafortunados profesionales de clase media, que ayudaron a alimentar la crisis del exceso de oferta del agave que ahora sacude a Jalisco. “Hay mucha gente que invirtió en agave con dinero prestado, algunos incluso vendieron sus casas”, dice. Redujo el mantenimiento de sus cultivos, arriesgándose a las enfermedades, y espera salvar algo para pagar sus deudas. “Gran parte de la responsabilidad recae en la industria del tequila. Si no hubiera existido ese contrato, no habría plantado tanto como lo hice”.
Al borde del colapso
La carretera principal que une Guadalajara con el pueblo de Tequila está llena de agaves. Las filas de plantas se extienden en un mar de gris azulado, hasta las estribaciones de las montañas de Jalisco. En el borde de la carretera, la irregular cosecha a menudo se escapa de su valla y brota de las veredas, creciendo en el polvo que levantan los coches que pasan.
La cepa de agave que crece aquí, Agave tequilana, o agave azul, es el ingrediente principal del tequila, el cual alguna vez fue un licor de fiesta que se consumía en tragos en caballitos en los clubes nocturnos y mezclado como margaritas, hoy se posiciona como un licor premium para beber.
Gigantes multinacionales de bebidas como Diageo, Bacardi, Suntory y Pernod Ricard invirtieron miles de millones en la adquisición de marcas de tequila, la construcción de destilerías cada vez más grandes y la mecanización de los procesos de producción en un intento de asegurarse un punto de apoyo en la próxima gran novedad del alcohol. El CEO de Diageo prometió en 2023 llevar el tequila a nivel mundial con marcas como la muy popular Casamigos, fundada por George Clooney --que compró Diageo por mil millones de dólares (mdd) en 2017-- y la marca tradicional Don Julio.
EL DATOSiete años tarda en alcanzar la madurez
Una planta de agave.
Detrás del bombo publicitario del tequila alimentado por las celebridades se encuentra un sector agrícola al borde del colapso. Aunque el tequila sigue siendo la bebida alcohólica de más rápido crecimiento del mundo, el pico de crecimiento ya pasó y las personas que beben están reduciendo su consumo. Esto ya era particularmente cierto en EU, el mayor mercado de exportación del tequila, antes de que el presidente Donald Trump propusiera iniciar una guerra comercial. Si bien los grandes productores con relaciones de larga data con las casas de tequila pueden capear el ciclo, los agricultores sin contratos sólidos ahora tratan desesperadamente de deshacerse de su agave en un mercado saturado.
Los agaveros, los productores de agave, de los altos de Jalisco conducen hacia los pueblos, rogando a las destilerías que compren sus piñas, el corazón de la planta, que se cocina y se macera para hacer el jugo que se convierte en tequila. “Hacían fila, tocaban las puertas”, dice Guillermo Erickson Sauza, un productor de quinta generación de la histórica familia tequilera Sauza.
La destilería de Sauza, Fortaleza, que tiene seguidores de culto entre los conocedores de tequila estadunidenses, está en el corazón de la ciudad que le da nombre a la bebida. Rodeada de colinas, Tequila es una maraña de edificios bajos y pintados de colores brillantes, adornados con banderas y que albergan lugares turísticos improvisados. Detrás de altas puertas y arcos coloniales hay alrededor de 20 destilerías de tequila, algunas con más de 200 años de antigüedad, frente a las cuales pasa algún que otro pedibús (grupo de personas que recorren juntas una ruta a pie) que transporta a vacacionistas borrachos.
Sauza, que tiene una figura distintiva con un sombrero de ranchero y una chamarra de motociclista, dice que el año pasado unos agricultores lo detuvieron en la calle y le rogaron para que les aceptara un camión de piñas cada mes. “A eso se reduce la situación”, dice. “Pierden 10 años de su vida (por el cultivo)”.
Los pequeños agricultores ya empezaron a abandonar el cultivo, quemando plantas semimaduras y volviendo a plantar maíz. Los tequileros temen que las enfermedades se propaguen por los campos abandonados.
Este auge y caída de precios no es la primera vez que ocurre en la industria. La escasez de agave hace que suba el precio, lo que a su vez incentiva a que se cultive más, lo que resulta en un inevitable exceso de oferta. Sauza recuerda una situación similar hace 15 años. Sin embargo, los expertos dicen que esta vez la magnitud del auge no tiene precedentes. Y la crisis solo va a empeorar a medida que madure el agave plantado durante el auge.
Un gremio inconforme
El mes pasado, un grupo de agaveros se reunió para protestar a lo largo de la carretera de Guadalajara a la ciudad de Tequila, bloqueando temporalmente los camiones de agave. En los alrededores de Jalisco, los agricultores comenzaron a protestar contra el Consejo Regulador del Tequila (CRT), al que culpan por el desplome del precio del agave.
En una pequeña mesa redonda en el jardín de una hacienda en las afueras de Tequila, ocho hombres están sentados a la sombra, sosteniendo pequeños vasos de plástico para un trago. Los recién llegados al lugar son recibidos con un trago de tequila de una jarra desportillada. Su líder es el imponente Julián Rodríguez, un agricultor de agave de 73 años y activista de larga trayectoria que dice que pasó dos años prófugo, tres años en prisión y sobrevivió a múltiples intentos de asesinato relacionados con su activismo.
El grupo escucha en silencio absorto mientras Rodríguez, con una mirada intensa, relata que proviene de una familia de “rebeldes” con profundas raíces en la región. Mientras habla, hace un gesto hacia dos de los espectadores, quienes se levantan y despliegan un cartel que lo representa con el rostro ensangrentado en una protesta en la década de 1990. En ese momento representaba a El Barzón, un movimiento de protesta de agricultores de clase media que estaba ganando fuerza en medio de una devastadora crisis financiera y que se oponía a la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre México, EU y Canadá.
“Mi abuelo se unió a la Revolución Mexicana con Pancho Villa”, nos cuenta. “Un día me levanté contra la industria del tequila, siendo un hombre muy pobre. Todavía soy pobre, pero la vida me ha cambiado. Veo que este pueblo que da nombre a la bebida no recibe absolutamente nada a cambio”.
El grupo se autodenomina Consejo Mexicano del Agave y quiere el reconocimiento oficial del gobierno para representar a la industria del agave. Sus miembros se encuentran entre un número cada vez mayor de agricultores que se organizan en medio de la crisis y recurren a los líderes de los sindicatos agrícolas para ayudar a crear conciencia sobre su difícil situación.
Sus principales demandas son la implementación de reglas más estrictas para permitir que solo se use azúcar de agave en la producción de tequila (en este momento, un tequila mixto puede tener 49 por ciento de azúcar de caña) y el control centralizado de la plantación de agave.
Las normas las rige la CRT, que también controla el registro de plantaciones de agave. El grupo de Rodríguez dice que el regulador no ha cumplido con sus responsabilidades y lo responsabiliza del desplome de los precios del agave.
Las tensiones entre los campesinos y a los que consideran como invasores extranjeros que se benefician de su trabajo se repiten a lo largo de la historia mexicana, desde la conquista española hasta la firma del TLCAN.
No está claro a cuántos productores representa el consejo. Muchos agaveros están nerviosos de hablar por miedo a perder la pequeña oportunidad que ya tienen de vender su agave, y otros no están de acuerdo con la filosofía del grupo. “No es posible regularlo”, dice un productor de agave que solicitó el anonimato. “Durante años ha sido lo mismo, el precio del agave cae, la gente se desanima y no planta, luego vuelve”. Y, añade, “¿quién puede decir que el consejo no se va a convertir en un intermediario que se lleva las ganancias? Es mejor dejar que el mercado arregle la crisis”.
En la hacienda, los agaveros pasan recortes de periódico que cuentan la historia de las hazañas pasadas de Rodríguez. Detrás de ellos, un mural pintado representa una imagen romántica del jimador (un agricultor que cosecha agave) con su larga cuchilla de coa, las ondulantes colinas de Jalisco en la distancia.
“Vamos a detener todo el agave”, dice Rodríguez. “Y si se pierde el agave, que sea el agave de las multinacionales. Ya lo decidimos. Lo bueno de esta bebida espirituosa es que nos hace valientes”, añade, mientras se toma un trago.
En enero, semanas después de la reunión, decenas de agaveros con cara sombría protestaron a lo largo de la carretera portando pancartas y gritando: “No queremos más mentiras, exigimos una solución”.
La sobreoferta del tequila
La fachada de la oficina del CRT en Guadalajara está dominada por un espejo en forma de hoja de agave que se extiende hacia el cielo mexicano. En una imponente sala de conferencias, 12 representantes del consejo están sentados alrededor de una enorme mesa ovalada que llena la sala, con micrófonos y botellas de agua y tazas de café con la marca del CRT en cada lugar.
El organismo es el único responsable de la Denominación de Origen del tequila a nivel internacional y de la certificación de los productos del mismo, asegurándose de que se ajusten a las especificaciones de la industria. El CRT, una “organización de la sociedad civil” en lugar de un organismo regulador estatal, supervisa la industria desde la década de 1990, contribuyendo a su éxito fenomenal en EU y en el intento de abrir mercados.
Los representantes se presentan antes de iniciar una presentación que detalla las competencias del CRT en toda la cadena de suministro de tequila y agave, desde proporcionar “pasaportes” para nuevas plantaciones de agave hasta probar el líquido para garantizar que se ajuste a sus especificaciones.
EL DATO599 millones de litros de tequila producidos en 2023,
Aproximadamente una sexta parte quedó en inventario en 2024.
Su director, Ramón González, reconoce el problema del exceso de oferta de agave y que una avalancha de personas mal informadas se volcó en el cultivo del agave. El CRT tiene un programa de Agave Socialmente Responsable para incentivar a los productores a comprar a los pequeños productores que estaban en la industria antes de 2017, pero advierte en contra de intervenir con un control excesivo. “No es responsabilidad de la industria ni del gobierno. ¿Por qué? Porque no se puede obligar a la gente a plantar o no plantar”, dice González.
Rechaza la legitimidad de muchos de los líderes del agave que han denunciado tan públicamente el programa. “Un tipo se pone un sombrero y dice ‘Yo defiendo a los agricultores’. Muchos de ellos ni siquiera tienen agave”.
Pero muchos en el sector sienten que al CRT lo dominan demasiado las empresas más grandes y no hizo lo suficiente para prevenir la crisis de sobreoferta. “El problema es que sabemos que el CRT está gobernado por las grandes fábricas”, dice un productor de tequila. “Es una gran industria que representa mucho dinero”.
El CRT tiene un modelo representativo de gobernanza donde las decisiones son colegiadas y cada sector está representado, dice el director legal del CRT, Ricardo Soto. “Alguien que produce 300 litros vale lo mismo que alguien que produce 3 millones”.
Alexis Álvarez, responsable de certificación agrícola en el CRT, dice que no es una autoridad que pueda controlar lo que la gente planta. “En un escenario donde el precio (del agave) sube a 32 pesos por kilo, no hay poder humano capaz de detener a alguien para que establezca una plantación que parece tan rentable”.
Aun así, a algunos expertos les preocupa que no se haga lo suficiente. “El aumento desproporcionado en el número de plantas de agave, fomentado o no por la industria y los intermediarios, muestra la falta de ordenamiento de tierras por parte del Estado y de planeación por parte del Consejo Regulador del Tequila”, dice José de Jesús Hernández López, académico especializado en bebidas a base de agave en El Colegio de Michoacán.
“Se acabó el tiempo de la retórica”, añade. “Se necesitan acciones concretas, ordenamiento territorial y regulación efectiva antes de que la crisis se agrave”.
El CRT puso en marcha un plan para enfrentar la crisis, que incluye promover la agricultura por contrato y la planeación estratégica de cultivos, utilizando sistemas informáticos para rastrear mejor la cadena de suministro del agave. También se trabaja en un nuevo visor de estadísticas para ayudar a la toma de decisiones, dice.
“Me atrevería a decir que es la bebida con mayor control y rastreabilidad de todas las bebidas alcohólicas del mundo”, dice Álvarez. “Seguiremos trabajando para que la bebida crezca y en lugar de pensar en cuánto agave adicional habrá, pensemos en cuánto tequila más se puede vender”.
La apuesta de Diageo
A diferencia del whisky o el vodka, que se elaboran con materias primas de fácil acceso, existe toda una industria agrícola que se desarrolló en torno al tequila. Las multinacionales, para las que la adquisición de materias primas suele ser una actividad más distante, tuvieron que tomar grandes riesgos. “Ha sido necesario mucho aprendizaje”, dice Ewan Andrew, presidente de la cadena de suministro global y adquisiciones de Diageo, que en menos de una década pasó de ser un actor pequeño en el tequila a ser el líder de la industria, con la mayor presencia de cualquier fabricante de bebidas en México.
Andrew reconoce que los productores de tequila como Diageo tienen parte de responsabilidad en la creación de la crisis y necesitan unirse para encontrar una solución.
Como el mayor actor del tequila, Diageo rápidamente se integró no solo en la industria del tequila de México, sino también en las comunidades locales, construyendo infraestructura, escuelas, proyectos de sustentabilidad del agua, junto con sus megadestilerías y plantaciones de agave.
Diageo tuvo intereses en el tequila durante décadas, pero dio su primer gran paso en 2015 con la compra de Don Julio y su destilería, La Primavera, en Atotonilco El Alto, un pueblo en los altos de Jalisco. Para los influencers y los bartenders que visitan la destilería, la imagen idílica de una industria donde todavía reinan los procesos tradicionales. Los trabajadores preparan pilas de corazones de agave para procesarlos utilizando las tradicionales cuchillas de coa, cortando las piñas en secciones, revelando la pulpa blanca y espumosa en el interior, antes de cargarlas en una hilera de hornos de ladrillo. El olor del agave cocido, rico y dulce como la melaza oscura, impregna el edificio.
Pero solo una fracción del líquido que se envía a todo el mundo se produce aquí. A medida que aumentó la demanda de tequila, Diageo tuvo que ampliar su capacidad de destilación. Incluso con dos destilerías trabajando a plena capacidad, Diageo no podía producir suficiente tequila.
Durante los confinamientos por la pandemia de covid-19, los consumidores bebieron sus ahorros, experimentaron con la preparación de cócteles y, en general, bebieron más que nunca. En 2021, en el punto más alto del auge, Diageo invirtió 500 mdd en producción adicional, incluida una nueva destilería de tequila llamada La Barca, en el sur de Jalisco. Ese año, las ventas de tequila de Diageo se dispararon un 79 por ciento.
Pero luego, la demanda comenzó a flaquear. Las personas que beben en EU comenzaron a reducir su consumo. La cantidad de licores que se vendió en el país cayó por primera vez en 30 años en 2023, y en los primeros siete meses de 2024 cayó 3 por ciento en comparación con el mismo periodo del año anterior, según el proveedor de datos IWSR.
El consumo de tequila durante el mismo periodo cayó 1.1 por ciento, una rápida desaceleración en comparación con el aumento de 17 por ciento en 2021. México ahora tiene más de 500 millones de litros de tequila en inventario, casi tanto como su producción anual. A pesar de la desaceleración, en los seis meses hasta diciembre, las ventas totales de tequila de Diageo crecieron 20 por ciento, y las de Don Julio aumentaron 50 por ciento.
El ciclo del tequila
Los consumidores que beben margaritas y palomas en los bares de Nueva York y Londres tienen poca idea de los siete años de cultivo que se requieren para hacer su tequila. En El Gallo Altanero, un bar ubicado sobre un patio en el barrio de Colonia Americana en Guadalajara, la bartender Sophie Henault menosprecia brutalmente los tequilas producidos por las multinacionales.
El Gallo ofrece marcas de lotes más pequeños como G4 y El Caballito Cerrero, un licor raro que ha evitado el sello de aprobación de la CRT y se conoce con la etiqueta “destilado de agave” en lugar de tequila para no tener que adherirse a sus estándares. El único tequila producido en masa en la línea es Patrón.
Mientras sirven cócteles especiales a los clientes sentados en la barra, bajo una tenue luz roja, el personal bromea diciendo que la única forma de abrir una botella de Casamigos es estrellándola contra el suelo. Pero entre los veteranos del sector, el ambiente es menos de indignación que de resignación.
Erik Seiersen, que dirigió el negocio de Diageo en México durante su meteórica expansión entre 2013 y 2019, trabajó en Sauza Tequila hace dos décadas durante la última caída del precio del agave. Su estrategia entonces fue bajar el precio y pasar a una oferta de mercado masivo, lo que dice que en última instancia llevó el tequila a un público más amplio. Algo así parece estar sucediendo ahora, con la avalancha de marcas respaldadas por celebridades que ofrecen su tequila a precios reducidos.
Seiersen argumenta que la devaluación podría posicionar al tequila en una mejor trayectoria a largo plazo. Sin embargo, a pesar de su optimismo, tiene temores, y no solamente por el exceso de oferta actual. “El próximo ciclo de demanda, como en cualquier ciclo en el mercado libre, sube aún más y baja aún más”. La última vez, el precio del agave se disparó a 16 pesos por kilogramo y bajó a 3. Esta vez subió a 30 y bajó a 2, lo que en términos reales, teniendo en cuenta la inflación, fue mucho más bajo, razona. “La próxima vez será la caída más grande y pronunciada de la historia.
OMM