Los oligarcas son líderes empresariales inmorales que, como los definió Vladímir Putin, presidente de Rusia, en Financial Times, utilizan su “cercanía con las autoridades para recibir superutilidades”. Eso me hace preguntar: ¿hay una mejor descripción para el director ejecutivo de Facebook, un hombre que sirve al presidente Donald Trump al negarse a eliminar de la red social sus publicaciones inexactas e inflamatorias, que la de un oligarca estadunidense?
En los últimos días, una serie de compañías de tecnología, Twitter y Snapchat en particular, decidieron que es una necesidad moral verificar hechos y frenar el poder de Trump para promover la desinformación. El presidente utiliza las redes sociales para todo tipo de cosas, desde hacer acusaciones infundadas de un fraude electoral a través del correo, hasta afirmar que las protestas masivas por el asesinato de George Floyd están “organizadas profesionalmente” y no tienen nada que ver con la injusticia racial.
Estas empresas de tecnología adoptaron esas medidas a pesar de que refuerzan el caso de quienes desde hace mucho tiempo solicitan la revocación de la responsabilidad de las plataformas de internet que se estableció en el artículo 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones (CDA 230, por su sigla en inglés). CDA 230 absuelve a las plataformas de responsabilidad legal por casi todo lo que los usuarios de terceros dicen o hacen en línea, no importa qué tan incendiario sea. También es clave para sus modelos de negocio, que dependen de maximizar la atención de los usuarios y monetizarla. El mismo Trump ahora amenaza con revocar la CDA 230, aunque es poco probable que pueda hacerlo.
Sin embargo, Facebook, que es el lugar donde la mayor parte de los estadunidenses recibe sus noticias, no aplica un freno al presidente. ¿Por qué?
Sin duda, la compañía no quiere perder las protecciones de la CDA 230, pero esto no se trata solo de detalles legales de ese tipo. Numerosos académicos y expertos en políticas creen que hay formas de modificar las normas de responsabilidad que combatirán la desinformación y protegerán tanto a las plataformas como a los usuarios. Estas medidas van desde estándares para vigilar el mal uso, hasta ofrecer a las empresas compensaciones recíprocas entre la transparencia de sus algoritmos y la condición de refugio seguro. En Francia, por ejemplo, existen leyes que requieren transparencia algorítmica en el sector público; en Alemania las redes sociales deben eliminar el contenido ilegal en un plazo de 24 horas.
Incluso si la CDA 230 se revocara a gran escala, eso solo permitirá a individuos particulares demandar plataformas para casos en específico de difamación. ¿Se molestará Hillary Clinton en demandar por manipulación electoral? Lo dudo. De cualquier manera, modernizar y enmendar la CDA 230 —lo que debería suceder— es solo un paso para arreglar la cloaca de contenido tóxico en tantas plataformas de redes sociales.
Zuckerberg —presumiblemente con el consejo de su jefa de Operaciones, Sheryl Sandberg— insiste en que la negativa de Facebook a verificar los hechos de lo que publica Trump se trata solo de proteger la libertad de expresión pero, como señaló el CEO de Twitter, Jack Dorsey, el derecho a la libertad de expresión no es lo mismo que el derecho a la viralidad. “Las sociedades siempre han emitido juicios sobre qué discurso debe protegerse”, dice Anya Schiffrin, profesora senior de la Universidad de Columbia. Añade que las democracias sólidas en Europa encontraron formas de lograr un equilibrio entre la libertad de expresión y la desinformación. “En EU, ocultarse detrás de la Primera Enmienda se ha convertido en una forma que utilizan las grandes empresas de tecnología para parar las críticas, obstaculizar a los opositores políticos y proteger las utilidades”.
Eso nos lleva a la postura de Facebook. Al igual que la mayoría de las compañías grandes, ubicuas y sistémicamente importantes que operan a escala mundial, Facebook se alinea con los poderes fácticos. Si quiere permanecer así de grande y sin regulación, Facebook no puede darse el lujo de molestar a los gobernantes de los países donde opera, sin importar qué tan detestables sean sus acciones. Vimos eso en Birmania, donde el personal militar utilizó Facebook para ayudar a incitar las masacres del grupo étnico de los rohingya. Ahora lo vemos en EU, donde Facebook se niega a entrar en conflicto con un presidente que acaba de llamar a las tropas para lanzar gases lacrimógenos a los ciudadanos.
Zuckerberg dice que no quiere ser un “árbitro de la verdad”. Pero ya lo es, como casi tres docenas de los primeros empleados de Facebook lo plantearon en una carta reciente en la que se le pedía a la empresa que verificara los hechos de las publicaciones del presidente como lo hace Twitter. “El comportamiento de Facebook no coincide con el objetivo declarado de evitar cualquier censura política”, escribieron. “Monitorea el discurso todo el tiempo cuando agrega advertencias a los enlaces, baja de lugar el contenido para reducir su propagación y verifica el discurso político de los que no son políticos”.
Entonces, ¿por qué Facebook no advierte a sus usuarios sobre las falsedades de un presidente que a menudo busca envalentonar a los agitadores que propagan el odio y racistas que forman parte de su base? Debido a que sus objetivos, obtener utilidades al estilo de Creso y mantenerse lo más grande posible, están alineados con el objetivo de Trump de ganar un segundo mandato.
Facebook, tal vez más que cualquier otra compañía en el mundo desarrollado en la actualidad, define lo que es la oligarquía peligrosa.
La publicación
Tras la muerte de George Floyd, provocada por un policía blanco de Minneapolis, Facebook decidió no intervenir sobre un mensaje del presidente Donald Trump que decía: “Cuando empiezan los saqueos, empiezan las balas”, sobre las manifestaciones contra el racismo.
Sin violación
Mark Zuckerberg sostuvo que si bien encuentra los comentarios del presidente Trump “profundamente ofensivos”, cree que no violaron la política de la compañía contra la incitación a la violencia.
Protestas
En días posteriores a varios controvertidos mensajes del presidente estadunidense, decenas de empleados de la red social expresaron su descontento, organizaron una huelga virtual y al menos dos ingenieros renunciaron.
Promete revisión
Zuckerberg indicó el viernes en una nota dirigida a sus empleados que revisará las reglas de la red social que llevaron a que no se moderaran los mensajes polémicos de Trump.
Censura en Twitter
Twitter señaló que la publicación violó sus reglas contra la glorificación de la violencia, pero la mantuvo por su interés público, aunque con opciones reducidas de interacción y distribución.