Fondos de capital de riesgo convirtieron las canciones en activos para obtener rendimientos confiables

FT MERCADOS

Pero el aumento de las tasas de interés los pone a prueba por primera vez.

Justin Timberlake vendió los derechos de su catálogo de canciones al fondo respaldado por Blackstone.
Anna Nicolaou y Kaye Wiggins
Ciudad de México /

Para Barry Massarsky, especialista en números para las estrellas de la música pop y los sellos discográficos, la financiarización de la música ha sido un muy buen negocio. “Estamos tan increíblemente ocupados con tantos actores diferentes... llegan nuevos fondos una o dos veces por semana”, declaró Massarsky al Financial Times en julio. 

Las personas que han trabajado con él lo describen como un eterno optimista; un antiguo cliente lo comparó con el mentor de la película Jerry Maguire, que dice: “Aplaudo todas las mañanas y digo: ‘¡Este va a ser un gran día!’”. Pero, hasta hace poco, Massarsky había pasado más de una década trabajando en un sector que sufría un malestar crónico. 

Como economista, calculaba el valor de las regalías de la música para los sellos discográficos, los editores y los artistas. Cuando la piratería en línea disrumpió el sector en el 2000, Massarsky se ganaba la vida calculando, por ejemplo, cuánto dinero podría perder Bob Dylan por la infracción de los derechos de autor en un sitio web llamado mp3.com. 

Pero en los últimos años, el streaming de música resucitó los ingresos de la industria, mientras los bancos centrales reducían las tasas de interés a mínimos históricos, haciendo que los inversores buscaran nuevas fuentes de retornos. El resultado: los inversores más importantes destinaron miles de millones en lo que había sido un sector discreto y los pagos de derechos musicales se convirtieron en una clase de activos reconocida. Massarsky y su pequeño equipo se convirtieron en los magos financieros detrás de miles de millones de dólares en transacciones de alto nivel. 

El Dato...

3 mil 854 canciones

Número 1 de las listas musicales, forman parte de la cartera de Hipgnosis

En la actualidad, los ejecutivos y agentes musicales afirman que la afluencia de dinero de Wall Street no tiene precedentes. Después de una serie de inversiones en el sector, Blackstone ahora gana dinero cada vez que suena “SexyBack” de Justin Timberlake en un centro comercial. Apollo cobra cada vez que “Despacito” de Luis Fonsi suena en un antro. 

El precursor del fenómeno fue un fondo de inversión llamado Hipgnosis, que lleva el nombre de un grupo de arte que diseñó portadas de discos para Pink Floyd y otros. En 2018, Merck Mercuriadis, un obsesivo de la música que en su día fue manager de Elton John, creó el fondo como un vehículo para comprar canciones, presentando el argumento a los inversores institucionales como una forma de obtener rendimientos confiables, similares a los de los bonos.

En una época de aumento de las tasas de interés, esta nueva clase de activos se enfrenta a su primera prueba real. “Vamos a ver que el volumen de transacciones se desacelera”, dice Dan Ivascyn, director de inversiones de Pimco. 

Los ricos se hacen ricos 

“Todo el mundo sabe que la lucha está arreglada. Los pobres siguen siendo pobres, los ricos se hacen ricos”, cantaba Leonard Cohen en su éxito de 1988, Everybody Knows. 

Blackstone no solo posee los derechos de esa canción, sino que la empacó con muchas más y la titularizó como garantía de cientos de millones de dólares de deuda. El relato de cómo sucedió esto es la historia del capitalismo posterior a la crisis financiera. Cuando Mercuriadis fundó Hipgnosis, las tasas de interés eran bajas y el mercado de valores estaba en su noveno año de repunte histórico. 

Hasta 2019, solo se anunciaban acuerdos de catálogos musicales por valor de 368 millones de dólares (mdd), según Midia Research. Pero a medida que los inversores hacían intentos creativos para generar rendimientos altos, se desarrolló un caso de inversión para las canciones. Los acuerdos sobre catálogos musicales se dispararon hasta los mil 900 mdd en 2020, y luego hasta los 5 mil 300 mdd en 2021.

El razonamiento era el siguiente: al reunir una amplia gama de canciones en un fondo, sus regalías —que se pagan a los propietarios de los derechos de autor cuando se reproduce una canción— podrían agregarse en un flujo constante de efectivo con el que se podría pagar dividendos. Grandes inversores como Pimco y Apollo se vieron atraídos por primera vez por las regalías de la música. 

Mercuriadis contrató a Massarsky como agente externo para calcular el “valor neto de los activos” de la cartera de canciones para presentarlo a sus accionistas. Cada seis meses, Massarsky calculó que la cartera, a la que constantemente se le añadían canciones, valía cada vez más: de 147.8 mdd en marzo de 2019 a 2 mil 700 mdd a finales de marzo. 

Mientras tanto, Mercuriadis se ganó la reputación de amigo de las estrellas y se posicionó como un puente entre los inversores conservadores y los músicos imprevisibles. En las entrevistas habló con entusiasmo sobre cómo las canciones eran “mejor que el oro o el petróleo” como inversión. Pero el ritmo de las adquisiciones ocultó el rendimiento subyacente de los catálogos. Los ingresos por regalías que generan estas canciones están cayendo al menos durante los dos últimos años, desde que se dieron a conocer. 

El año pasado, el fondo Mercuriadis había invertido todo el dinero que recaudó para los catálogos de canciones, ahora depende de Blackstone para financiarse. 

Por su parte, Blackstone también creó un fondo separado de mil mdd, Hipgnosis Songs Capital (HSC), desde el cual realiza más operaciones con canciones. Mercuriadis utilizó parte de este dinero para comprar los catálogos de Cohen, Timberlake y otros. 

En agosto, HSC emitió 222 mdd en valores respaldados por activos, o bonos que utilizan los derechos de autor de las canciones como garantía, para ayudar a financiar sus adquisiciones, y tendrá que pagar más de 6 por ciento anual por su deuda en una señal de cómo el alza de las tasas ya se come los rendimientos. 

Una canasta de las buenas

Incluso cuando la situación económica se agrava, los gigantes de Wall Street siguen compitiendo por las canciones de éxito contra los compradores tradicionales —las compañías discográficas— así como los fondos especializados más pequeños. Blackstone redobló sus inversiones. Carlyle, después de ayudar a financiar una adquisición de 300 mdd del antiguo sello discográfico de Taylor Swift en 2019, se comprometió a invertir 500 mdd en la compra de canciones, incluso después de verse arrastrado a una amarga disputa que llevó a Swift a regrabar su catálogo. 

“Si piensas en invertir en muchas otras clases de activos en este momento, es bastante peligroso. Hay inflación, hay riesgo en la cadena de suministro, hay riesgo geopolítico”, dice un alto ejecutivo de un importante grupo de capital privado. 

El vehículo de Hipgnosis que cotiza en bolsa utiliza el cálculo del valor de los activos de Massarsky como medida de éxito y también como factor determinante de su endeudamiento. Mark Mulligan, analista de Midia, afirma que esta estructura puede crear un “círculo virtuoso”, ya que el catálogo de Hipgnosis lo revalúa Massarsky cada seis meses. 

El Dato...

2 mil 700 mdd

Es el valor de la cartera de canciones de Hipgnosis, determinado por una evaluación de terceros

El modelo de fideicomiso de inversión, que benefició a Hipgnosis en años anteriores, en los últimos meses se convirtió en un problema para la empresa. Cada vez más, sus acciones públicas cotizan por debajo de lo que, según las estimaciones de Massarsky, vale la cartera, una diferencia de aproximadamente 30 por ciento. A pesar de que la Fed subió agresivamente las tasas de interés este año, el grupo insiste en que no necesita aumentar su tasa de descuento. 

Si el grupo redujera las valoraciones, el fondo Hipgnosis Songs Fund no podría pedir prestado mucho o nada. Ya recibió préstamos por 600 mdd, alrededor de 27 por ciento de su valor de capital operativo de 2 mil 200 mdd. Una reducción importante, de 2 mil 200 mdd a mil 500 mdd, supondría el riesgo de que el fondo no cumpliera con las condiciones de sus préstamos con JPMorgan y tuviera que pagar su deuda. 

Los ejecutivos de Hipgnosis presumen en privado la participación de Blackstone como un factor tranquilizador para los accionistas del fondo original, diciendo que si el precio de las acciones cae, el grupo de capital privado podría intervenir y comprar su catálogo, poniendo una especie de piso en su valor. 

Cuando la música se detiene 

La titularización de las canciones condujo a algunas formas inusuales de análisis financiero, como un informe de Kroll que indicó a los inversores que una versión de “Hallelujah” de Cohen que realizó Pentatonix, un grupo a capella, representa más del triple de reproducciones en Spotify que la original. Si se suman 10 versiones diferentes de la misma canción, representan casi 13 por ciento de las regalías del catálogo de Blackstone. 

Recuperar los pagos de las regalías puede ser un proceso engorroso. Un directivo de una compañía musical afirma que, a menudo, uno de los obstáculos más difíciles a la hora de comprar el catálogo de un artista es que el músico no encuentra su copia maestra física. 

La cuestión que se plantea ahora es si los financieros pueden encontrar la forma de obtener ganancias a pesar de la creciente inflación y el alza de las tasas de interés, y qué ocurrirá con el dinero de los inversores si descubren que no pueden hacerlo. 

Sin embargo, Massarsky es optimista. Cita nuevas formas de ganar dinero con las canciones, como los pagos cuando se reproducen en las bicicletas Peloton o TikTok. “Estamos totalmente asombrados por el crecimiento. Es una canasta de las buenas” dijo.

srgs



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