En 2022, las seis compañías petroleras más grandes del mundo ganaron más dinero que en ningún otro año de la historia de la industria: más de 200,000 millones de dólares (mdd), en gran parte procedentes de la producción y venta de los combustibles fósiles, que el mundo debe sustituir para evitar la crisis climática.
Las ganancias extraordinarias que BP, Chevron, Equinor, ExxonMobil, Shell y Total revelaron en sus resultados desataron indignación y acusaciones de lucrar con la guerra en Ucrania. También sembraron dudas sobre el compromiso de ejecutivos, políticos e inversionistas con el acuerdo climático de París para frenar el calentamiento global.
Después de años de presionar a las grandes compañías petroleras para que frenaran la producción, los líderes de Londres, Berlín y Washington cambiaron de enfoque el año pasado cuando los precios subieron, pidiendo a las compañías que aumentaran la producción o les ayudaran a conseguir sustitutos para los combustibles fósiles rusos tras la invasión a Ucrania por parte de Moscú.
Las empresas mejor posicionadas para responder fueron las más recompensadas por los inversionistas. ExxonMobil, que más se ha resistido a las presiones para reducir las emisiones de carbono, aumentó su producción en 2022 y el valor de sus acciones registró un repunte de más de 50 por ciento en el año, con unos beneficios récord de 55,700 mdd.
Esta semana, BP, considerada como la más comprometida con la transición de energía, anunció que desacelerará el ritmo de reducción de su producción de gas y petróleo durante esta década, lo que significa que sus emisiones disminuirán más lentamente.
El giro de 180 grados acaparó los titulares, provocó la ira de los ecologistas y avivó las peticiones de impuestos extraordinarios. Sin embargo, el mercado lo aprobó, las acciones de BP subieron más de 10 por ciento en las 48 horas siguientes, alcanzando su nivel más alto en tres años y medio.
Los responsables políticos siguen comprometidos con la transición energética. La Unión Europea aceleró sus planes de despliegue de energías renovables y proyectos de hidrógeno para sustituir la dependencia que tienen de los combustibles fósiles rusos. Al otro lado del Atlántico, la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) de Joe Biden promete turboalimentar las inversiones verdes.
Pero el resurgimiento de la demanda de hidrocarburos, las gigantescas utilidades que obtienen quienes los suministran y la respuesta de los mercados planteó serias dudas sobre si las industrias tradicionales y sus inversionistas impulsarán realmente la descarbonización del sector.
¿Más allá del petróleo?
Cuando Bernard Looney, director ejecutivo de BP, lanzó su plan para reformar la compañía británica de energía en 2020, el movimiento ambiental, social y de gobernanza (ESG) estaba en auge y dominaba las conversaciones entre los gestores de activos europeos y en Wall Street.
En respuesta, el ejecutivo se comprometió a reducir las emisiones de carbono de la compañía, recortando 40 por ciento la producción de gas y petróleo del grupo y adquiriendo 50 GW de energía renovable, todo esto para 2030.
BP dio marcha atrás a parte de ese plan. La producción de gas y petróleo del grupo ahora solo se va a reducir 25 por ciento de aquí a 2030, en comparación con los niveles de 2019, por lo que sus emisiones también se reducirán más lentamente. “Los gobiernos y las sociedades de todo el mundo piden a compañías que inviertan en el sistema de energía de la actualidad”, declaró Looney, después de anunciar unas utilidades récord de 27,700 mdd.
Es la segunda vez que BP da marcha atrás a su plan de abandonar el petróleo en favor de la producción de energías limpias. El primer intento, bajo la estrategia “Beyond Petroleum” (Más allá del petróleo) del director ejecutivo John Browne a principios de la década de 2000, se abandonó pocos años después, cuando los precios del crudo se dispararon hasta alcanzar su máximo histórico de casi 150 dólares por barril en 2008.
Looney enmarca este último giro no como un cambio de estrategia, sino como un fortalecimiento de la misma. Al mismo tiempo que invertirá 8,000 mdd más en gas y petróleo de aquí a 2030, el grupo también destinará 8,000 millones de dólares más a sus negocios de “transición”, biocombustibles, conveniencia, recarga, energías renovables e hidrógeno.
60,000 mdd
se comprometió el CEO de BP a invertir en transición energética en los próximos ocho años
En opinión de Nick Stansbury, responsable de soluciones climáticas de Legal & General Investment Management, el ajuste de BP no tiene por qué considerarse la sentencia de muerte de los esfuerzos de las grandes compañías petroleras por convertirse en empresas de energía.
El reto al que se enfrentan los directores ejecutivos, dice Stansbury, es cómo hacer la transición mientras se protege el desempeño financieros durante lo que promete ser una época de extrema volatilidad de los precios de las materias primas, a medida que el sistema mundial de energía se desplaza de los combustibles fósiles a la energía renovable.
Esa tensión del mercado se aprecia en la renuencia de los directivos a apostar más por los ingresos futuros e inciertos de las energías renovables, dicen los analistas.
Shell duplicó sus utilidades en 2022 hasta casi 40,000 mdd, pero mantuvo sin cambios sus planes de gasto de capital. La compañía gastó 3,500 mdd en su división de energías renovables y soluciones energéticas en 2022, lo que representa solo 14 por ciento del gasto total de capital del grupo. Este año gastará aproximadamente lo mismo.
“Las compañías petroleras se quejarán de que no obtuvieron ninguna recompensa en el mercado por ser más ecológicas que Exxon”, dice Rachel Kyte, decana de la Fletcher School de la Universidad de Tufts. “No creo que sea excusa suficiente, pero sí plantea una cuestión fundamental de las estrategias en torno a la transición energética”.
El petróleo rige el mundo
En EU, los ejecutivos petroleros se esfuerzan menos para desarrollar negocios alternativos con bajas emisiones de carbono y se sienten reivindicados por el aumento del precio de sus acciones. Los productores de esquisto dominaron la lista del S&P 500 en 2022.
3,500 mdd
gastó Shell en su división de energías renovables en 2022, lo que representa solo 14% del gasto total de capital del grupo
“La realidad es que (los combustibles fósiles) son los que rigen el mundo en la actualidad”, dice Mike Wirth, director ejecutivo de Chevron. “Van a regir el mundo mañana y dentro de cinco, 10 y 20 años”.
La compañía obtuvo 35,500 mdd de utilidades el año pasado y anunció planes para devolver a los inversionistas la enorme cantidad de 75,000 mdd a través de la recompra de acciones. En contraste, solo va a invertir 2,000 mdd en proyectos de bajas emisiones en 2023, de un presupuesto total de 14,000 mdd, y 10,000 mdd de aquí a 2028.
En Wall Street se produjo un cambio palpable a favor de los productores de gas y petróleo, dicen personas familiarizadas con los planteamientos que presentaron las grandes compañías petroleras a sus inversionistas en los últimos meses. Algunos lo atribuyen a una cuestión de seguridad energética.
Sin embargo, el récord de 110,000 mdd en dividendos y recompra de acciones que pagaron las compañías petroleras a los inversionistas en 2022 provocó indignación en ambos lados del Atlántico.
En su discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso, el presidente estadounidense, Joe Biden, calificó de “indignante” presentar ese nivel de utilidades “en medio de una crisis energética mundial”.
Pero Joe Biden también envió señales contradictorias sobre la transición energética. A pesar de que promulgó un paquete de 369,000 mdd de subsidios a las energías limpias y de que prometió en una ocasión la “transición del petróleo”, Biden pasó gran parte del año pasado pidiendo a los productores de gas y petróleo de esquisto que aumentarán el suministro y liberó millones de barriles de crudo de la reserva estratégica estadounidense, en un esfuerzo por hacer bajar los precios de los combustibles fósiles.
Algunos creen que las grandes compañías petroleras deberían dejar la transición energética en manos de otros. Charlie Penner, antiguo ejecutivo del fondo de cobertura Engine No. 1, dice que, mientras las grandes petroleras eviten proyectos a largo plazo y de baja rentabilidad, hay que animarlas a que devuelvan el efectivo a sus inversores.
BP sigue intentando hacer ambas cosas. En los próximos ocho años, Looney se comprometió a invertir 60,000 mdd en los negocios de transición energética de BP, lo que representará más de 50 por ciento de su gasto en 2030.
En lugar de desacelerar el progreso, AnjaIsabel Dotzenrath, vicepresidenta ejecutiva de BP, argumenta que una nueva atención mundial a la seguridad energética, debido a las repercusiones de la guerra en Ucrania, puede acelerar la transición al fomentar más inversiones en energías renovables nacionales como alternativa a los combustibles fósiles importados.
Sin embargo, incluso con el impulso de la seguridad energética alimentada por las energías renovables, es posible que BP necesite más ayuda de los responsables de la formulación de políticas y de los reguladores para convencer a los inversionistas de que sigan con ellos durante la transición.
“La regulación y la legislación para la transición energética y el cero neto, lamentablemente están ausentes”, dice Kyte, de Tufts.
SGS