Poco después del último paroxismo de la crisis de deuda de la eurozona —el roce de Grecia con la ruptura de la moneda única en verano de 2015— un colega apostó que en una década el euro habría perdido al menos un miembro. Hasta el momento, lo que ocurrió es justo lo contrario: la unión monetaria acaba de ganar un miembro, con la adhesión de Croacia a principios de año.
Ese poder de atracción no es un hecho de única ocasión. Recordemos que durante los años más difíciles para la unión monetaria, un Estado báltico tras otro siguió adelante y se adhirió. Y no cabe duda de que Bulgaria, el siguiente país en la lista, adoptará pronto el euro.
Uno puede decir que no hay nada que ver aquí, que es sorprendente que las pequeñas economías abiertas no quisieran compartir la formulación de la política monetaria de la moneda que domina su relación comercial. Pero está tan arraigada la opinión de que el euro en su forma actual está condenado al fracaso que es oportuna alguna reflexión sobre su última expansión.
En los últimos años cada vez quedó más claro que la “independencia” monetaria en el sentido de tener una moneda flotante propia no es todo lo que parece. Se supone que la ventaja es que una divisa a la baja puede compensar los choques negativos impulsando las exportaciones; sin embargo, como demostró la caída de la libra en 2016 después del referendo británico sobre la Unión Europea, en un mundo de largas y complejas cadenas de suministro transfronterizas, una depreciación tal vez solo haga que la población sea más pobre al aumentar el precio de las importaciones, sin impulsar los volúmenes de exportación.
La crisis de los precios de la energía en Europa puso de manifiesto las ventajas de la integración monetaria. Por ejemplo, Eslovaquia, sí, tiene que hacer frente a una inflación similar a la de sus vecinos que no pertenecen a la zona euro, pero lo hace disfrutando de una tasa de interés mucho más baja.
El tamaño importa en una economía global cuyo ritmo sigue marcado por el ciclo financiero de Estados Unidos, y solo la unidad monetaria de las economías del euro permite al Banco Central Europeo (BCE) cierta independencia de la Reserva Federal.
En segundo lugar, las vulnerabilidades que surgieron durante la crisis de la eurozona ahora son más fáciles de ver como las que puede afectar a cualquiera, incluidas las economías con monedas flotantes independientes, y no como una debilidad del euro.
Italia sigue siendo el país en el que los agoreros creen que la combinación de deuda elevada y bajo crecimiento provocará la desaparición del euro; sin embargo, el año pasado fue el nuevo gobierno populista de Reino Unido el que sacudió a los mercados con una política irresponsable.
El Banco de Inglaterra tiene más razones para temer las acusaciones de financiamiento monetario y que complicaron su mensaje cuando pasó de vender los bonos del gobierno a comprarlos. El BCE, por el contrario, creó un instrumento permanente para hacer frente a sucesos similares, causando poca o nula controversia.
Todo esto sugiere que con el tiempo el euro va a ser más atractivo, no menos. El atractivo de las distintas monedas se transformará aún más en función de cómo van a administrar el próximo gran salto de la banca central: la introducción de una moneda digital oficial. Hasta ahora, solo economías marginales como Bahamas y Nigeria han llegado hasta el final, aunque China claramente está preparando su capacidad para ampliar el yuan digital del que ha estado haciendo pruebas.
Sin embargo, entre las economías ricas, el BCE tomó la delantera. Los ministros de Economía se pusieron a la defensiva en favor del euro digital después de la iniciativa de Facebook en 2019 de crear un sistema privado de pagos digitales a escala mundial, pero su apoyo se ve ahora reforzado por las oportunidades de negocio que se avecinan en una economía con dinero “programable” seguro.
De manera oficial, el euro digital solo está en una fase de exploración, pero políticamente ya alcanzó el punto de no retorno. Después de Croacia, los futuros miembros de la unión monetaria disfrutarán de una moneda digital de vanguardia.