En cuanto a lo arriesgadas que son las apuestas de tecnología de largo plazo, ninguna es más arriesgada o de más largo plazo que la exploración espacial. El término “moonshots” se aplica a otros proyectos de tecnología grandiosos por una razón.
Pero la mística alrededor del espacio oscurece lo que a menudo son razones muy mundanas para el éxito y el fracaso.
Eso se hizo evidente la semana pasada cuando Blue Origin, de Jeff Bezos, finalmente nombró una fecha para su primera, pero retrasada misión de enviar a un turista al espacio. Tomó 21 años para llegar a este punto, y se produjo solo después de que el fundador de Amazon aumentó su respaldo personal a mil millones de dólares (mdd) o más al año.
El contrapunto obvio, SpaceX de Elon Musk, es más joven que Blue Origin por dos años, pero superó a su posible rival hace mucho tiempo. Llegó a la órbita por primera vez en 2010, desde que su cohete Falcon 9 se convirtió en el caballo de batalla de bajo costo para transportar cargas útiles al espacio.
La magnitud de este éxito, y el papel central que SpaceX podría desempeñar en la exploración espacial durante muchos años por venir, apenas se está haciendo evidente. Después de otorgar otro contrato a la compañía el mes pasado, esta vez para operar un módulo de aterrizaje lunar, la NASA declaró una revisión apresurada de la competencia en la industria espacial comercial para ver si hay alguna forma de evitar que se convierta en un juego de una sola compañía.
Un monopolista espacial emergente y un aficionado al turismo de gravedad cero: el contraste entre los dos hombres más ricos del planeta cuando vuelven su mirada hacia las estrellas difícilmente podría ser más marcado.
En retrospectiva, al triunfo de Musk le siguió un arco clásico de Silicon Valley y sugiere que después de todo, el espacio no está tan fuera de línea con los principios habituales de la inversión en tecnología. Implicaba una estrategia probada en el tiempo: aprovechar la investigación financiada por el gobierno, y al mismo tiempo, utilizar al gobierno como el cliente ancla para financiar el desarrollo de un nuevo mercado.
SpaceX no intentó reinventar la rueda al elegir su tecnología central de cohetes o al planear un vuelo con tripulación. En su lugar, se basó en lo que había hecho antes la NASA. Y puso todo su esfuerzo en construir un cohete dirigido directamente a los presupuestos de lanzamiento de la NASA y el Pentágono.
Esa fórmula hace eco de los orígenes de Silicon Valley, trabajando en electrónica para la industria de defensa, así como su posterior auge a raíz del internet financiado por el gobierno. La escala de tiempo apenas estaba fuera del alcance de otras grandes apuestas respaldadas con capital de riesgo, y Musk pudo atraer inversores externos casi desde el principio.
La segunda parte de la fórmula de Silicon Valley implicaba un modelo económico disruptivo. El secreto del éxito de SpaceX ha sido su dominio de la contratación de precio fijo, una nueva técnica que una NASA con poco dinero ha utilizado para estirar aún más su presupuesto. Un estudio de la NASA atribuyó a SpaceX una plantilla más reducida, menos niveles de gestión y una nueva cadena de suministro que no dependía de los contratistas de márgenes automáticos aplicados en el pasado.
El Dato...400 mdd
De la NASA requirió el desarrollo del cohete Falcon 9 de SpaceX, menos de 10 por ciento de lo que habría invertido en construirlo de manera tradicional
Es probable que el alcance de esta disrupción económica repercuta en el sector espacial durante años. La NASA calculó que el cohete Falcon 9 de SpaceX requirió menos de 400 millones de dólares para desarrollarse, menos de una décima parte de lo que habría costado crear el cohete con su método de contratación tradicional.
Por el contrario, la decisión de Bezos de poner primero su mirada en el turismo espacial suborbital parece casi caprichosa. El próximo plan de Blue Origin implica un gran salto a órbitas altas con un enorme cohete planeado que lleva el nombre de New Glenn.
Sin embargo, gran parte del dinero para los operadores comerciales en el espacio ha estado en el medio, en órbita terrestre baja. Llevar carga y tripulación a la Estación Espacial Internacional, o lanzar constelaciones de satélites de comunicaciones, ha producido mucho dinero en efectivo para alimentar el crecimiento de SpaceX.
En buena medida, la compañía de Musk ahora está siguiendo otro plan de Silicon Valley de eficacia probada con el lanzamiento de su propio servicio satelital de banda ancha, Starlink. Esto hace eco de una estrategia que utilizó Microsoft para dominar el software de las PC y Apple para sacar provecho de su iPhone.
Es demasiado pronto para saber si SpaceX de Musk tendrá éxito en el abarrotado mercado de satélites de banda ancha, pero su historial hace que sea difícil de descartar el éxito.
srgs