Sam Zell, un legendario inversionista en propiedades en dificultades, que más tarde dio un giro tumultuoso en la industria de los medios de comunicación, falleció a los 81 años.
Zell llegó a ser conocido como el “Grave Dancer” (alguien que baila sobre la tumba, que se alegra o se beneficia de la mala suerte de otros) por su costumbre de aprovecharse de los males de otros promotores, en especial durante la crisis del mercado inmobiliario a principios de la década de 1990.
Convirtió su empresa insignia, Equity Office Properties Trust, en el mayor arrendador de oficinas del país, con edificios trofeo de costa a costa. Después, en un momento inmejorable, la vendió a la empresa de capital privado Blackstone por 39 mil millones de dólares en 2007. En aquel momento fue la mayor compra apalancada de la historia y se produjo justo antes de la crisis financiera mundial.
Más tarde, Zell probó suerte en el sector de los medios y, en 2007, superó a otros dos multimillonarios en la puja por la Tribune Company de su Chicago natal, editorial de periódicos como el Chicago Tribune y propietaria de cadenas de televisión y del equipo de béisbol Chicago Cubs.
Al principio, Zell fue acogido como posible salvador de una compañía sumida en el acelerado declive de la industria periodística, pero Tribune acabó declarándose en quiebra al año siguiente, con una deuda de 13 mil mdd. Zell tuvo que enfrentarse a las recriminaciones de los periodistas y a las demandas de los inversionistas. Más tarde lo llamó “el acuerdo del infierno”.
Hijo de inmigrantes judíos polacos que huyeron del Holocausto, Zell nació en Chicago en 1941. Su padre era vendedor de joyas. El joven Zell mostró una vena emprendedora a una edad temprana, comprando revistas Playboy en el centro de la ciudad y luego vendiéndolas a un precio mayor a sus amigos de la escuela en los suburbios.
Cuando aún era un estudiante de Derecho en la Universidad de Michigan, Zell empezó a trabajar en el sector inmobiliario, administrando propiedades de alquiler paralelamente a sus estudios. Tuvo tanto éxito que abandonó la carrera de derecho para convertirse en promotor a tiempo completo.
El abogado jubilado Jack Guthman, que representaba a Zell y a su empresa en operaciones de zonificación, conoció al joven promotor en la década de 1970 cuando se lo presentó Newton Minow, el célebre ex director de la Comisión Federal de Comunicaciones. Minow señaló que Zell era alguien que “prometía llegar lejos en el mundo de las bienes raíces”, recuerda Guthman.
“Resultó que se convirtió en un gigante”, dijo Guthman. “Pienso en él como una persona con una gran imaginación. Armaba negocios que otras personas no podían concebir”.
Ganó fama como uno de los grandes inversionistas contrarios al mercado de Estados Unidos, con la costumbre de adquirir propiedades en dificultades —desde casas móviles a edificios de oficinas y activos industriales— y darles nueva vida.
Junto con su amigo y socio, el fallecido Robert Lurie, Zell aprovechó el auge del mercado inmobiliario de la década de 1980, pero luego predijo el fracaso, y se demostró que tenía razón.
Zell tenía fama de iconoclasta. Vestía ropa informal y prefería un viaje anual en moto con sus amigos a pertenecer a los clubes de los ricos y poderosos de Chicago.
Mostró su bravuconería característica al comprar Tribune, diciendo a empleados e inversionistas: “Todo lo que hago está motivado por hacerlo mejor, hacerlo diferente, responder a las preguntas que nadie más podría”.
Acabó sufriendo las mismas dificultades que afligen a otros propietarios de periódicos, incluido el desplome de la publicidad impresa. La irreverencia y la agresiva cultura empresarial aportadas por Zell y sus directivos se agotaron a medida que la empresa se debilitaba y se vendían activos preciados, como los Cubs y Los Angeles Times. Zell culpó a la crisis financiera de 2008 y al colapso de los mercados de crédito de los problemas de la operación.