A veces uno publica un tuit (me niego a llamarlo post) y enseguida te das cuenta de que toca una fibra sensible. La semana pasada tuiteé lo siguiente: “¿Qué tienen en común Boeing, el puente de Baltimore que se derrumbó, la escasez de productos farmacéuticos críticos, el ridículo nuevo SPAC (compañía de propósito especial de adquisición) de Donald Trump y una cantidad sin precedente de especulación y concentración en los mercados de valores? Necesitamos más ingeniería real y menos de tipo financiero”.
De inmediato recibí numerosas respuestas, retuits y pulgares arriba de personas que ven las conexiones aquí. Pude añadir cualquier cantidad de cosas más a esta lista, desde las dificultades de Estados Unidos para transportar su propio gas natural licuado entre los puertos nacionales porque no podemos construir grandes barcos, hasta el hecho de que la desvinculación con China es una imposibilidad porque la mayoría de las compañías estadunidenses no tienen ni idea de quién fabrica sus productos (o cómo) una vez que se desciende un par de capas en sus cadenas de suministro. O, desde el punto de vista financiero, el hecho de que los sindicatos tengan que hacerse cargo de la seguridad y la inversión de capital en muchas empresas (pensemos en Boeing o en las grandes acereras estadunidenses, pero hay decenas más que puedo nombrar), ya que los propietarios del capital no hacen estas cosas por sí mismos porque el cortoplacismo del mercado los desincentiva a hacerlo.
Es obvio que esto me apasiona, ya que los supuestos fallidos del Consenso de Washington y la financiarización de la economía estadunidense —en la que pasamos de fabricar cosas a aprovecharlas— constituyen el núcleo de mi trabajo como periodista.
Pero con el riesgo de ser demasiado optimista (admito que desde hace siete años pienso que estamos en el pico de la financiarización, y siempre me sorprende que quede mucho camino por recorrer), creo que estamos en un punto de inflexión. Una de las señales es que incluso los beneficiarios del viejo paradigma ya empiezan a cuestionarlo. La semana pasada, en una fiesta en el Upper East Side, me encontré con un ex funcionario público bastante conocido y socio de Goldman Sachs, uno más de un grupo de hombres (siempre son hombres) que yo considero estadistas financieros. Pondré a esta persona en la misma canasta que el ex embajador de EU en Francia, Felix Rohatyn, o el ex subsecretario de Estado estadunidense, John Whitehead, personas a las que les va bien en nuestro sistema particularmente rapaz, pero que luego toman la última parte de sus carreras para retribuir como verdaderos servidores públicos.
Esta persona vio mi tuit, ha leído mis columnas y me dijo que llegó a ver las cosas más a mi manera y que, a pesar de ser un defensor de la escuela de Chicago, tenía que admitir que más televisiones baratas de Asia no compensan la pérdida de puestos de trabajo en el país. Bueno, me alegra oírlo. El día anterior estaba en otra fiesta para leer un nuevo libro importante, donde un conocido ex periodista me dijo sin ninguna pizca de ironía: “Sabes, Rana, la gente como nosotros, que nos hemos beneficiado de los últimos 40 años de globalización, pensamos que es genial, pero para mucha gente en las zonas rurales no lo es”. Eso no se me había ocurrido.
De todos modos, Peter, tengo una teoría de campo unificado a través de la cual veo todos los titulares actuales que expuse antes. Hemos cosechado las ganancias de la economía que construimos hasta la década de 1980 durante el último medio siglo, y ahora estamos viendo las fracturas, pero sé que tienes una visión del mundo diferente, entonces, ¿qué tejido conector ves, si es que hay alguno, en estos titulares?
Lecturas recomendadas
-Ross Douthat es muy inteligente y siempre abre mi perspectiva sobre cualquier tema. En The New York Times aborda la extraña, tensa y admirable lucha de Estados Unidos hacia un nuevo tipo de moralidad sexual.
-El ensayo de Nikole Hannah-Jones en la portada de la revista de The New York Times sobre la historia de cómo EU legisla en torno a la raza y ser ciegos ante el color fue impactante, fascinante e informativo. Me parece una lectura obligada para entender nuestro debate actual sobre las políticas de identidad y la discriminación positiva, pero me quedé con la sensación de que no estoy de acuerdo con su postura: creo que las indemnizaciones, por ejemplo, reducirán la cohesión social en lugar de aumentarla.
-En Financial Times, si tienes alguna duda sobre cómo los multimillonarios libertarios de papel creen que tienen privilegios y lo peligrosos que pueden ser, lee el artículo sobre cómo las propias palabras del fundador de FTX, Sam Bankman-Fried, lo llevaron (con razón) a la cárcel durante 25 años. Gracias a Dios, nuestro sistema judicial parece funcionar en este caso.
-Y por favor, échale un vistazo a mi columna de ayer en Financial Times, que denuncia la extraña hipocresía de las quejas de China sobre la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos en la Organización Mundial de Comercio (OMC).
- Te recomendamos La hipocresía de China y su actual sistema comercial Financial Times
Peter Spiegel responde
Rana, debo decir que son una gran cantidad de acontecimientos para que pueda asumir una sola teoría organizativa y, como puede adivinar, el periodista escéptico que hay en mí siempre se pone en marcha cuando veo intentos de explicar incidentes dispares basándose en tendencias sociales más amplias.
Sin embargo, en lo que creo que tienes razón es que siempre ha habido una tensión central en el capitalismo moderno (así como en las adquisiciones modernas del gobierno): los productores intentan fabricar el mejor producto posible al precio más bajo posible. Como pasajero frecuente de aviones Boeing y conductor ocasional sobre el puente Francis Scott Key, siempre he esperado que la calidad del producto sea lo primero para las compañías que se enfocan en la ingeniería, y que el control de costos sea el subproducto natural de las eficiencias ganadas con el tiempo, en lugar de una degradación gradual de lo que se ofrece al mercado.
En industrias críticas, como la aviación y la ingeniería civil, tenemos una capa regulatoria además de la relación normal entre calidad y costo para garantizar que la seguridad no se vea comprometida en la búsqueda de utilidades; sin embargo, a veces la cultura corporativa se desvía, dando prioridad a las ventas y a la mercadotecnia sobre la ingeniería y la seguridad, y los reguladores no cumplen con su deber de detectarlo. Es entonces cuando los tapones de las puertas de los 737 salen volando por encima de Portland.
¿Se puede decir algo más amplio sobre el estado de nuestra sociedad porque Boeing enfrenta una crisis de seguridad y la infraestructura estadunidense se está desmoronando? Creo que es una exageración. Por cada Boeing o Key Bridge, creo que puedo citar un triunfo de la ingeniería que está teniendo un impacto positivo igual de importante en la vida estadunidense: los coches eléctricos, por ejemplo, o la impresión 3D. No soy alguien propenso a subirse a la máquina de bombo y platillo de Elon Musk, pero creo que es justo decir que tanto Tesla como SpaceX son compañías de ingeniería que refutan tu tesis. Las dos ganan dinero produciendo excelencia.
Incorporaste mucha especulación financiera en tu teoría, incluido el SPAC de Trump y el avance de los Siete Magníficos de Wall Street. Considero a la compañía del ex mandatario estadunidense como una especie de burbuja especulativa común, una desafortunada característica de los mercados financieros que se remonta a la manía holandesa de los tulipanes en la década de 1630. En otras palabras, no algo particular de nuestro lugar y tiempo.
Sin embargo, lo que comprendo más es tu argumento —que se incluye en varios de tus libros— de que la financiarización de todo está deformando el capitalismo estadunidense. Para ser honesto, no creo que los Siete Magníficos sean un ejemplo de eso; muchas de estas empresas están preparadas para convertirse en líderes de lo que muchas personas, más inteligentes que yo, creen que es una revolución de la inteligencia artificial, por lo que bien pueden merecer su alta valoración.
Pero el objetivo de nuestros mercados de capital es canalizar la inversión hacia innovaciones que mejoren la sociedad en su conjunto. Cuando se convierten en meros vehículos para que Wall Street cobre rentas como intermediarios entre inversionistas e inventores, entonces surge un problema. El gran volumen de financieros empleados en la actualidad —y la proliferación de astutas ingenierías financieras que idean— me dice que en esta parte de tu argumento, puede estar en lo cierto. No es una teoría organizativa, ¡pero es algo!